Situación política de la provincia en 1850. Fusilamiento de Araujo
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- Actitud del Gobierno de Corrientes ante el urquicismo
El gobernador de Corrientes ignoraba los pormenores del negocio; lo conocía en conjunto y respondía en todo a lo que el de Entre Ríos resolviese y ordenase para llevarlo a término feliz. Sin embargo, no modificó el sistema político imperante; apenas dejó sentir relativa y muy pequeña minoración de la dureza.
Su conato principal consistió en alistar un buen ejército. Le sirvió de excelente pretexto la actitud guerrera -si bien pasiva- de las tropas paraguayas ocupantes del territorio de la provincia:
* costeó buena cantidad de armas de fuego y blancas, pólvora, artículos de comisaría, nuevos montajes de cañones, tren de campaña y de combate;
* estableció un gran taller de armas y efectos de guerra;
* miles de caballos fueron puestos en invernaderos;
* con buques arrendados y dos expresamente construidos formó una escuadrilla bien artillada y tripulada;
* las fuerzas de línea y las milicias activas, tratadas por igual en el servicio y para la instrucción, fueron distribuidas en tres campamentos situados en la Capital, San Roque y Restauración, al respectivo mando de los hermanos Virasoro: Miguel (gobernador delegado), Benjamín (gobernador propietario) y José Antonio, cada uno de los cuales ejercía -de hecho- facultades amplias toleradas por la nominal Legislatura, cuyo papel estaba reducido a sancionar en forma de ley lo que convenía a los fines de la política gubernativa.
Aunque no se pagaba la carne consumida en los campamentos, ni los caballos tomados a los particulares, ni los artículos u objetos de producción local (todo lo cual iba a cuenta de crédito por expropiación), la necesidad de recursos produjo la elevación al duplo de los impuestos de papel sellado, patentes y anclaje; a tres pesos, los de guía y pasaportes de extranjeros, que eran de doce reales; la creación de un derecho del ocho por ciento a las harinas y a la galleta, que nada abonaban; de un peso, por cada cuero exportado, producto libre de impuesto.
- Situación política. Fusilamiento de Araujo
A pesar de que Virasoro observó uniformemente con Rosas la conducta reverencial de todos los gobernadores de la época, sabía el dictador que no le pertenecía.
En principio intentó atraerlo, indisponiéndolo con Urquiza. Cuando se persuadió de la ineficacia de los resortes empleados, quiso levantar frente a él los elementos que después de la batalla de Arroyo Grande aceptaron la solidaridad de su causa y formaban la mayoría del Congreso Provincial.
Si no jefe reconocido de ellos, figura de primera línea, de influjo personal por su fortuna, su entereza, su familia era -en el partido federal neto- denominado vulgarmente “rosin”, el presidente del Congreso, Gregorio Araujo.
El y sus correligionarios representaban más opinión pública que Virasoro dentro de la Federación; el gobernador perdió terreno durante su Administración en vez de ganarlo.
La inmensa mayoría del pueblo pertenecía al liberalismo. La opinión rosista (denominada erróneamente “federal”) y la liberal no actuaban por voluntad popular; era señalada la del Gobierno y como manifestación de ella las tropas de los campamentos. Y ni era Virasoro el dueño real de la provincia bajo aquel estado de cosas, sino Urquiza, cordialmente odiado por los liberales y resistido por los rosistas netos.
Urquiza que, para no perder su presa en ningún caso, a la vez de comprometer a su “cabo” por hechos que hacían indispensable su protección, se ponía a cubierto de todo evento, levantando en el sur la influencia del coronel Nicanor Cáceres, cuya división equipó directamente, regalando además ganado vacuno a los jefes, oficiales y soldados.
La fuerza no daba seguridad completa de dominación; como otro cualquier instrumento de rigor, podía romperse en manos de los que la manejaban el día de un estallido de la opinión comprimida y mortificada.
La actitud siempre amenazante de los emigrados correntinos refugiados en Río Grande mantenía vivos los recelos oficiales. Fue, en esa situación, que Gregorio Araujo inició algunos trabajos políticos.
No bien los sintió Urquiza, dio orden -por chasque- al coronel José Antonio Virasoro para que fusilase al presidente del Congreso Provincial, mandato bárbaro cumplido por razón de Estado. Araujo era, según sus matadores, obtáculo removido del camino abierto con rumbo a Caseros.
Mantilla relata de la siguiente manera los pormenoers de este crimen político
“Urquiza concentró en sus manos el poder político y militar de las provincias de Entre Ríos y Corrientes después de la derrota del ejército del partido rosista dominante, que no adhirió al predominio personal de Urquiza.
"Gregorio Araujo, presidente de la Legislatura de la época, amigo personal de Rosas, hombre rico, de familia principal, de los que se opusieron a la guerra de 1839 y se mantuvo firme en sus ideas de 'armonizar con Rosas antes que combatirlo'.
"El prestigio de los Virasoro, los agentes directos de Urquiza en Corrientes, era simplemente oficial entre los mismos rosistas; el de Araujo, nunca gastado por el ejercicio del poder ni por excesos de otro orden, procedía de su riqueza y de sus condiciones personales; el hombre era fuerza de arraigo propio.
"Las apariencias no revelaban diferencias fundamentales entre los dos factores de la situación rosista: parecían, más bien, perfectamente combinados para la acción política del conjunto, hallándose ambos -respectivamente- al frente de los dos principales poderes del Estado.
"Pero, en la intimidad de los espíritus bullía la malquerencia profunda, que era de parte a parte conocida. Urquiza vivía receloso de Araujo, a quien procuró siempre atraer, sin resultado; los trabajos de la reacción contra Rosas adelantaban mientras tanto y cada vez más le molestaba la incertidumbre creada por la importancia de aquel hombre.
"Al fin, resolvió suprimir el obstáculo y ordenó al coronel José Antonio Virasoro, Comandante en Jefe de la línea militar sobre el Uruguay, que fusilase por conspirador al Presidente de la Legislatura de Corrientes, Gregorio Araujo.
"El mismo día en que Virasoro se impuso de la orden de muerte, llegó a Restauración (Paso de los Libres), su residencia, su amigo de infancia, pero adversario político, Gregorio Pampín, que venía de negociar en Río Grande una tropa de caballos y mulas. Pampín era también gran amigo particular de Araujo.
"En aquellos tiempos no se entraba en un pueblo ni se salía de él sin previa e inmediata presentación a la autoridad principal, por manera que Pampín fue directamente del puerto a la casa de Virasoro. Cuando éste vio entrar a su amigo, se puso de pie y salió alborozado a su encuentro, diciéndole:
- "'Vienes a tiempo, Gregorio'.
"Después de cambiar algunas palabras afectuosas, Virasoro ordenó al oficial de servicio que no lo molestasen con anuncios, cerró las puertas y, aproximando una silla a la ocupada por Pampín, dijo a éste:
- "'Hoy he recibido orden del general Urquiza para mandar traer de Goya a Gregorio Araujo y fusilarlo. La orden se cumplirá, porque me es imposible desobedecerla; está alistándose la partida de soldados que mandaré. Pero Araujo puede salvar fugándose de Goya y quiero que tú marches inmediatamente, matando caballos, para decirle a mi nombre que -sin pérdida de tiempo- huya de la provincia antes que mis soldados lleguen a Goya. Yo despacharé a la partida cuatro horas después de tu salida. Si no tienes recursos para este viaje rápido, te los proporcionaré.
- '"Salgo de aquí y parto José', contestó Pampín; 'nada me falta; traigo dinero, cuatro peones de confianza y diez caballos elegidos'.
"Se despidieron. Al abrir la puerta Virasoro para que Pampín saliese, todavía repitió el primero, en voz baja:
- "'¡Matando caballos, Gregorio! ¡Tu delantera será de cuatro horas únicamente!'
"Por menos que la vida de un amigo querido era capaz Gregorio Pampín de realizar aquella comisión; siempre que fuera para el bien, no tuvo tasa su generosidad ni su abnegación personal.
"Partió de Restauración a las tres de la tarde; a medianoche del siguiente día golpeaba en Goya la puerta de la casa-habitación de Araujo. No había descansado durante el viaje y calculaba haber ganado a la partida de soldados tres o cuatro horas más de las prometidas por Virasoro.
"Araujo dormía ya. Los golpes lo despertaron enfadado; pero el enfado tornóse en alegría cuando supo quién era el supuesto impertinente, a quien hacía en Río Grande.
- "'No hay tiempo que perder, tocayo'-, dijo Pampín al entrar en el dormitorio de Araujo, donde éste se vestía apuradamente para recibir a su amigo.
- "'¿Qué ocurre?'
"Pampín no contestó; cerró la puerta y, una vez solos, respondió:
- "'Vengo de Restauración, sin comer ni dormir, mandado por José Virasoro, para decirle que tome inmediatamente la fuga porque le ha ordenado Urquiza que lo fusile y cuatro horas después de mi salida debía despachar a la partida que lo capturará. José cumplirá la orden si usted no huye'.
- "'No se animarán los Virasoro a tocarme un cabello -contestó Araujo- porque saben que soy dueño del corazón que todo lo puede'.
- "'Póngase a salvo, tocayo; el mismo José Virasoro le aconseja y le pide, ahora, ya, sin perder minutos; si le falta dinero, yo traigo bastante; tengo un botero de absoluta confianza que lo llevará con seguridad a Santa Fe por la costa del Chaco'.
- "'No me muevo de aquí. José Virasoro no me asustará con la facilidad conque ha engañado a usted, tocayo. Tranquilícese; mi vida no corre ni correrá peligro'.
- "'Su terquedad no tiene fundamento; Vd. será fusilado. No me ha engañado José. Sálvese, tocayo, en estas horas libres que le quedan; mañana no habrá remedio'.
- "'Los Virasoro pretenden quedar solos en Corrientes y para eso inventan este peligro; pero yo los conozco y no les daré el gusto de verme lejos'.
"Pampín insistió y Araujo insistió también. Persuadido el primero de la inutilidad de sus esfuerzos, se despidió de su amigo con un abrazo y estas palabras:
- "'Hasta la eternidad'.
- "'Si Vd. muere mañana, tocayo', contestó Araujo, riendo.
"No obstante la fatiga postradora del viaje, Pampín no tomó el lecho, esperando en su casa el suceso para él seguro del día.
"La partida de soldados despachada por José Antonio Vírasoro entró en Goya -al mando de un oficial- en las primeras horas de la mañana, dirigiéndose al Cuartel.
"Gregorio Araujo oía Misa en aquel momento. Capturado en el templo, fue llevado a Restauración y allí fusilado.
- "'Escriba algún día este episodio de mi vida'-, me dijo don Gregorio Pampín cuando me lo refirió"(1).