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La obra de los franciscanos misioneros. La guerra de 1865 acrecienta la devoción

- El culto de Nuestra Señora de Itatí. El templo del Padre Alegre y sus reformas

Como los círculos que engrandecen su radio en el estanque cuando la piedra da en su cristal maravilloso, el culto de Nuestra Señora de Itatí -abierta la era de paz interior- fue ganando los corazones y las voluntades.

El templo magnífico del Padre Alegre(1) fue una obra de arte para aquella mitad del siglo XIX, sin obreros especializados, trabajándose bajo la dirección personal de su constructor, que hasta hizo la cal necesaria con las piedras calizas del lugar(2).

(1) El doctor Martín de Moussy decía, en 1856, que este templo era el mejor y más sólido de la provincia de Corrientes. Iniciado en 1853, no fue la única obra de arte del Padre Alegre. Dotó también al pueblo de un buen cementerio, a tres cuadras de la plaza, construyéndose en él una capillita, en que se conservaba la primera Cruz del primer cementerio de la población. En cuanto al templo, mantuvo los delineamientos generales del anterior, de 1827, al decir de los antiguos.
(2) El 16 de Julio de 1938, estando ya a cargo de los Hijos de Don Orione el Gobierno de la Parroquia de Itatí, se colocó la piedra fundamental de lo que será un colosal Santuario a la Virgen. Humildes son los orígenes del Venerable Santuario.
* El primer Oratorio lo fundó fray Luis de Bolaños, en 1589, en un lugar llamado Yaguary.
* La segunda capilla se constituyó en la elevada barranca “La Galería”, resguardada por grandes piedras blancas.
* La tercera, se inauguró en 1620.
* Cuatro años después, en 1624, fray Juan de Gamarra concluyó el cuarto templo que, como los anteriores, era de barro y de paja.
* Fray Antonio José de Acosta comenzó el quinto -en 1768- y, once años más tarde, el obispo ordenó la venta de algunas alhajas de la Virgen para el techado de una de las naves de la Iglesia.
* Otros tres edificios fueron comenzados, pero no se llegaron a concluir. En 1785, fray Juan J. Pérez erigió el sexto templo.
* En 1811, se construyó el séptimo, que se sostuvo hasta 1853.
* En ese año, fray Juan Nepomuceno Alegre levantó el octavo templo, que debió reconstruirse varias veces al desplomarse sus paredes.
En 1917, comenzó a construirse el Camarín de la Virgen y, en 1930, se iniciaron nuevas obras, que no prosperaron. El gran templo siguió sin concretarse hasta que, finalmente, el 16 de Julio de 1938 se colocó la piedra fundamental de la colosal actual Basílica.
// Todo citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

Este octavo templo tenía una longitud de 45 varas, un ancho de 10 y una altura de 9 y 1/2 metros. Junto a la edificación baja y modesta del poblado, daba siempre la sensación de espacio de las iglesias cristianas, que es posible no la experimentasen los peregrinos de las grandes ciudades.

Consistió aquella iglesia en un gran recinto cuadrangular, de grandes paredes anchas, hasta de metro y medio, con un techo a dos aguas. En el frente, dos pequeñas torres, siguiendo la línea de las grandes paredes, tenían su bóveda y, en la parte superior, las cruces correspondientes.

Apenas transcurrida una década, el Padre Palacios, virtuoso franciscano y gran latinista, a cargo de la Parroquia de Itatí, se puso al frente de los trabajos para imprimir al templo un mayor sello de grandeza.

Dirigió la reforma el constructor Grosso y, en 1873 quedaba la obra terminada; se sustituyó el techo de dos aguas por una bóveda y se rehicieron las torres, colocándoseles en la parte superior las viejas cruces de la iglesia del Padre Alegre.

Las reformas continuaron con el aporte de los fieles de todas partes. El presbítero Antonio de Obieta hizo consolidar la bóveda, que tiene más o menos un metro de espesor, luego recubierta externamente de cinc.

Durante el Curato del Padre Teodoro J. Cuchem, realizáronse varias mejoras. Entre otras, en 1891 se inauguró el Altar Mayor, de estilo gótico, fabricado en Paraná por Carlos Piebernat y dorado en Itatí por Juan Devat y Valentín Remetría.

En 1892 se colocaron dos altares laterales -del mismo estilo que el anterior- y se arregló, decentemente, el viejo Camarín de la Virgen que, de nuevo, antes de terminar el siglo XIX, fue rehecho y abovedado con buen gusto.

El templo del Padre Alegre tenía un pórtico monumental, sobre cuatro grandes columnas de orden jónico, sobre las que descansaba, con esa base, de todo el frente de la construcción, un triángulo perfecto. Su vértice superior estaba al nivel de la bóveda de la nave central.

Razones de tiempo y el deterioro del techo del pórtico obligarán a su demolición.

A principios del siglo XX el templo ofrecía la línea recta de su muro exterior, prolongada hasta el límite de los dos campanarios -que conservaron- en sus extremos, los mosaicos blancos y azules originarios. Los implementos sustituidos fueron conservados en la Capilla de Ramada Paso, donde se encuentra el viejo y artístico Altar Mayor y la Imagen en piedra de San Antonio, titular o Patrono del Convento Franciscano de Corrientes, del que antes dependía Itatí.

Pero si han sido retirados los altares, se conservaron los antiguos confesionarios, escaños, etcétera, y el “Vía Crucis”, cuya erección hizo el Padre Alegre, el 1 de Noviembre de 1855.

- La obra de los franciscanos misioneros. Juan Nepomuceno Alegre

Nacido en Corrientes, fray Juan Nepomuceno Alegre perteneció a la Orden Franciscana, cuyas virtudes y bondad encarnó, sembrando el bien, asistiendo espiritualmente a sus conciudadanos y trabajando por el progreso de la provincia.

Fue un filólogo de gran erudición y sobre todo un guaranizante insuperable. Hizo sus estudios en Buenos Aires, con cargo al Convento Franciscano de aquella ciudad, que puso en su capacidad grandes esperanzas.

Estaba a cargo del Convento de la Recoleta y de la cátedra de Gramática cuando, a fines de 1847, el gobernador, general Benjamín Virasoro, peticionó del ministro de R. E. y Culto de la Confederación, doctor Arana, gestionase su venida, junto con la de otros sacerdotes, para las Parroquias vacantes de la provincia.

El ministro Arana logró ese permiso y lo comunicó (24 . I . 1848) con todos los inconvenientes que debió vencer, especialmente ante el R. P. Guardián, fray Nicolás Aldazor. Con tal motivo, se determinaron las virtudes de fray Alegre, de quien la Orden esperaba una gran carrera y quien vino pro tempore, conservando la dependencia de su Convento y su prelado, autorización que después le fue ampliada en períodos bienales (17 . XI . 1848).

Aquí, en su provincia natal, el Padre Alegre fue un realizador de su cultura. Designado Cura Párroco de Itatí, presidió una verdadera organización de aquel pueblo, restableciendo las líneas de su planta urbana y ejidos y reconstruyendo el templo de Nuestra Señora de Itatí, al que ya hemos aludido.

La habilidad demostrada por el virtuoso sacerdote determinó al gobernador, doctor Juan Pujol, a traerlo a la capital, donde dirigió los trabajos de la actual Iglesia Catedral. También se le debe la individualización del lugar y restos del Fuerte inicial de la fundación de Corrientes, descubrimiento que fue documentado oficialmente. Es autor del libro: “Antigüedades Correntinas”.

- La guerra de 1865 aumenta la devoción a la Virgen

El espíritu creador del Padre Alegre jamás desapareció de Itatí. Emplazado el Santuario en la frontera de la provincia, ahí donde el Alto Paraná divide jurisdicciones de soberanía pero enlaza a los hombres en cariño, no escapó a las tribulaciones de 1865, en que la Guerra de la Triple Alianza mueve a los pueblos y organiza Ejércitos.

Por los viejos caminos de las lomas del sur pasaron las fuerzas uruguayas que, de la gran concentración de Mercedes, marchaban a la de Paso de la Patria, para la invasión al Paraguay. También cruzaron las milicias de caballería de Corrientes para recuperar y defender la Tranquera de Loreto y las partidas que vigilaban las costas e impedían los golpes de mano.

El 19 de Febrero de 1866, una fuerza paraguaya y tres vapores de guerra ocuparon Itatí, de la que sacaron abundantes víveres. Apenas retirado el invasor, el vecindario, encabezado por el Juez de Paz, sacó la Imagen de su templo, llevándola al Paraje Curupayty, distante casi tres leguas, en la estancia “San Isidro”. Allí permaneció tres meses, celebrándose los oficios divinos por el Cura Párroco E. Carreras.

Cuando las operaciones de la Guerra de la Triple Alianza se alejaron de la boca del río Paraguay, Nuestra Señora de Itatí volvió a su templo y el pueblo a la paz de sus días coloniales.

Pero el trabajo de los argentinos había evolucionado; el Alto Paraná, tan difícil para la navegación a vela, vio cómo sus rápidas corrientes y pasos de difícil tráfico, entre rocas basálticas, eran cruzados por embarcaciones impulsadas por el vapor.

Los caminos ya no tuvieron los trenes de carretas del Itá Ibaté y las zonas del Nordeste y el río se pobló de un tráfico regular que creaba hábitos, necesidades y trabajo. Hombres que jamás pensaron cruzar las rutas difíciles que cortaban arroyos sin puentes y bajíos sin terraplenes, llegaron por la ruta del río al pie de los altares de Itatí y, década a década, como un botón abriéndose en rosa, la fama irradiante de la Imagen atraía a más devotos.

La Iglesia, como todas las instituciones, no puede progresar en su apostolado y en sus fines, sin una jerarquía que la interprete y realice su gobierno. El período de los grandes presbíteros, doctores en cánones y maestros en artes, que caracteriza la organización eclesiástica correntina en la primera mitad del siglo XIX, estaba cerrándose, por la muerte de aquellos varones ilustres que actuaron en la Iglesia, el Parlamento y la política.

El presbítero, doctor José María Rolón, gobernador de la provincia, es la última expresión de aquel período y la insurrección que lo separó tan injustamente del mando, el triunfo de la agrupación liberal que el general Mitre habría de encargarse en sostener.

Ocurrió también el establecimiento del Obispado de Paraná(3) y la necesidad de contar con un Clero que tuviese un sentido local de lo religioso, para organizar el Vicariato General de Corrientes.

(3) Por Breve del 4 de Agosto de 1858, del Papa Pío IX, las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes fueron reunidas en una Vicaría Apostólica, designándose titular al canónigo, licenciado Miguel Vidal. Era la época de la guerra civil entre la Confederación y Buenos Aires y una solución provisoria para los problemas religiosos que resultaban de ese conflicto. Fue su proveyente, monseñor Marini, como Delegado Apostólico de la Santa Sede en la República Argentina, a pedido del general Justo José de Urquiza.
El 13 de Junio de 1859 se dio la Bula “Vel a Primis” creando el Obispado de Paraná, que integró la provincia de Corrientes, el cual fue sufragáneo del Arzobispado de Charcas -hasta 1865- desde cuyo año dependió de Buenos Aires.
Desde 1858 a 1910, la Iglesia de Corrientes dependió del Obispado de Paraná. Bajo este régimen fue su primer Delegado Eclesiástico el ilustre sacerdote, doctor José María Rolón, hasta 1859, en que renunció, por ser electo gobernador de la provincia.
* Cabe agregar que el primer obispo fue monseñor José Gabriel Segura y Cubas, elegido por Pío IX, el 21 de Junio de 1859. Se hizo cargo de la sede el 3 de Junio de 1860 y falleció el 13 de Octubre de 1862.
* El 27 de Marzo de 1865, Pío IX eligió al segundo obispo de Paraná: monseñor José María Gelabert y Crespo. Tras su consagración episcopal, ocurrida el 23 de Agosto de 1865, asumió el 1 de Octubre de 1865. Murió el 23 de Noviembre de 1897.
// Todo citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

El nuevo Obispado no tenía clero propio; debía formarlo y afiliar, entretanto, a los sacerdotes de prestancia que pudiesen atraer a sus filas. En otras palabras, era necesario un período de transición y su fórmula más práctica, echar mano de elementos radicados en la provincia, que ya habían actuado cuando dependía del Obispado de Buenos Aires.

En 1858, el P. E., que advertía la necesidad de hombres de Iglesia, había atraído a los Padres Misioneros de la Orden Franciscana, entregándoles (ley del 30 de Junio de 1858) el Convento Mercedario y el Templo de Nuestra Señora de las Mercedes, de la capital, vacuos desde 1840, en que la comunidad mercedaria abandonó la Ciudad de Corrientes.

Dirigidos por sacerdotes inteligentes, artistas en el gobierno de las masas, los Padres de La Merced se habían adentrado en el corazón del pueblo. Fuera de ellos no quedaban sino los religiosos del Convento Franciscano, espíritus modestos, cuya labor preferida era la enseñanza y cuyo número exiguo -que no pasaba de tres sacerdotes- no les permitía distraer sus naturales deberes.

- El Padre Martí y la exaltación de la Virgen. El propósito de su Coronación y las peregrinaciones preparatorias

Los P. P. de La Merced engrandecieron la Iglesia correntina durante largos años y el Guardián, fray Ignacio Martí, desempeñó, por varios períodos, esta Vicaría General de la Diócesis.

Como expresa el Padre Zoni(4) los franciscanos de Corrientes fueron los principales promotores y directores del fervor religioso, que se tradujo en la organización de peregrinaciones al Santuario, no interrumpidas en lo sucesivo, y cuyo resultado inmediato fue la Coronación de la Virgen.

(4) Presbítero Francisco S. Zoni. “El Peregrino de Itatí”. Ed. en Buenos Aires. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

Secundaron a los franciscanos de La Merced, las cofradías organizadas en su templo y el prestigio social e histórico del culto de su Imagen.

Una dama distinguida de la capital, Josefina Hardoy de Gallino, fue el alma mater de ese movimiento, que se tradujo en la primera peregrinación general salida de la Ciudad de Corrientes, el 26 de Septiembre de 1896, presidida por el Padre Cornelio Casali, dos días después de la festividad de Nuestra Señora de La Merced, en que el propósito fue afirmado.

Pocos días más tarde, el 21 de Octubre, realizábase la segunda, por quienes no habían logrado medios de movilidad para la anterior.

Al año siguiente, la consagración del templo de la Cruz del Milagro, construido para sustituir al de principios del siglo XIX, congregó en la capital a elementos destacados del Clero argentino. Vino, entre ellos, el arzobispo de Buenos Aires, doctor Uladislao Castellanos quien, terminados los actos consagratorios, presidió la tercera peregrinación, el 7 de Julio de 1897.

En aquella oportunidad ocupó el púlpito -en el templo de Itatí- el entonces Vicario Eclesiástico, después primer obispo de la Diócesis de Corrientes, doctor Luis M. Niella quien, con elocuencia, hizo el elogio del movimiento católico y de devoción a Nuestra Señora de Itatí:

No se necesitaba -dijo- sino la voz de un fraile, de un hijo del gran Francisco de Asís”, y relacionó la obra de los franciscanos de La Merced con el gran espectáculo de homenaje que se presenciaba.

A estas peregrinaciones generales siguieron las de las cofradías religiosas. El 7 de Octubre de 1897, la de la Cofradía de La Merced; el 5 de Mayo de 1898, la del Apostolado de la Oración; la del 25 de Agosto de 1898, presidida por el obispo de la Diócesis, con sede en Paraná, doctor Rosendo de la Lastra; y, al año siguiente, la de la Archicofradía del Perpetuo Socorro.

De estos grandes movimientos devotos surgió el propósito de Coronar a la Imagen de Itatí con el mismo ceremonial con que lo fueron las Vírgenes del Valle, en Catamarca, y de Luján, en la provincia de Buenos Aires, ambas Imágenes -como la de Itatí- de la Pura y Limpia Concepción de María.

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