El contenido de esta página requiere una versión más reciente de Adobe Flash Player.

Obtener Adobe Flash Player

Importancia de esta Intervención

Mucha importancia se ha pretendido asignar a esta intervención en el desarrollo de la doctrina constitucional. El comentario más importante -atenta la autoridad de su autor-, es el expuesto por Bartolomé Mitre en el Senado de 1869.

Después de ejercer la Presidencia de la Nación, Mitre reiniciaba su laboriosa vida como congresista, acaudillando un poderoso partido y ante la atención del país, ávido de conocer su pensamiento; y fue precisamente su primer gran discurso aquél en el que exaltó el significado excepcional de la intervención en San Juan.

Afirmó Mitre que el artículo 6to. está ilustrado desde la tumba por las víctimas de la Rinconada del Pocito puesto que, sin los antecedentes que prepararon esa catástrofe, el artículo no se habría reformado y sin ella le faltaría su comentario escrito con lágrimas y sangre.

Detrás de los preceptos constitucionales que mejor garanten los derechos de los pueblos libres -dijo Mitre- hay siempre un espectro histórico que simboliza la lucha, el dolor o el sacrificio, ya sea el de un libertador como Washington, el de un verdugo como Rosas o el de un mártir como Aberastain; y cada una de las grandes cuestiones resueltas por el derecho constitucional ha sido un drama prolongado y palpitante, una pasión o un martirio; tal el caso del artículo 6to., detrás del cual se alza “el espectro ensangrentado del doctor Aberastain, triunfando aún después de muerto(1).

(1) “Senado”, sesión de Junio 19 de 1869. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

No es fuera de propósito anotar que estas palabras de Mitre, pertenecientes a un discurso muy difundido, han inducido a error a algunos tratadistas, incitándoles a creer que la reforma del artículo 6to. se realizó después de la muerte del doctor sanjuanino. A esto contribuye el poco conocimiento que se tiene acerca del período histórico comprendido entre Cepeda y Pavón:

Por restablecer el orden en la provincia de San Juan -escribió el doctor Julián Barraquero- se produjeron los horrores del Pocito y la República entera se consternó en presencia de la figura ensangrentada del mártir, doctor Aberastain; estos luctuosos sucesos, produjeron la reforma de 1860...(2).

(2) Barraquero. “Espíritu y Práctica de la Constitución Argentina” (1889), p. 184. Ed. Colegio Pío IX, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

El doctor Perfecto Araya incurre en el mismo error, aunque se decide al fin por la tesis de que la reforma del artículo 6to. no fue consecuencia de aquella muerte(3); la relación de los sucesos que hace el doctor Juan A. González Calderón, antes que aclarar, confirman el error en el lector desprevenido(4); y el doctor Arturo M. Bas, declara que después de la muerte de Aberastain, se efectuó la reforma del artículo 6to. y supone ocurrida aquella muerte en el año 1857(5).

(3) Araya. “Comentario a la Constitución de la Nación Argentina” (1908), p. 153. Ed. La Facultad, Buenos Aires.
(4) González Calderón. “Derecho Constitucional Argentino”, tomo III, p. 542. Ed. J. Lajouane y Compañía, Buenos Aires.
(5) Bas. “Derecho Federal Argentino (Nación y Provincias)”, tomo I, p. 129. Ed. Valerio Abeledo, Buenos Aires.
// Todo citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

No hay para qué citar otros autores que han caído en la misma confusión, ni mencionar debates registrados en el Congreso o artículos periodísticos que inciden en la noticia errónea.

Mitre, sin embargo, no dijo que la muerte de Aberastain hubiere determinado la reforma, sino que el artículo 6to. debía interpretarse de acuerdo con las ideas de aquél.

Los sucesos de San Juan fueron comentados también por Alberdi, cuyo criterio no estaba todavía perturbado por la larga amargura que a tan lamentables errores le conduciría luego. Alberdi anduvo cerca de la verdad cuando expresó que los principios debatidos eran los mismos que formaban el fondo de todas nuestras luchas civiles, desde 1810: el principio de localidad y el de nacionalidad, o sea, el federalismo y el unitarismo(6).

(6) Alberdi. “Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sudamérica”, en: “Escritos Póstumos de J. B. Alberdi” (1900), tomo IX, p. 150. Ed. Imprenta Alberdi, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

El comentario fuera exacto si se anotasen otros principios sociales de no menor trascendencia que también estaban en juego: el que pretendía establecer la oligarquía de las personas cultas o decentes y el que pretendía mantener el sistema patriarcal y abusivo de los caudillos basado en la adhesión de los gauchos ignorantes.

Existen pruebas de este aserto. Aún antes de conocer la muerte de Aberastain, “El Nacional” había dicho que San Juan era la última y sangrienta consecuencia del Acuerdo de San Nicolás, y que quienes quisieron conciliar el imperio de la ley con el poder personal de los caudillos estaban en presencia de su obra(7).

(7) Nro. 2.376, Enero 17 de 1861. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Sarmiento recordó poco después que, del sentimiento íntimo de su provincia, había salido quince años antes una frase que dio la vuelta al mundo: “civilización o barbarie, el alfa y la omega de nuestras luchas”; habíasela olvidado un poco cuando la tragedia reciente vino a exhibirla a plena luz(8).

(8) Sarmiento. “El doctor don Antonino Aberastain, en: “Obras de D. F. Sarmiento” (1900), tomo XLV, p. 77. Ed. Imprenta Mariano Moreno, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Y Urquiza asintió con marcada ironía: cierto es que resulta horrorosa la muerte de los hombres que se llaman decentes; despreciable la de los pueblos, la de los pobres paisanos que se sacrifican sólo por respeto y decisión, mientras aquéllos lo hacen por pasión y conveniencia(9).

(9) Urquiza. Carta al gobernador Mitre (Febrero 8 de 1861), en: “Archivo del general Mitre” (1911), tomo VII, p. 190. Ed. Biblioteca del diario “La Nación”, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Constitucionalmente considerado, el caso fue el de una sedición triunfante, con derrocamiento de la Legislatura y muerte del gobernador. Aberastain y Sarmiento pretendían que se dejase a cargo de los sediciosos la reconstrucción del organismo institucional, porque todo lo salvaguardaba la bandera de la autonomía; Mitre adhirió a este concepto, si bien en un principio y al final aceptó la injerencia de los poderes federales.

Urquiza, manifestándose por el restablecimiento, sostenía la tesis justa, aparte el afán de sanciones punitivas; y Derqui, responsable de cuánto se ejecutase, estuvo a su lado infundiendo un espíritu sereno, aunque con disculpable inseguridad cuando contempló el triunfo de los sediciosos. Pudo eludirse el conflicto si se hubiera admitido la inteligencia proporcionada por Sarmiento en la Convención porteña, clara, lógica y aplicable cabalmente al caso.

En el orden político, la intervención aceleró el rompimiento entre el Gobierno Federal y el de Buenos Aires. El presidente y el gobernador fueron los últimos en separarse, sin embargo, e intentaron algunos esfuerzos para volver al acuerdo de antes. El pensamiento dominante en Buenos Aires era de franca hostilidad, aunque se temía adoptar medidas irreparables.

El doctor Nicolás Avellaneda, joven entonces de 24 años que aparecía en la escena pública redactando “El Nacional”, publicó bajo su firma un artículo destinado a definir la política del diario, y en él condenó la opinión de algunos hombres dirigentes que querían abandonar los procedimientos pacíficos. Derrocado Derqui -preguntaba Avellaneda-, ¿no surgirían Urquiza o Saá?(10)

(10) Nro. 2.391, Febrero 6 de 1861. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Años después, Sarmiento explicó que su renuncia de ministro había obligado a Mitre a asentir a sus deseos de hacer la guerra a la nación. Según Sarmiento, Mitre había llamado a Rawson para ofrecerle la cartera vacante; más, como el candidato le hubiese exigido una manifestación acerca de la política que se seguiría, Mitre prescindió de él y recurrió a Pastor Obligado.

Este repitió la pregunta, agregando que sólo aceptaría la cartera en caso de que se optara por la guerra. A tan inesperada declaración, Mitre expresó lo que había callado antes: que estaba dispuesto al rompimiento(11).

(11) Sarmiento. “Manifiesto de don Bartolomé Mitre”, en: “Obras de D. F. Sarmiento” (1902), tomo LII, p. 277. Ed. Márquez, Zaragoza y Compañía, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Lo cierto es que el 4 de Marzo el gobernador continuaba recomendando a Derqui. Proclamaba que éste era el único que se oponía a un estado de cosas peor; y decía que, aunque su posición se volvía falsa, pues tenía que ceder a influencias que lo asediaban, su corazón pertenecía a los liberales, por las pasiones inherentes al hombre y porque solamente en esa alianza encontraba las garantías, la dignidad y la conveniencia que no veía ni podía ver en otra parte.

La voz de orden era sostenerlo, no con la cordialidad que existía antes de los sucesos de San Juan, pero sí con el mismo convencimiento(12).

(12) Mitre. Carta a don José Posse, en: “Archivo del general Mitre” (1911), tomo XXII, p. 154. Ed. Biblioteca del diario “La Nación”, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

En Paraná, solamente el presidente guardaba buenas disposiciones y, los que contemplaban de cerca su falta de poder real disculpaban por anticipado las inconsecuencias forzosas en que tendría que incurrir, sobre todo después de haberse alejado de él los ministros liberales(13).

(13) José María Zuviría. Carta al gobernador Mitre (Marzo 9 de 1861), en: “Archivo del general Mitre” (1911), tomo XXII, p. 117. Ed. Biblioteca del diario “La Nación”, Buenos Aires. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo II: “El Gobierno de Paraná”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Todo parece indicar, pues, que Derqui y Mitre fueron los últimos en perder la calma. Pero las fuerzas sociales tejían su tela por encima de la voluntad de los hombres. Por de pronto, Buenos Aires había retirado la colaboración que prestó al Gobierno Federal, y este solo hecho obligaba al presidente a volver al seno de su partido, así fuese contra sus deseos.

Por otra parte, la exclusión porteña producía dentro de la nación un desequilibrio irremediable. El Gobierno Federal caía bajo la tutela de Entre Ríos, con lo cual esta provincia y Buenos Aires quedaban frente a frente, sin que hubiese una autoridad superior capaz de dominarlas o aquietarlas.

La situación admitía dos soluciones: o Buenos Aires se desvinculaba del resto de la Nación u ocupaba en la dirección de ella el lugar que le correspondía. Paca en lo material por su puerto y en lo espiritual porque albergaba los hombres más ilustrados del país, propulsora siempre de la vida nacional, para Buenos Aires no habría otra solución fuera de las señaladas. Y las doce provincias restantes no alentaban más que un pensamiento: la unión nacional.

Por consiguiente, las cosas tendrían que resolverse mediante una lucha entre Buenos Aires y Entre Ríos; lucha oculta o franca, pacífica o bélica. Mitre y Urquiza personificarían las tendencias antagónicas y el que vivía en la ciudad abierta a todos los progresos, llevaría ventaja, por razón de ambiente, sobre el que residía en una lejana estancia, empeñado en gobernar la República como desde los hoscos castillos se gobernaba a los reinos en los siglos del Medioevo.

Additional information