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Historia abreviada de la Reducción de Itatí

- La reducción de Itatí es oasis de paz para la población rural y actúa en la defensa de la soberanía de España

Si al terminar la primera década del siglo XVII, Itatí fue fundada como un oasis de paz para la raza autóctona, su función en la historia regional fue la de cumplir ese signo que, en su caso, resultaba prestigiado por el culto preferencial de María.

A su oposición histórica con la ciudad española de Corrientes, en cuya jurisdicción se organizó como integrante del cinturón defensivo de pueblos cooperadores para la guerra abierta por el salvaje nómade.

Itatí, con Candelaria de Ohoma, Santiago Sánchez y Santa Lucía, a los que después se une Garzas, fueron esas reducciones, de las que sólo dos, Itatí y Santa Lucía, perduran en el período libre de la Independencia.

La circunstancia tiene su fundamento. Ambas Doctrinas fueron las únicas con organización administrativa y municipal en manos del indígena reducido y con templos serios, atendidos permanentemente por hombre de Iglesia.

Les asistía, entonces, una personalidad política y espiritual que accionó y se defendió en el proceso de la anarquía y que permite a ambas -establecido el orden institucional definitivo- liquidar el régimen tribal de los días iniciales para empalmar con el orden republicano, libre e igualitario de las instituciones que vivimos.

El choque de intereses entre la reducción y la capital no sacó a Itatí de su función de paz y de hogar para la raza nativa. Al gran levantamiento de los pueblos del Gran Chaco -que destruye a Concepción del Bermejo en 1631- siguió un quinquenio tranquilo, que no fue de renuncia de los nómades.

Los dirigentes de aquella gran coalición, que cerró el Gran Chaco a España, preparaban igual movimiento en la margen izquierda del Paraná, que enlazaría a todas sus tribus.

Y, en efecto; en 1638 estalló aquella rebelión de las tribus. Los caracaráes del Iberá, los gualquilarós del sur, mepenes, capesales y hasta apóstatas de Itatí, de la última parcialidad incorporada a su seno, se unieron, asaltando a Santa Lucía, destruyéndola y avanzando inmediatamente a la Ciudad de Corrientes.

Los tercios de españoles, con auxiliares de Itatí, marcharon a su encuentro, persiguiéndolos desde la zona de Saladas, hacia la región del Iberá.

Tomados prisioneros los apóstatas itateños, rebelaron las rutas de acceso y una marcha épica, cruzando ríos y embalsados -hasta entonces no penetrados- permitió una victoria en las espesuras de aquella laguna de misteriosa tradición.

El cese de esa guerra interior abrió la defensiva contra guaycurúes, abipones y demás parcialidades del Chaco que, como en olas sucesivas, se lanzan sobre los territorios de Corrientes que el trabajo ennoblecía.

Casi no corre década sin que el choque de armas no señale el tiempo, destacándose los combates de 1673, 1707, 1718, 1723, 1738, 1739 y 1744, invasiones dolorosas, de grandes sacrificios, en que Itatí es refugio de los hombres del campo.

El pueblo de Santiago Sánchez, incendiado por los payaguás y cuya población salva milagrosamente, ocurre en romería de homenaje al pie de la Imagen de Itatí, conducida por su Cura Doctrinero, el franciscano, fray José Antonio Giménez. Recién después vuelven los indígenas evangelizados a restaurar ese poblado y el de Candelaria de Ohoma, en mejores emplazamientos.

En 1738-1739 el infierno de las invasiones llega al cenit. Los guaycurúes están sobre Itatí; los abipones y mocovíes sobre el sur y oeste de la capital. Los hombres abandonan todo y llegan a la sombra de los templos. Corrientes, Saladas, Santa Lucía e Itatí son los refugios de paz(1).

(1) Las crónicas de estas guerras se publicaron en “El Telégrafo Mercantil” de 1801-1802. Véase la edición -en facsímil- de 1915. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

De esta epopeya ha quedado una tradición que acaba de ser consagrada. Uno de estos malones del siglo XVIII marchó sobre Itatí. Su pueblo, advertido, se aprestó a una defensa, casi imposible por el número de los invasores, parapetándose en un pequeño zanjón, desde entonces denominado “el Atajo”.

Una conmoción del suelo, dentro de una tempestad sorpresiva, cerró el pequeño cauce a todo acceso y permitió el triunfo de los hombres de Itatí.

El 8 de Diciembre de 1943 se inauguró, en este sitio histórico, una artística construcción, un humilladero, para los peregrinos del entonces Santuario de Itatí. Fue emplazado a un costado del camino, cerca del puente construido sobre el arroyo y por su altura y ubicación es visible desde larga distancia.

En la parte central del monumento se ha colocado una Imagen de la Virgen de Itatí.

La guerra contra los nómades del Gran Chaco cesaron a fines del siglo XVIII y, naturalmente, llegó la hora de la expansión. La realizaron los correntinos, reconquistando los territorios situados al sur del río Tebicuary, en el Paraguay, entre ese río y el Alto Paraná.

A las expediciones de guerra, conducidas por el Maestre de Campo Juan Benítez de Arriola, siguió la ocupación pacífica, a cargo del pueblo de Itatí.

En 1779, su Cura Párroco tuvo jurisdicción sobre los Partidos de Lomas de Pedro González y Curupayty -tierras de Corrientes- que la Nación cedió al Paraguay en el Tratado de Alianza de 1811, realizado por Manuel Belgrano.

- En el siglo XIX, Itatí está con los hombres de Mayo

Fue para la reducción de Itatí un doble sacrificio, hecho en nombre de la libertad. En 1810, ya se había abierto el proceso de Mayo y la expedición del general Belgrano traía a la Intendencia del Paraguay la semilla de la libertad.

Aquella magnífica cruzada, que remontó sus efectivos y aumentó su poder en Curuzú Cuatiá, fue auxiliada desde la capital e Itatí. Una división de caballería -a las órdenes del capitán José de Silva- con elementos de navegación para cuidar el río, fue por el camino paralelo al río Alto Paraná y se batió en aquellas acciones de guerra por lo cual, en represalia, el 8 de Diciembre de 1810, fuerzas de los españoles de Asunción atacan el pueblo de Itatí, saqueándolo, por su colaboración a la expedición que el general Belgrano comandó al Paraguay.

Al año siguiente, en el Tratado de Alianza mediante el cual el Paraguay se incorpora a la revolución de Mayo, se ceden las tierras fértiles de Lomas de González y Curupayty, a la derecha del Alto Paraná.

Toda la fuerza espiritual nacía del Santuario que presidía su Imagen Milagrosa, cuya primera construcción habría sido la Iglesia de Tabacué, de la que existen sus cimientos(2).

(2) Afirma el doctor Manuel Florencio Mantilla que fray Juan de Gamarra había trasladado a Itatí a su emplazamiento actual y construido la primera iglesia. No cita documentación. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

Pero lo que no admite debate es la erección de la ermita, cuando el traslado de la Doctrina, hecho por fray Luis de Bolaños para su establecimiento definitivo. Empezada en 1615, estuvo concluida tres años después. Era, dicen los cronistas, un templo “muy reducido y desacomodado, por lo cual -en 1624- se trasladó la Imagen a uno nuevo, que fue sustituido por otro de bastante considerables dimensiones” en 1626.

Este Santuario -agregan- fue casi completamente destruido por los payaguáes y, en consecuencia, se edificó otro mejor y más sólido, el 16 de Marzo de 1764, por disposición del P. Predicador, fray Bernardo Sánchez, décimosexto cura del pueblo”.

Hernán Gómez agrega que de 1790 a 1797 se le rehizo en buena parte, por acción del Corregidor, señor Mantilla y los Ríos, quien así lo consigna en el Inventario del último de estos años(3).

(3) Publicado en el libro “Acuerdos del Viejo Cabildo de Itatí”. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

Pero, más que esta información, sin mayor prueba documental, cuya fuerza es la de la tradición no contradicha, dicen del proceso del templo de Itatí las consignaciones de sus principales elementos.

Veamos estas fechas: de la campana al servicio del culto de la Virgen de Itatí: 1735; de una pequeña campana que se llevó a San Antonio de ltatí (hoy Berón de Astrada), 20 de Febrero de 1759; de la campana de San Antonio: 1716; de la pila bautismal: 1765, siendo cura, fray Roque Ferreyra, del Paraguay; del retablo de la Sacristía: 1768; del retablo del antiguo Sagrario: 1742.

También dicen del esfuerzo artístico que el culto de Nuestra Señora de Itatí sumó; la existencia de piezas de un valor efectivo que se ha divulgado en el libro del doctor Gómez, “Monumentos y Lugares Históricos de la provincia de Corrientes”. Son éstos:

* Confesionarios: son dos, tallados preciosamente, de estilo barroco; uno tiene 2,80 metros por 1,00 metro y, el segundo, 3,20 metros por 1,20 metros.
* Bancos: son cuatro, artísticamente tallados, de 3,77 metros de largo.
* Armarios: son dos, con tallados magníficos, de 2,50 metros y 2,80 metros de alto, respectivamente.
* Imágenes: además de la de Nuestra Señora de Itatí, se encuentran una “Dolorosa”, de 1,00 metro de alto; y un “San Juan”, del mismo tamaño.
* Pila: de 1,50 metros de alto.
* Vitrina: de 1,60 metros de alto, magníficamente tallada.
* Cruz histórica: se encuentra guardada dentro del templo. Según tradición, es la que presidió la fundación, en el lugar de Tacuabé. Cuando el pueblo fue trasladado, se la erigió en el cementerio y, cuando éste fue clausurado -organizándose el actual- el leño histórico fue llevado al recinto de la iglesia.

Los efectos artísticos referenciados son de evidente factura local, indígena, no existiendo consignación de los nombres de sus ejecutores ni de las fechas en que tales obras se realizaron.

Cabe dentro de la posibilidad que alguno de ellos date de la época en que el pueblo indígena fue penetrado por discípulos indios de los Padres de la Compañía de Jesús, en cuyo caso habrían influido en su factura los artistas guaraníes de la reducción de Candelaria.

Pero esta es sólo una hipótesis desde que los indígenas de Itatí tuvieron su cultura artística propia, documentada, en cuanto a la época de 1802, por las referencias del cronista José María Cabrer. Se destacó, en ese movimiento artístico, el cultivo de la música.

- La Iglesia y el culto de Nuestra Señora de Itatí hasta la disolución de su régimen de comunidad

En cuanto a la reducción y sus características, las consignaciones fehacientes más antiguas las da el Inventario del Corregidor Mantilla y los Ríos, de 1797. Formábase de tres hileras de casas individuales -para las familias indígenas- de cuya construcción no queda, en nuestros días, estela alguna.

La otra descripción, digna de fe, pertenece a uno de los hombres de letras del país que pasó su niñez en aquel poblado, pero cuyas noticias no pueden ser anteriores a 1850. Dice:

Moraban en casas bajas de tapias de viejo adobe y tejas de cañalones, agrupadas en torno a la plaza, sobre la cual se alzaba la segunda iglesia en forma de galpón, con coro y dos hileras de horcones con frente al río(4).

(4) Eloy Fariña Núñez. “Fray Luis de Bolaños” (1913). // Citado por Hernán Félix Gómez. “Nuestra Señora de Itatí (Historia Abreviada de la Reducción de la Pura y Limpia Concepción de Itatí y de su Imagen Milagrosa)” (1996). Ed. por Gabriel Enrique del Valle, Corrientes.

Débese esta precaria información a la naturaleza del material empleado, que era de tierra pisada, adobe y tejas de barro cocido. La piedra no fue trabajada en bloques rectangulares y cuanto más se usó para afirmar cimientos. Era entonces el material integrante perecedero, de no fácil individualización en los desmoronamientos.

Pero si faltan ruinas materiales de la vieja reducción, que la puedan presentar en lo que habría sido su proceso urbano, está todo lo afectado al culto de la famosa Imagen, en los útiles e implementos de su templo.

Pareciera que su personalidad y la devoción que se le rendía hubiese sido el motivo central de aquel poblado, en los días lejanos de la colonia, cuando fue comunidad indígena y, en los posteriores a 1825, en que es vecindario de blancos, con jerarquía institucional.

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