La batalla de Pago Largo. Muerte de Berón de Astrada
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- Rosas y Echagüe
El 18 de Marzo de 1839, Juan Manuel de Rosas autorizó el ataque a Corrientes, pues Juan José Pascual Echagüe le remitió abundante documentación que probaba las alianzas del gobernador correntino con Fructuoso Rivera, los emigrados argentinos y los franceses.
Por otra Nota -ésta del 25 de Marzo de 1839- le confirmó la autorización y lo facultó para proveerse en Corrientes de todo -incluso de ganado- de forma de dejar satisfecho al Ejército. Prácticamente era el visto bueno para el saqueo...
Echagüe -antes de partir para Corrientes- lanzó una Proclama para exaltar el espíritu de sus hombres y es curioso ver que todo el peso de sus ataques recaían sobre Rivera; en cambio, a Berón de Astrada lo presentó nada más que como seducido en su sencillez por el abominable oriental.
El santafesino acampó -el 30 de Marzo de 1839- a corta distancia de Pago Largo, a orillas del arroyo Basualdo. Sus fuerzas -aguerridas y disciplinadas- ascendían a 6.000 soldados conducidos por jefes competentes.
A las órdenes del gobernador de Entre Ríos -jefe experimentado- presentábase en número respetable de soldados de las tres armas, bien equipados y pertrechados, con buenos jefes y oficiales en los Cuerpos, como que ese ejército sostenía los prestigios de Rosas frente al revoltoso Rivera y la escuadra bloqueadora de Leblanc.
Estas circunstancias convirtieron a las fuerzas armadas de Entre Ríos en las predilectas del gobernador de Buenos Aires, quien las erige en custodias de su poder. Si la fuerza era veterana, la oficialidad y jefes del ejército de Echagüe encarnaban la pericia militar de la época.
Este Ejército había sido reforzado por Rosas con un regimiento de caballería, comandado por Delgado (a) “Botija” y, otro, de Orientales, denominado “Fidelidad”, al mando de Servando Gómez; tenía, además, auxiliares indios del Chaco, llevados desde Santa Fe a las órdenes del cacique Lisali(1).
(1) Este cacique cayó prisionero en la batalla de Cagancha y fue mandado de regalo -por Rivera- como objeto raro, al rey francés, Luis Felipe. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Valientes por temperamento -como el soldado correntino- habíanse educado en numerosas campañas militares -en experimentación continua- y completado su instrucción técnica bajo las órdenes de jefes reputados.
Sin embargo, en principio la situación para el Ejército de Echagüe era difícil y peligrosa; tenía dos enemigos -separados- que podían atacarlo en combinación, por distintos lados; o mientras uno de ellos operase sobre él, el otro invadiría su provincia.
- Berón de Astrada
La actividad con que Pascual Echagüe se disponía a invadir la provincia obligó a Genaro Berón de Astrada a declararle la guerra -y también a Rosas- el 26 de Febrero de 1839; con anterioridad de dos días, publicó el presidente Fructuoso Rivera igual declaración, en su Cuartel General de Durazno.
Uno de los problemas más serios que se le presentó a Berón de Astrada fue la organización de su Ejército, pues había que llevar a cabo una instrucción a fondo de los bisoños reclutas que -en su mayoría- no poseían ninguna experiencia militar.
La instrucción de los casi 5.000 hombres reunidos en Abalos le fue confiada al coronel Manuel de Olazábal, el militar de más escuela con que se contaba, pues era veterano del Ejército de los Andes. El resto de los jefes y oficiales de la provincia -tanto veteranos como de milicias- no tenía más que instrucción teórica.
Pero también había otro problema muy serio y era el solapado trabajo llevado a cabo por los elementos que -en connivencia con el rosismo- fomentaban la deserción que -a principios de Marzo- era realmente alarmante.
Para poner coto a esto, el gobernador delegado, Juan Felipe Gramajo, ofreció el perdón general para quienes cumplieran con su deber y requirió al gobernador propietario que ratificara su resolución.
Después de la declaración de guerra a Rosas, el Ejército correntino dejó su campamento en Abalos para situarse en la línea limítrofe de las dos provincias en espera de la ofensiva de Rivera y de los pronunciamientos prometidos que iniciarían la campaña. Berón de Astrada se había situado en el Chañar -cerca del límite con Entre Ríos- avanzando luego hasta el Mocoretá.
El Ejército correntino se componía de cinco mil hombres, en su mayor parte de caballería miliciana reclutada y mal armada, integrada -en su mayoría- por inexpertos reclutas y oficiales improvisados que en gran cantidad ni uniforme tenían, llevando como única divisa una cinta celeste y blanca puesta en el sombrero con la inscripción “Ejército Libertador”.
Los únicos Cuerpos regulares de dicha armada eran los regimientos de “Granaderos a Caballo” y de “Rebajados”(2), éste mandado por López Chico, y todo él montado con caballos blancos. Solamente los veteranos de los dos únicos regimientos regulares citados tenían uniforme.
(2) Se dio al Cuerpo el nombre de “Rebajados”, porque lo componían soldados que ya habían hecho campañas o prestado servicios militares, que los rebajaban (exceptuaban) del servicio activo ordinario en los pueblos y Comandancias de campaña. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Dirigíanlo, además del coronel jefe Berón de Astrada -que mantenía el comando inmediato del regimiento de granaderos a caballo, su unidad preferida desde el período Atienza- varios distinguidos militares: el citado Manuel de Olazábal -guerrero de la Independencia- dirigía los numerosos escuadrones de la caballería irregular y valiente de la gesta civil.
Eran sus jefes inmediatos los generales Juan Vicente Ramírez y José López. En número de quinientos infantes esta arma estaba organizada con lo más selecto de la juventud correntina, bajo el mando del coronel Tiburcio Rolón que, a sus prestigios personalísimos, unía los de un abolengo tradicional.
Completaba el número de los jefes superiores Juan Bautista Ocanna -de origen francés- a quien se colocara en el mando de la artillería, compuesta de cuatro cañones y cincuenta hombres.
La artillería se reducía a tres piezas de campaña, servidas por una compañía de menos de cien hombres. La infantería contaba dos batallones y un total de 450 plazas, siendo el de mejor instrucción el “Libertos”, formado por negros y mulatos de la capital. La inmensa mayoría de los jefes y oficiales era inexperta en la guerra, improvisada por la necesidad.
Pocas eran las carpas en el Ejército: únicamente ciertos jefes las usaban, pero abundaban las carretas de los cuerpos, del parque y del comercio. A falta de uniforme, en los batallones y regimientos (los veteranos lo llevaban) tenía la tropa -como divisa- una cinta celeste y blanca puesta en los sombreros con esta inscripción impresa: “Ejército Libertador”.
- Berón de Astrada en los campos de Pago Largo
En tanto, el gobernador correntino -que continuaba esperando en vano a sus aliados- se situó el 29 de Marzo de 1839 en la planicie que se extiende al sur del Departamento Curuzú Cuatiá y que lleva el nombre de unos de sus arroyuelos: Pago Largo.
Al sudoeste de Curuzú Cuatiá, junto al camino a Entre Ríos -entre el Mocoretá y el Basualdo- se encuentra la extensa quebrada de Pago Largo. Sus espesos espinillares y los arroyos que la cruzan hacíanla propicia a los acontecimientos de la época, razón por la que en ella acampa el denominado “Ejército Libertador”.
Esas tierras, con espesos montes de espinillos y surcadas por zanjones que servían de desagüe a los arroyos próximos, pertenecían a José Gabriel Casco y Mendoza -luego de Justo Villar- y estaban ubicadas cerca de la banda sur del arroyo Pago Largo, sobre el camino de la “Cuchilla Larga”, que era la principal vía de comunicación con Entre Ríos.
El 30 de Marzo de 1839 acampó Berón de Astrada en las tierras de José Gabriel Casco y Mendoza, ajeno a la pasividad del aliado, insospechando la ofensiva de Entre Ríos.
El gobernador correntino se acercó a la frontera, sorprendiéndose con la noticia de que el enemigo -a orillas del Basualdo- lo amenazaba con una derrota presumible por su número, su mejor armamento y sus tropas veteranas, mientras Rivera permanecía en silencio, habiendo sus fuerzas dejado avanzar sin molestar al Ejército rosista.
A sus espaldas tenía -el ya mencionado arroyo- de estrecho y fangoso paso y los montes fragosos del río Mocoretá; a su frente quedaba la extensa “Cuchilla Larga”, con llano dilatado al pie, interrumpido al este por un arroyuelo y, al sudoeste, por las puntas del arroyo “Tres Cruces”.
Había pues una incontrastable inferioridad de número, calidad y armamento entre el "Ejército Libertador" y las tropas rosistas. Sólo el factor del entusiasmo íntimo y excelso, del sacrificio voluntario, podría torcer el cálculo de las posibilidades en el inminente combate.
Tal era el "”Ejército Libertador”. Entusiasta pero mal armado y apenas disciplinando, no podía desarrollar las virtudes innatas de la raza, de valor y constancia, sin que divisiones veteranas multiplicasen la cohesión de sus filas.
Cuando llegó allí, supo (Berón de Astrada) que el enemigo se encontraba en la costa del arroyo Basualdo y despachó en observación de él al jefe de vanguardia, coronel Vicente Ramírez, con 1.500 hombres de caballería.
Un “Manifiesto del Gobierno de Corrientes a los Gobiernos y Pueblos de la Confederación Argentina” puso de manifiesto las poderosas causas de la resolución.
El texto de la declaratoria fue el siguiente:
“Art. 1.- Se declara la guerra a las personas de los brigadieres Juan Manuel de Rosas y Pascual Echagüe: aquél, gobernador de la benemérita provincia de Buenos Aires; y éste, de la de Entre Ríos”.
- Traición de Rivera
El teatro primero de las operaciones militares de las fuerzas aliadas debía ser la provincia de Entre Ríos. El gobernante correntino -antes que la ofensiva inmediata- buscaba el contacto o la incorporación con el Ejército del general Rivera -de la Banda Oriental- que en ejecución del Tratado de Alianza había declarado la guerra a Juan Manuel de Rosas el 13 de Marzo de 1839.
Los emigrados argentinos y los comprometidos a levantarse en Buenos Aires y en el Litoral (según promesas de la Comisión Argentina) producirían -simultáneamente- movimientos que entorpeciesen o distrajesen a Juan Manuel de Rosas, a fin de aislar a Echagüe, batirle los aliados y dominar enseguida Entre Ríos y Santa Fe.
Pero el presidente uruguayo no se movía. Olvidando que sumar los ejércitos aliados era asegurar la victoria, da lugar a la lucha en detalle, precisamente la que deseaba Echagüe, al avanzar -sin instrucciones de Rosas- sobre Corrientes.
Esperábalas Berón de Astrada del Ejército oriental o de los emigrados argentinos de Montevideo, pero el destino señalaba en forma perentoria la hora del sacrificio. Las tropas, bisoñas iban a luchar contra la eficacia de la técnica.
Rivera no se movió ni atendió las reiteradas reclamaciones del gobernador de Corrientes; los emigrados tampoco se movieron; ningún síntoma de reacción se produjo en el país; la Comisión Argentina no daba señales de vida. Sólo Berón de Astrada estaba en el escenario.
“Ninguna sola voz contestó, del Plata a los Andes, al grito valeroso de redención lanzado por la inerme provincia de Corrientes; ni un solo argentino fue a incorporarse a sus filas. Ante la actitud inconscientemente heroica de un pueblo varonil, que solo y en nombre de la dignidad humana reivindicaba los derechos de todos; todos sintieron miedo y perdieron hasta la última esperanza de libertad”(3).
(3) Bartolomé Mitre. “Ayerecó Quahá Catú” - “Una Provincia Guaraní”, artículo publicado en el diario “La Nación” del 14 de Julio de 1878; y, en folleto, editado por varios correntinos. Imprenta de “La Nación” (1878). // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
- Echagüe toma la ofensiva. El avance de la vanguardia rosista
Al favor de aquella pérfida inacción de Rivera -y culpable de los demás- Echagüe resolvió tomar la ofensiva sobre las bisoñas tropas correntinas, cuyo jefe no esperaba ser atacado por confiar en que la amenaza del aliado detendría al enemigo.
El avance simultáneo de los ejércitos -de Genaro Berón de Astrada y de Pascual Echagüe- sobre la frontera común -la línea del Mocoretá- hacía impostergable el choque.
Mientras Berón de Astrada quedó en Pago Largo -esperando el avance de Rivera y los emigrados- para encerrar entre dos fuegos a Echagüe, éste, estimulado por la inacción del caudillo oriental y sus aliados, que ni siquiera se habían acercado a las márgenes del río Uruguay y sabiendo de la poca organización militar de los correntinos -además de la escasez de armas y municiones que tenían- decidió atacar sin dilaciones, aprovechando la favorable oportunidad que se le presentaba para deshacerse de sus enemigos antes de que unieran sus fuerzas.
Corrientes, sola, frente a todo el poder del régimen rosista, iba a sostener con brazo de valiente su bandera de ideal. Veamos la página de su fecundo sacrificio.
- El desastre de Pago Largo
Ramírez no dio aviso del peligro. Echagüe se movió con las primeras luces del día 31 de Marzo de 1839, marchando hacia el norte con rapidez -en tres columnas paralelas- por el camino interprovincial antes nombrado; él mandaba la columna de la izquierda; Justo José de Urquiza, la derecha; el oriental Servando Gómez, el centro.
El avance fue observado por la vanguardia correntina -al mando del general Ramírez- que retrocede a ponerse en contacto con el Ejército y poner en conocimiento de Berón de Astrada la inminencia del ataque.
A poca distancia, las avanzadas descubrieron a la vanguardia correntina y se produjo un tiroteo, replegándose rápidamente los últimos para unirse al grueso de su ejército que estaba a dos leguas. En esa disposición, los rosistas arrollaron fácilmente a Ramírez, que se retiró en desorden.
A las 13:00, en circunstancias que el Ejército correntino se disponía a comer, el primer parte de la vanguardia anunció la proximidad del enemigo y, poco después, ya se sintió el fuego sostenido.
Berón de Astrada tuvo que adoptar rápidas medidas por lo sorpresivo del ataque. Era mediodía y las tropas se disponían a comer, agobiadas por el sol y el calor.
Pasado el primer sofocón, el gobernador correntino dispuso sus fuerzas adoptando la clásica formación de la época: al centro la artillería de campaña y no más de cien hombres -al mando del francés Bautista Ocanna, antiguo oficial napoleónico- apoyada por 450 infantes mandados por Tiburcio Rolón.
Sobre los flancos, dos grandes masas de caballería armadas con cañas tacuara enastadas con cuchillos y tijeras de tusa; la derecha de la caballería era mandada por Manuel de Olazábal; el centro por Berón de Astrada; y la izquierda por López Chico.
Con apuro se pusieron en movimiento las tropas y el jefe del Estado Mayor tendió la línea de batalla. Fue ella recta (de Este a Oeste) de fila doble, con la infantería al centro, la caballería en las alas y la artillería un poco adelantada del centro y por él sostenida.
Estaba en la planicie, teniendo la extrema izquierda de la izquierda un arroyuelo al frente; Berón de Astrada ocupaba el centro; De Olazábal mandaba la derecha; y López “Chico” la izquierda. Era un día de sol y de calor desesperante.
Avistados los correntinos, Echagüe dispuso el orden de batalla ordenando a Urquiza y Gómez que conservasen el que traían y que guiasen sus movimientos en el acto de la carga por el que verificase la izquierda.
El General en Jefe de los entrerrianos tomó la iniciativa en el ataque y sus generales le siguieron. Berón de Astrada también lanzó su caballería al ataque, pero fue contenida y rechazada por los entrerrianos, superiores en número y disciplina, siendo acuchillada y dispersada.
La vanguardia correntina desordenada se replegó sobre la derecha, desconcertándola. El enemigo desplegó sus columnas en batalla, en la misma colocación que traían, a distancia de quince o veinte cuadras; adelantó luego sus alas -como para flanquear- y acortó distancia su centro, donde iba la infantería.
La corta distancia que había entre los dos ejércitos y la rapidez con que la vanguardia rosista -al mando de Urquiza- avanzó y atacó, apenas permitieron a Berón de Astrada preparar un plan de resistencia, organizando su línea de batalla con Rolón y Ocanna en el centro y dos grandes divisiones de caballería, a las órdenes de Olazábal, en las alas.
La artillería correntina -mandada por “musiú Bautista” enviaba descargas a bala rasa y metralla sobre el centro enemigo, pero el ala izquierda fue deshecha por la división de Urquiza. Este, luego, ante el dudoso resultado del combate en el centro y la izquierda rosista, acudió en su apoyo y decidió el éxito de la acción.
Manuel de Olazábal se retiró apresuradamente del campo de batalla -siguiendo a sus desbandadas fuerzas- y López “Chico” y Ramírez hicieron otro tanto, sin que la reserva -que se encontraba a retaguardia- entrara en la lucha.
La reserva -al mando de López- en vez de proteger el desbande y reorganizar los dispersos escuadrones, toca retirada y se aparta del combate sin haber tomado parte en la batalla. Esta actitud inexplicable, en un jefe valiente como el general José López, decidió la derrota.
Pero así como se registraron estos actos realmente vergonzosos, también campeó el heroísmo de la artillería -que perdió a su jefe- y de la infantería. El batallón de Rebajados luchó denodadamente contra los indios auxiliares chaqueños del Ejército entrerriano.
- Berón de Astrada halla la muerte y mutilan el cadáver
A su vez, Berón de Astrada se batió heroicamente con sus Granaderos a Caballo y -según la tradición- se pretendió salvarlo, aconsejándosele la fuga, que huyera, porque ya no había esperanzas de frenar la derrota, pero el valiente contestó -dirigiéndose a uno de sus ayudantes, el capitán Justino Silva-: “Seguid vosotros; yo he venido a vencer o a morir”.
Y la muerte fue lo que halló, falleciendo como la esperanza de una raza en el “entrevero” tradicional de las últimas cargas(4), aunque las versiones de cómo la halló han sido encontradas(5).
(4) Según referencias en la “Historia de la República Argentina (su Origen, su Revolución y su Desarrollo Político hasta 1852” (1883-1893), p. 492 (diez tomos) de Vicente Fidel López, del cuerpo de Berón de Astrada se sacó una lonja de piel para confeccionar una maniota. Sobre el asunto se ha publicado en la “Historia de Entre Ríos” de B. T. Martínez, una interesante aclaración, excusando de responsabilidad al general Urquiza. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde el Tratado del Cuadrilátero a Pago Largo)”, capítulo XXVI.
(5) Hay consenso casi general entre los historiadores que se han ocupado de Pago Largo, de que Berón de Astrada fue muerto a lanzazos en las postrimerías de la batalla. Pero sobre lo que hay dudas es con respecto a sus últimos momentos. Muchas versiones circularon en la época y se hicieron tradición, aunque nunca pudieron probarse fehacientemente:
* “El Drama de Pago Largo” recuerda lo que el coronel Cecilio Carreras relató a su hijo, Honorato Carreras: “El gobernador Berón de Astrada -uno de los últimos en retirarse- fue conducido por sus edecanes sobre su montado y parecía encontrarse malherido o que fue víctima de un narcótico, siendo fácil a los enemigos -por esa circunstancia- darle alcance y martirizarlo en la forma que es de pública notoriedad”.
* Hasta se llegó a decir que había sido envenenado, pero creemos que esa versión es insostenible. Es muy dificil -casi diría imposible- que haya sido narcotizado o envenenado, pues en un combate que fue un terrible entrevero, donde nadie daba ni pedía cuartel, no debe haber tenido un momento de respiro para poder tomar un poco de agua, ni siquiera haber pensado que tenía sed. Y si la hubiera bebido antes de comenzar la lucha, no hubiera tardado casi cinco horas -que fue lo que duró la batalla- para hacerle efecto la droga suministrada. Lo que es posible es que estuviera herido y de allí que lo tuvieran que ayudar sus edecanes a mantenerse sobre el caballo (Antonio Emilio Castello. “Pago Largo” (Junio de 1973), en “Todo es Historia”, Nro. 74, p. 69).
* En su comunicación a la Legislatura del día 2 de Abril de 1839, el gobernador delegado Juan Felipe Gramajo dio cuenta del Parte recibido del coronel Manuel de Olazábal y transcribió lo que le decía éste sobre la muerte de Berón de Astrada: “Participa -también- que según todos los Informes que ha podido adquirir de los húsares que servían de guardia al Capitán General, éste ha fallecido desgraciadamente a consecuencia de una rodada que dio en su fuga y en la que no pudo absolutamente ser socorrido”. (Provincia de Corrientes, Ley Nro. 732, “Compilación Documental extraida de los Archivos Argentinos y Uruguayos”, tomo III, pp. 19-20). // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
El cadáver de Berón de Astrada fue mutilado, cortándosele una oreja y sacándole la lonja de la espalda para maniota(6).
Ver: La manea
(6) El inglés Etgoodman (a) “García”, prisionero durante las invasiones británicas, después mayordomo de Brittain en una estancia de Cala, fue quien cortó la oreja al cuerpo del gobernador de Corrientes y la clavó en el carretón de Urquiza (tradición conservada en Corrientes; me la confirmaron, don Julián Grané, soldado del Ejército de Lavalle y capitán de Garibaldi, en San Antonio; y Nemecio González, oficial de la “Guardia Republicana” en Caá Guazú).
* Un oficial de apellido Calventos -jefecillo o caudillejo engreído- de la costa del Uruguay, de los que servían al paladar de Urquiza y por ende gozaba de su desmedida protección, fue el que sacó o mandó sacar la tira de piel del cuerpo del gobernador sacrificado. Hizo de ella, Calventos, una “manea” con argollas y virolas de plata la que (según referencias) fue regalada a Urquiza.
* Completa la información sobre aquel hecho sin igual y otros, el siguiente documento: “En este campo -de la propiedad de Justo Villar, antes de José Gabriel Casco y Mendoza- lugar en que se libró la batalla de Pago Largo, a los 30 días del mes de Marzo de 1890, a pedido del doctor Manuel F. Mantilla, declaro yo, Juan Bautista Botello que, tres días después de la batalla de Pago Largo, siendo yo un joven como de 15 años, vine al lugar de la acción con mi padrastro. El campo estaba cubierto de cadáveres, en grupos más o menos grandes; había muchos degollados y también mujeres degolladas; en la costa del arroyo Pago Largo ví muchos muertos. Como a tres cuadras de la casa de don Anacleto Borda, hacia el sur y en dirección de las “Tres Cruces”, se hallaba el cuerpo del gobernador Berón de Astrada y el del coronel Navarro, ambos sobre un cuero de garras; los dos estaban completamente desnudos. El de Berón estaba boca abajo: un cuerpo muy blanco, sin una oreja y notándose que le habían sacado una lonja como de cuatro dedos de ancho, desde la raíz de la nuca hasta la rabadilla. Y no sabiendo firmar, en prueba de verdad, lo hace por mi don Victoriano Gauna, ante los testigos, coronel Irinarco Ramírez y José María Gauna. Firmado: V. Gauna. Irinarco Ramírez. José M. Gauna”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Con el jefe de la cruzada perecieron el coronel Rolón; el comandante de Las Ensenadas, Anselmo Paredes; el de San Miguel, Pedro Antonio Montenegro; los tenientes Luis Acuña, Domingo Tambatay, Valentín Virasoro, Manuel A. Valle]os (de General Paz); el capitán Juan Bautista Paniagua; y cien otros nombres que no conserva el documento escaso, deficiente.
Ya sólo resistía -al empuje tesonero del atacante- el centro correntino, donde Berón de Astrada con sus granaderos, Rolón con sus infantes -la flor y nata de la juventud- y Ocanna con sus diezmados artilleros, sostenían un combate cuerpo a cuerpo, sin cuartel, sin perdón, como si todas las furias desencadenadas moviesen los brazos infatigables.
Como reserva quedaba la división del general López. Pisando los pasos a Urquiza, las otras dos columnas del ejército entrerriano se presentaron y la línea de batalla se abrió entre los espinillares de la región.
Los correntinos tomaron la iniciativa del ataque por impulso brioso y no conforme a la pericia militar; carecían de dirección entendida. Entonces, Echagüe lanzó sobre ellos sus Cuerpos con ímpetu valeroso.
La derecha flaqueó pronto; el centro rechazó la carga; la izquierda -antes de chocar, viendo conmovida la derecha- cometió el error de correrse por la retaguardia de la línea para sostener el costado comprometido cuyo desbandamiento la envolvió en la derrota.
Cinco horas de lucha encarnizada duró la batalla. El centro correntino, pleno de entusiasmo, llegó a quebrar la resistencia enemiga en su centro pero Urquiza -habilidoso- en dos demoledoras cargas de su caballería, destrozó ambas alas de la línea del frente correntino.
Urquiza entró con facilidad por la que fue izquierda correntina; atacó a ésta por la retaguardia, al mismo tiempo que la deshacían los derrotados de Olazábal; incluso él y las dos alas del Ejército rosista echaron sobre el arroyo Pago Largo la masa informe de la caballería correntina, que disparaba en tropel despavorido.
Sólo el regimiento Rebajados peleó denonadamente con la indiada chaqueña, haciendo en ella grandes estragos y salió hecho del campo por el flanco derecho.
- Una horrible carnicería, a lanza y a sable
La matanza fue terrible. Los entrerrianos no hacían prisioneros. Al que quedaba rezagado lo lanceaban o lo acuchillaban sin conmiseración. Un grupo de doscientos correntinos que ya había conseguido pasar al norte del arroyo Pago Largo, muerto de cansancio y rodeado por la caballería enemiga, se rindió y en el acto fueron pasados a cuchillo. Otro grupo, de alrededor de cuatrocientos, que se rindió en un montecillo, fue quintado y pasado a degüello.
Los rosistas no tomaban prisioneros: mataban. En el arroyo hicieron la más horrible carnicería, a lanza y a sable, a más de muchísimos que perecieron ahogados, despeñados en los barrancos o sumidos y apretados por cuerpos de hombres y de caballos en el fango del único paso transitable.
La infantería entretanto, continuó la lucha hasta quedar completamente sola y sin esperanzas de protección. Muertos Berón de Astrada, Rolón, Navarro, los jefes inferiores y casi todos los oficiales, los restos de los Cuerpos y de los artilleros, formaron cuadros, abandonaron los cañones y se retiraron hacia la parte del arroyo que daba más cerca de los bosques del Mocoretá, al flanco derecho retirado del lugar donde había cargado la persecución.
Muchos derrotados -a pie y a caballo- se les incorporaron, buscando protección de ellos. El grupo más pequeño, de unos doscientos hombres más o menos, rendido de cansancio y rodeado por la caballería de Urquiza, al norte ya del arroyo, se entregó y en el acto fue todo él pasado a cuchillo.
El otro -hostilizado desde la distancia- pasó fácilmente el arroyo y penetró en el monte; postrado de fatiga y sediento descansaba en un abra, cerca de una lagunita, a distancia de tres cuartos de legua del campo de batalla cuando, de improviso, se vio con el enemigo encima, de cuyas filas se adelantó un jefe, Raña, gritando en guaraní: “Ríndanse paisanos; de lo contrario, todos perecerán”. En aquellos momentos se ponía el sol. Los más se inclinaron a entregarse; los que se opusieron, dispararon(7).
(7) Mi amigo, Victorio Gauna, de los rendidos entonces, reliquia para mi querida, de los tiempos heroicos de Corrientes, me decía un día, hablando de la rendición aquélla: “Estábamos tan cansados y éramos tan chambones que non entregamos a la hora en que el sol ya entraba, teniendo cerca el monte donde habríamos salvado, al amparo de las sombras de la noche; nos faltaron fuerzas físicas para resistir un poco de tiempo más; el gran desastre nos tenía desconcertados y también influyó en nosotros la circunstancia de que nos intimasen -rendición, en guaraní- porque supusimos que el jefe era algún paisano bien intencionado”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Tomadas las armas por el enemigo, los prisioneros -en número de 400 largos- fueron conducidos al campamento del vencedor quien los quintó el día a degüello. La victoria rosista fue sangrienta y cruel por la salvajez de los triunfadores.
Sobre el campo de batalla y en sus proximidades sucumbieron 1.960 correntinos, entre ellos 60 jefes y oficiales; de los prisioneros tomados cuando la ferocidad ya se hartó de carnicería, fueron degollados 800(8), sin perdonar jefe ni oficial.
(8) El prisionero de Pago Largo, Victorio Gauna, me ha referido lo siguiente: “Desde el abra donde nos rendimos; los infantes fuimos llevados al campamento de Echagüe, ya de noche. Nada podíamos ver. Dormimos esa noche atados y con centinelas. Al día siguiente contemplamos los rastros de la degollación de la tarde anterior; los cuerpos de los degollados, sin cabezas, muchísimos, se encontraban entre nosotros o a nuestra vista; muchos de ellos tenían agujeros en la parte inferior de la pierna, cerca del talón, con cuchillo y, en ellos, metidos cabestros que sujetaban caballos. A nosotros nos formaron esa mañana para el degüello; principiaron de una punta, contaban hasta diez y sacaban al que le tocaba ese número y le cortaban la cabeza -acostado o parado- según la habilidad del degollador; cuando llegaron a la otra punta principaron otra vez ésta, en sentido contrario a la cuenta anterior. Muchos jefes y oficiales presenciaban la degollación y se reían cuando algunos cuerpos sin cabeza daban saltos o cuando alguna cabeza movía los ojos. Esa mañana, antes del degüello, vino adonde estábamos los prisioneros un oficial entrerriano, de apellido Calventos, con una larga tira de cuero blanco, que sobaba con empeño y, haciendo gala de su entretenimiento, nos miraba, nos mostraba el cuero y nos decía, riéndose: ‘Este es el cuero del salvaje unitario Berón de Astrada’. No se enterró ni se quemó ningún cadáver; los cuerpos quedaron tirados en el campo. El ejército marchó hasta Curuzú Cuatiá y cuando -quince días después- pasamos otra vez, los prisioneros salvados por el campo de batalla, de ida a Entre Ríos, donde nos mandaron, desde más de una legua de distancia no se aguantaba el mal olor de los cadáveres podridos; todo el campo estaba lleno de perros, zorros, gatos monteses, caranchos, cuervos y otros bichos y moscas que comían los cuerpos. El año 1843, después que don Joaquín Madariaga libertó la provincia, yo y otro compañero juntamos los huesos de los que murieron y los enterramos en el lugar donde puse la Cruz que está en Pago Largo”.
Para más detalles, el lector puede ocurrir al artículo “La Cruz de Pago Largo”, del libro del doctor Manuel Florencio Mantilla: “Páginas Históricas”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Quedaron en poder de Echagüe un estandarte, 500 fusiles, 1.500 lanzas, 360 tercerolas, casi igual número de sables, 6 carretas de comunicaciones, más de 4.000 caballos, el archivo de campaña del gobernador y todos los vehículos del ejército y del comercio que le seguía.
- ¿Quién fue el promotor de esta horrible matanza?
Luego del combate vino el degüello de los prisioneros: de 1.250 fueron muertos 800 y sólo quedaron con vida 450. ¿Quién fue el promotor de esta horrible matanza? Echagüe era el General en Jefe, pero el dedo acusador de los correntinos se dirigió a Urquiza.
Con respecto a Echagüe dice Valerio Bonastre:
“De consecuencia invariable a la política del Dictador, no adquirió en Corrientes la fama siniestra de los grandes malvados porque su temperamento y su cultura le vedaban entregarse a los excesos tan comunes en los hombres que aceptaron de buen grado sostener el sistema imperante en el país (...).
“En cuanto a Urquiza, el argumento cambia de especie. La provincia toda le señaló como autor de la masacre del día 31 de Marzo y continuó con juicio unánime, responsabilizándolo por varias generaciones”(9).
(9) Provincia de Corrientes. Ley Nro. 732. “Literatura sobre Pago Largo”, pp. 42-43. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
Si recordamos las matanzas de prisioneros que siguieron a los triunfos urquicistas en Vences, en Caseros, no será difícil invidualizar al autor de la orden de degüello en Pago Largo.
Si la matanza no fue mayor se debió a que Echagüe -enterado de lo que estaba sucediendo- ordenó la inmediata suspensión de las ejecuciones y es indudable que llegó a impresionarlo profundamente esto, porque se atrevió a denunciarlo ante Rosas y este cargo Urquiza en vano trató de levantarlo(10).
(10) Provincia de Corrientes. Ley Nro. 732. “Literatura sobre Pago Largo”, pp. 43-44. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
- La provincia queda desarmada y sometida incondicionalmente
Inmediatamente de su triunfo, Echagüe envió a Rosas un Parte circunstancial de la batalla(11), así como por conducto del capitán de artillería, Marcelino Martínez, el estandarte quitado al Ejército correntino.
(11) Se publicó en la “Gaceta Mercantil” de Buenos Aires, Nro. 4.752 del 27 de Abril de 1839. En el número 4.735 ya se habían adelantado noticias del triunfo por comunicaciones del gobernador Estanislao López, de Santa Fe. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde el Tratado del Cuadrilátero a Pago Largo)”, capítulo XXVI.
Rosas premió con una medalla militar aquella matanza espantosa(12).
(12) La medalla de Pago Largo es oval. En la parte superior del campo del anverso tiene esta inscripción: “Valiente defensor en los campos del Pago Largo, de la libertad de la Confederación Argentina y de la Independencia Americana”. En la inferior hay una pequeña corona y un trofeo de cuatro banderas. Cubre los bordes, corona y cerrada de laurel. El reverso lleva, entre laureles y palmas en forma caprichosa, en la parte superior del campo, el ovalo central del Escudo argentino coronado por sol radiante; debajo esta inscripción: “Marzo 31 de 1839. El Gobierno de la Confederación Argentina al Patriotismo y al Valor”; después de la inscripción, palma y laurel; y el todo, en medio de corona de laurel puesta sobre los bordes.
Se dio medalla de oro a los generales; de plata, a los jefes y oficiales; de latón, a la tropa; todas, con cinta roja. // Todo citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, parágrafo 145. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Un mil novecientos sesenta muertos, entre ellos ochenta y tres jefes y oficiales, constataron la energía de la defensa y el encono de la represalia. Ningún oficial fue hecho prisionero. Apenas si cuatrocientos cincuenta soldados, en tal carácter, fueron a aumentar los escuadrones rosistas.
En cuanto al botín: quinientos fusiles, mil quinientas lanzas, 360 tercerolas, caballadas, archivo, etc. todo pasó a poder del vencedor.
Corrientes quedó desarmada y sometida incondicionalmente, mientras sus vencedores adornaron sus pechos con premios que el Gobierno de Rosas estableció por decreto del 26 de Abril de 1839(13).
(13) Véase Decreto en el Registro Nacional, tomo II, p. 401. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde el Tratado del Cuadrilátero a Pago Largo)”, capítulo XXVI.
La tradición local pone en la página de Pago Largo la más cruel represalia por parte del vencedor y sostiene que el combate fue seguido de la muerte de los prisioneros por la división del general Urquiza, mientras las bandas de guerra sonaban sus dianas.
El historiador Hernán F. Gómez dice que ha buscado el documento que confirme esa voz del pueblo vencido y no lo ha hallado en los Archivos de la provincia. La voz severa documentada alude a la diezmada de los prisioneros(14), pero no a la muerte en montón, irregular, sin el concepto de castigo de la bárbara diezmada antigua.
(14) Se contaba hasta diez, dándose muerte a éste. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde el Tratado del Cuadrilátero a Pago Largo)”, capítulo XXVI.
Claro está que esta misma resulta monstruosa, pero no explica la desproporción de bajas entre los ejércitos que lucharon. El general Echagüe, en carta a Rosas(15), haciéndose eco de los trabajos de intriga que minaban las fuerzas correntinas, dice:
“Quiero persuadirme que el ejército del traidor Berón estaba disgustado, y lo cierto es que jamás han combatido con más decisión los correntinos, que muchísimos querían antes morir que rendirse.
“De aquí resultaba -agrega- la gran mortandad que han experimentado. Además, un solo hombre hemos tenido pasado”.
(15) Del 16 de Abril de 1839. Archivo General de la Nación. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde el Tratado del Cuadrilátero a Pago Largo)”, capítulo XXVI.
Lo indudable fue el afán de escarnecer la memoria de las víctimas. Con la carta aludida, el vencedor le envió a Rosas el estandarte del Ejército correntino y un curioso presente:
“Con Viana -le dice- le remito la casaca de Berón, para que se la ponga a algún Judas y lo haga quemar...”.
A su vez, en carta del 13 de Abril de 1839 le decía lo que había hecho o pensaba hacer con los prisioneros:
“De los prisioneros correntinos se han muerto de las heridas sesenta y tantos y después del Parte como a cincuenta he largado; ochenta y tantos incorporé a nuestra infantería y del resto ordeno a mi delegado (en el Gobierno de Entre Ríos) que remita a disposición de usted ciento; y a más los oficiales para que usted les dé el destino que le parezca. El resto lo mando hacer trabajar en las obras públicas de la capital”(16).
(16) Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde el Tratado del Cuadrilátero a Pago Largo)”, capítulo XXVI. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
El 6 de Junio de 1839 comunicaba que agregó los prisioneros a la infantería.
Según el segundo Parte de Echagüe a Rosas, del 5 de Abril de 1839 -más detallado que el primero del 31 de Marzo- los correntinos tuvieron más de 1.960 muertos, entre ellos el gobernador Berón de Astrada, los coroneles Rolón y Navarro y 81 jefes y oficiales más.
Además dejaron 450 prisioneros, 500 fusiles de infantería, 1.500 lanzas, 360 tercerolas, 1.300 sables, 6 carros con municiones de infantería, de artillería y de caballería, todo el bagaje del Ejército y el archivo del General en Jefe.
Los entrerrianos tuvieron solamente 55 muertos, entre ellos cinco oficiales, 104 heridos, 8 de ellos oficiales.
Los documentos del Archivo General de la Nación -emanados de Rosas- sobre el asunto, de valor histórico, son tres: el 19 de Abril de 1839 felicita a los jefes y oficiales de Echagüe por la victoria, comunica haber recibido el estandarte y avisa enviar impresos y cincuenta onzas de oro para los Gastos de la campaña; habla también de la desunión de los enemigos, es decir, de Rivera, los unitarios y las fuerzas francesas del bloqueo.
El segundo documento es del 15 de Mayo de 1839, en el que felicita oficialmente por la victoria de Pago Largo, por haber “... castigado a los pérfidos, traidores y cobardes que, seducidos por los infames unitarios, etc. ... olvidaron cuánto debían: su honor, juramentos y patria”.
El tercero es la carta a Echagüe del 22 de Mayo de 1839, en que declara “ver bien se ponga en libertad a los prisioneros del día 29...”; correlacionándose los documentos emanados de Rosas con los de Echagüe, se encuentra en el último una oficiosidad subalterna que -no por humana- deja de ser menos objetable.