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El capital comercial en la expansión ganadera

Detrás del panorama económico argentino -posterior a la Independencia- se pueden ver dibujadas las distintas líneas de tensión que deciden en la configuración regional en desenvolvimiento en el nuevo y desorganizado país.

Por un lado, debemos explicarnos los elementos que aglutinan a las poblaciones dentro del cauce provincial.

Desplomado el viejo Organismo estatal, hay oportunidad de observar los factores de organización social en su debilidad, al punto de no generar más que “Estados-Provincias”, fracasados los intentos de organización nacional o los de "Estados regionales" calcados sobre las viejas Intendencias, como en su vigor, al constituir la base de los remanentes “Estados-Provincias”.

¿Cuál es el fundamento de los Estados Provinciales?

Se señala en principio la incidencia del binomio “ciudad-campaña” que, con escasas variantes, funda la existencia de los "Estados Provinciales". Detrás de él se encuentra una estructura económica caracterizada por la coexistencia de un conjunto de poblaciones que viven en una economía de autosubsistencia con eventuales accesos al mercado, productores mercantiles de nivel artesanal -urbanos y rurales- y un sector mercantil dominante en el que, junto a mercaderes que controlan comercio y producciones, se irá destacando la producción pecuaria para el mercado externo de gran parte de las provincias.

De allí que el papel primordial de la ciudad, a la vez mercado productor, consumidor y financiero y centro político/administrativo -función heredada del pasado colonial- pueda verse debilitado, según los casos, por el ascenso de la campaña.

Pero, si el proceso puede ser descripto en parte como de ascenso de los productores frente a los comercializadores, la expresión hay que entenderla como el paso de un dominio indiscutido del comerciante urbano sobre las producciones de nivel artesanal -sean urbanas o rurales- a una situación en la que se van desarrollando unidades productivas mercantiles de mayor envergadura, fundamentalmente pecuarias, y en la que -por lo tanto- el grupo social más fuerte se va transformando por la asociación de comerciantes y productores mercantiles, sea que esa vinculación cobre forma de empresas unitarias -frecuentemente familiares- o no.

Se sabe que el papel del capital comercial declina cuando deja de someter al capital industrial. La preeminencia de éste convierte al capital comercial en parte integrante del sistema capitalista, reducido a captar el beneficio comercial como una parte del producto excedente de la producción capitalista. ¿Es esto lo que sucede ahora?

A falta de una industria capitalista dominante, ¿estamos ante un capitalismo agrario que ha subordinado al sector comercial?

No parece ser eso lo sucedido en el Río de la Plata de la primera mitad del siglo XIX. La posición dominante, en los distintos espacios económicos regionales ("regiones-provincias"), del capital comercial es herencia del pasado colonial en el que cumplía la función de intermediario entre las colonias y las economías metropolitanas que, en el conjunto del mundo colonial, eran el real y último factor de dominación económica.

En el interregno abierto por la Indepedencia y que habrá de desembocar en una nueva forma de dominación económica externa, generalmente denominada "dependencia", el papel del capital comercial se prolonga con las comentadas innovaciones que lleva consigo la paulatina pero aún débil incorporación al mercado mundial(1).

(1) Interregno en el que no existe aún un tipo histórico de producción que pueda considerarse dominante y al que tampoco cabe aplicar la equívoca denominación de “capitalismo mercantil”. // Citado por José Carlos Chiaramonte. “Mercaderes del Litoral (Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX)” (1990). Ed. Fondo de Cultura Económica, México/Buenos Aires.

En ese punto puede ser útil advertir que la consideración de la expansión de la ganadería bonaerense en la primera mitad del siglo, luego de la Independencia, suele incurrir en el anacronismo de otorgarle a ese proceso histórico las características que revestirá en la segunda mitad de la centuria, cuando la propiedad de la tierra sea el rasgo fundamental de la clase dirigente.

En cambio, si bien el tema requiere aún más conocimiento que el existente respecto de la estructura de las empresas productoras y comercializadoras de los productos pecuarios(2), hay en la información disponible suficientes datos para considerar que estamos por lo menos en un momento intermedio en el que si bien se va desarrollando una cantidad de rasgos que prefiguran la estancia de la segunda mitad del siglo -sobre todo en la cría de ovinos- las unidades económicas más fuertes son una conjunción de actividades mercantiles y pecuarias en las que predomina aún el control mercantil.

(2) Especialmente para estimar si en la aún poco investigada relación del capital comercial con la producción ganadera, el capital comercial (comercial-usurario) está favoreciendo o retardando el paso a la producción capitalista, que requiere la conjunción de otras condiciones, dado que el capital comercial, si bien forma de transición a la producción capitalista, no determina por sí esa transición y aún puede obstaculizarla. Véase, al respecto, el trabajo de Chiaramonte. “Formas de Sociedad y Economía en Hispanoamérica” (1983). Ed. Grijalbo, México. // Citado por José Carlos Chiaramonte. “Mercaderes del Litoral (Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX)” (1990). Ed. Fondo de Cultura Económica, México/Buenos Aires.

En efecto; era frecuente entonces una articulación de las distintas actividades requeridas por la producción de bienes pecuarios para el mercado externo, en la que la base continuaba siendo la Casa Comercial instalada en Buenos Aires, dentro de una conformación familiar de la empresa.

Por ejemplo, en los primeros tiempos, alrededor de los años 1820-1830, el viejo mercader porteño -o uno de sus hijos- continuaba al frente de la Casa de Comercio mientras otro de los hijos o algún otro miembro de la familia, organizaba y dirigía la estancia y, al mismo tiempo, fuera en sus manos o en la de otros familiares, se desarrollaban actividades de comercio y acopio en la campaña; se poseían medios de transporte propios -terrestres, fluviales o marítimos (costeros)-, se poseían barracas sobre el Riachuelo y un puesto en el mercado ganadero de la ciudad, además de tiendas, sin que faltasen -en ocasiones- habilitación de actividades artesanales y comerciales a cargo de terceros(3).

(3) Diana Hernando. “Home and Family (Spatial Biographies in 19th Century Buenos Aires)” (1973), pp. 22 y sigts. University of California, Los Angeles, Ph. D. -Xerox University Microfilms-. El estudio de la autora incluye quince de las principales familias de Buenos Aires (Casares, Pueyrredón, Saenz Valiente, Martínez de Hoz, Cané, Guerrico, Ortiz Basualdo, Pereyra Iraola, Díaz Vélez, Cano, Unzué, Campos, Pellegrini y Cambaceres) a lo largo, la mayoría de ellas, de cuatro generaciones. Más información sobre la conjunción de actividades mercantiles y pecuarias, en las citadas obras, entre otras, de Vera B. Reber, Jonhatan Brown y William James Fleming. // Todo citado por José Carlos Chiaramonte. “Mercaderes del Litoral (Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX)” (1990). Ed. Fondo de Cultura Económica, México/Buenos Aires.

Incluso los saladeros -las unidades más identificables- en el caso de los de mayor envergadura, como empresas capitalistas constituían, en el caso de los de mayor desarrollo, manufacturas con división del trabajo y mano de obra libre; suelen estar integrados en la empresa mercantil. “En las familias que poseían saladeros o estancias ovinas, el mercader-estanciero cambió claramente hacia el tipo de gran mercader”(4).

(4) Diana Hernando. “Home and Family (Spatial Biographies in 19th Century Buenos Aires)” (1973), p. 34. University of California, Los Angeles, Ph. D. -Xerox University Microfilms-. // Citado por José Carlos Chiaramonte. “Mercaderes del Litoral (Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX)” (1990). Ed. Fondo de Cultura Económica, México/Buenos Aires.

El error de considerar el saladero como unidad productiva independiente, con el objeto de juzgar a qué tipo histórico de producción corresponde, fue también cometido por José Carlos Chiaramonte en su trabajo “Manufactura, Trabajo a Domicilio y Modo de Producción Capitalista” (1974), pp. 3 y sigts. (mimeo). Departamento de Economía, Bahía Blanca.

Cabe considerar, entonces, que el grupo económico que predominaba en el negocio de la ganadería de exportación era el de mercaderes -extranjeros y nacionales- que en una buena porción puede ser llamado mercader-estanciero(5).

(5) Diana Hernando. “Home and Family (Spatial Biographies in 19th Century Buenos Aires)” (1973), p. 30. University of California, Los Angeles, Ph. D. -Xerox University Microfilms-. // Citado por José Carlos Chiaramonte. “Mercaderes del Litoral (Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX)” (1990). Ed. Fondo de Cultura Económica, México/Buenos Aires.

Junto a él existía, es claro, un amplio sector de ganaderos que, en su mayor parte, poseían el carácter de pequeños y medianos productores, subordinados a través de los mecanismos de financiamiento, acopio y comercialización, al otro sector.

Posiblemente otro factor que ha facilitado aquel anacronismo al que aludimos antes, consista en juzgar la envergadura de la propiedad ganadera por la extensión de la tierra ocupada -en propiedad o en enfiteusis- y no por el precio de mercado de la misma que, aunque en ascenso, era aún acentuadamente bajo, al punto de hacer considerar la inversión en tierras, en los comienzos de la etapa, casi despreciable dentro de la inversión inicial.

Un aspecto que tampoco ha sido puesto en claro es el del financiamiento de aquella expansión ganadera que, si bien facilitada por la escasa incidencia del gasto en tierra, requería otros rubros de inversión -compra de ganado, por ejemplo- para los cuales la gran cantidad de pequeños y medianos ganaderos no tendrían otro recurso que la habilitación u otra forma de crédito mercantil(6).

(6) No se conoce información para el período que pueda contribuir a aclarar el problema. Los aspectos financieros de la expansión ganadera, con excepción de informaciones referentes a la acción del Estado Provincial, han sido descuidados. Pero es indudable que el caso de Bernardo de Irigoyen quien, hacia 1852, inicia su actividad ganadera mediante una habilitación de un comerciante inglés, debe haber sido frecuente (sobre el caso de Bernardo de Irigoyen, véase José Carlos Chiaramonte. “Nacionalismo y Liberalismo Económico en Argentina. 1860-1880” (1971), p. 35. Ed. Solar/Hachette, Buenos Aires). Un excelente estudio de los mecanismos de crédito en la economía rural bonaerense dedicada al ovino puede encontrarse en un trabajo que hemos conocido luego de la redacción de esta ponencia: Hilda Iris Sábato. “Wool production and agrarian structure in the province of Buenos Aires, North of the Salado, 1840’s-1880’s”, University College, Londres, Ph. D., 1980 (mimeo), capítulo VII, especialmente pp. 262 y sigts. Si bien el énfasis del trabajo corresponde al proceso de formación del sector bancario moderno, desde alrededor de 1860 en adelante provee información sobre las prácticas mercantil-crediticias anteriores. Los principales requerimientos de capital anteriores a 1860 derivaban de la necesidad de adquirir ovinos de raza para su cruza con el criollo, de las instalaciones de las explotaciones ganaderas y de la compra de tierra:
“En esta etapa, los fondos para inversión eran -sobre todo- externos al sector lanero incipiente, por lo que se generó un flujo de capitales desde otros sectores de la economía hacia la nueva rama en expansión.
“Este flujo resultó primordialmente de operaciones particulares, a través de las cuales ciertos capitalistas activos en otros rubros (comercio, ganadería vacuna, etc.) invertían sus ganancias en el negocio lanar.
“Sin embargo, como se verá más adelante, ya funcionaban ciertos mecanismos crediticios que contribuían a financiar los requerimientos de la actividad” (p. 257).
Esos mecanismos de crédito eran los desarrollados dentro del sector mercantil bonaerense:
“En suma, pues, la estructura financiera de la era del lanar se desarrolló a partir de una red más o menos informal de capitalistas particulares que cumplían algunas de las funciones bancarias requeridas por la sociedad rioplatense de los años 50, hasta convertirse en un sistema institucionalizado más complejo, que combinaba bancos extranjeros y capital local con los viejos mecanismos de ahorro y préstamo” (p. 281); “...y, si bien muy pronto comenzaron a funcionar bancos y agencias especializadas, los viejos mecanismos perduraron, compartiendo la actividad financiera con las nuevas instituciones” (p. 261).
Nota del Editor. Las citas están tomadas de la reciente edición de: Hilda Sábato. “Capitalismo y Ganadería en Buenos Aires (la Fiebre del Lanar. 1850-1890)” (1989). Ed. Sudamericana, Buenos Aires.
// Todo citado por José Carlos Chiaramonte. “Mercaderes del Litoral (Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes en la primera mitad del siglo XIX)” (1990). Ed. Fondo de Cultura Económica, México/Buenos Aires.

De tal manera, la antigua y poco fructífera discusión sobre el carácter feudal o capitalista de la estancia argentina de la primera mitad del siglo, es obviada llevando el problema de la naturaleza histórica de aquella economía al ámbito de una forma de empresa mercantil-ganadera que continuaría aún revelando una prolongación, pronta a desaparecer, del dominio del capital comercial en la economía rioplatense.

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