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Presencia judía en Corrientes y participación política

El objetivo propuesto en este trabajo es señalar la presencia de la colectividad o comunidad de origen judío en la provincia, sus primeras manifestaciones en la actividad política general y partidaria en especial, la orientación seguida por la mayoría de sus miembros y las razones que los habrían inducido en tal sentido(1).

(1) El presente trabajo es autoría del doctor Ricardo Juan Guillermo Harvey (1928-2011), quien gran parte de su vida estuvo dedicado a la función pública, al ejercicio de la docencia y a la investigación.

Queda aclarado que cuando nos referimos a la condición de judío, lo estamos haciendo en el sentido de “calidad o idiosincrasia étnica, cultural y religiosa con que se ha manifestado a través de la historia el pueblo hebreo”, sin que importe en manera alguna desconocerle su total identificación con el pueblo de la Nación Argentina, al que se unieron definitivamente, incorporándose con el esfuerzo de sus antepasados, la identificación de sus hijos con la Patria y el esfuerzo cotidiano que ha dado tantos y tan abundantes frutos en las ramas del saber, de la ciencia y de las artes, de la economía y, -tal es el tema de nuestro trabajo- en el campo de la política.

- El origen del pueblo judío

El hebreo es un pueblo semítico que conquistó y habitó la tierra de Canaán, al que después se llamó “israelita” o “judío”. Fue un pueblo seminómade que luego de su sometimiento a Egipto regresó a la “tierra prometida”, guiados por Moisés, formando una confederación de tribus que se nuclearon, al Norte, como Israel y, al Sur, como Judá.

David y Salomón impusieron una monarquía unitaria. A la muerte del último las disensiones internas posibilitaron la destrucción de Jerusalén por los persas y gran parte del pueblo fue llevado cautivo a Babilonia.

Cuando más adelante lograron constituir un Estado independiente y teocrático, fueron dominados por Roma (63 a. de C.), y aunque hubo rebeliones, éstas fueron sofocadas por Tito y los supervivientes vendidos como esclavos (70 d. de C.) y, posteriormente, en una segunda rebelión (135 d. de C.) al ser vencidos, se negó al pueblo judío el derecho de regresar a Jerusalén, lo que motivó su diáspora.

Se extendieron entonces por el Imperio islámico, donde gozaron de una gran tolerancia religiosa, además de por otros países que habían formado parte del Imperio Romano. Muchos se asentaron en España, pero la persecución de los visigodos los obligó a buscar refugio con los musulmanes. Sin embargo, ante la actitud persecutoria de los almohades en el siglo XII, se refugiaron en la parte cristiana.

La época de las Cruzadas fue también de una gran intolerancia, la que los hizo objeto de sangrientas persecuciones en toda Europa, y en los siglos XIII y XIV fueron expulsados de numerosos países. Para evitarlo, muchos se vieron forzados a convertirse al cristianismo por el establecimiento de la Inquisición, en 1478, y luego de la expulsión decretada por los Reyes Católicos, en 1492, se los obligó a una nueva emigración, refugiándose entonces en el Norte de Africa y en las posesiones del Imperio Otomano.

Durante el período de la Contrarreforma se les obligó a vivir en “ghettos” y sufrieron medidas humillantes. Pero, en 1648, se produjo la mayor matanza de judíos protagonizada por los cosacos de Ucrania.

En el siglo siguiente, la Revolución Francesa les concedió el estatuto de ciudadanos de pleno derecho (1791), condición que les fue reconocida progresivamente en toda Europa Occidental, con lo que parecía ir mejorando paulatinamente su triste condición. Sin embargo, se inició en la Rusia zarista una persecución implacable, condenándolos nuevamente a vivir en “ghetos” en 1881 y 1882.

A consecuencia de esta nueva discriminación persecutoria, muchos judíos emigraron a América, a la que veían como la tierra de promisión, máxime que para esa época se habían dictado generosas leyes de inmigración.

Muchos otros iniciaron, en 1897, un movimiento mundial denominado “sionista”. En favor de ambas tendencias se recuerda especialmente la benevolente actitud del barón Rothschild, figura ligada a la Banca internacional y dueño de una gran fortuna.

En 1917 el movimiento sionista obtuvo, tras muchos esfuerzos, la Declaración de lord Arthur Balfour, por la que se les reconocía el derecho a una patria judía en Palestina. Fue una decisión del Gobierno inglés, realizada en completo acuerdo con los Gobiernos de Italia y Francia, que marcaría un punto trascendente en el destino del judaísmo.

La intensa labor desplegada por las organizaciones sionistas les había permitido obtener los fondos necesarios para ir adquiriendo tierras en Palestina, con destino al asentamiento de las primeras colonias agrícolas fundándose, en 1911, el primer asiento colectivo o kibutz, produciéndose una emigración con ese destino que, antes de la Primera Guerra Mundial, alcanzó las 60.000 personas.

Si bien una actitud antisemita o antijudía se había manifestado con cierta periodicidad y en distintos países, la historia jamás conoció una barbarie genocida como la cometida por el Gobierno nazi que soportó Alemania a partir de los años 30, en el que fueron asesinados alrededor de seis millones de judíos provenientes de distintos puntos de Europa, antes y durante la Segunda Guerra Mundial.

Finalmente, y tras mucho luchar, la Organización de las Naciones Unidas aprobó el establecimiento del Estado de Israel en Palestina, cuyo nacimiento fue proclamado por el líder del movimiento sionista, David Ben Gurión, el 14 de Mayo de 1948. En el documento leído en esa oportunidad se describe con claridad y precisión la vida de los judíos desde los albores de su historia hasta ese momento, expresándose enfáticamente que se “creaba un Estado dedicado a la libertad, la justicia y la paz y se llamará Israel”.

Trágico y heroico trajinar de un pueblo del que surgió Aquel que vino a redimirnos, tal como nosotros los católicos lo aceptamos como profesión de fe.

- La inmigración judía

A consecuencia de la diáspora, los diferentes grupos judíos debieron radicarse en los pueblos más dispares, siendo de interés destacar que entre aquéllos que interesa a este estudio, estaban los grupos conocidos como “askenazí o ashkenazí” y los reconocidos como “sefardíes”.

Los primeros se radicaron principalmente en naciones ubicadas en Europa Central, desarrollando una importante actividad en todos los órdenes de la vida, manteniendo sus ritos y tradiciones e incorporando a su acerbo el idioma “yiddish” al que también se lo conoce como judeo-alemán.

Los segundos hallaron refugio en España -a los que llamaban en el idioma “ladino” o judeo-español, “sefardí”- y, de allí la denominación con que son conocidos.

Estos últimos debieron sufrir la expulsión del territorio español por decisión de los Reyes Católicos, que de esta manera pretendían lograr la unión definitiva del reino, sobre la base de una única religión.

Quienes quedaron, debieron renegar de su religión y adoptar la que les era impuesta, pese a lo cual su situación no mejoró demasiado. Este drama de la conversión forzosa está maravillosamente descripto en la excepcional novela de Marcos Aguinis, “La gesta del marrano”. Es sabido que debieron refugiarse en el Norte de Africa, en lugares como Marruecos, Tunicia, Palestina, Turquía, Grecia, etc.

La política implantada por España respecto de sus colonias, prohibiendo el ingreso de extranjeros y, especialmente, judíos y moros, tenía vinculación con la postura religiosa adoptada por sus reyes. La prohibición se hizo extensiva también a los nuevos conversos y herejes, prohibiciones que llegaban hasta la cuarta generación y que alcanzaba a los que habían sido condenados por el Tribunal de la Inquisición.

La Revolución de Mayo y el proceso que siguió posteriormente no transformó demasiado estos aspectos, y puede afirmarse que recién con el pensamiento de la Generación del ‘80, de profundas convicciones liberales, se harán eco del pensamiento de Juan Bautista Alberdi de que “gobernar es poblar”.

La persecución de los judíos en Europa y en la Rusia zarista coincidió con la apertura del suelo argentino a los inmigrantes del Viejo Mundo y, a partir de 1891, una pequeña parte de esa enorme diáspora judía se dirigió a la Argentina. Esto fue posible en gran medida merced al eficiente accionar del barón Mauricio de Hirsch que fundó la “Jewish Colonization Asociatión” en 1891.

Precisamente, los Estatutos de esta organización filantrópica establecían que el objeto era el de “facilitar la emigración de los israelitas de los países de Europa y Asia donde ellos son reprimidos por leyes restrictivas especiales y donde están privados de los derechos políticos, hacia otras regiones del mundo donde puedan gozar de éstos y los demás derechos inherentes al hombre”.

A partir de 1892 se orientó a alrededor de 1.000 personas con destino a colonias que se radicaron en las provincias de Entre Ríos y Santa Fe. En aproximadamente 15.000 hectáreas en la provincia de Entre Ríos, practicaron una economía mixta con predominio de la granja, creándose rápidamente bibliotecas, escuelas y centros deportivos, y un gran espíritu de cooperativismo posibilitó el desarrollo común y el progreso de la nueva “tierra de paz prometida”.

La colonización judía en la provincia de Entre Ríos marcó un hito importante en el desarrollo de la vida provinciana y, desde allí, se proyectó a toda la Nación, en lo político, económico y cultural. La mayor parte de estos judíos eran del grupo “askenazí” y fueron vulgarmente llamados “rusos”, por provenir precisamente de la nación rusa.

Cuando se produce el fallecimiento del barón Hirsch, en 1895, el total de pobladores judíos en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Chaco era de 6.757 colonos, los cuales representaban muchos más, pues estaban computados como cabezas de familia. El total de colonos ubicados por la “Jewish” fue de 27.448 personas en mas de 400.000 hectáreas.

Muchos de ellos volverán más adelante sus ojos hacia la provincia de Corrientes, en la que se radicarán en forma definitiva, siendo el origen de personalidades destacadas en todos los órdenes del quehacer ciudadano y, especialmente, en el orden político, tema que ocupa este trabajo.

- La presencia judía en Corrientes

La información lograda a través de diversos testimonios permite afirmar que los primeros inmigrantes judíos a la provincia de Corrientes pertenecieron al grupo “sefardí”.

Es cierto que los Gobiernos correntinos, a partir del doctor Juan Gregorio Pujol, de Juan Vicente Pampín, de Juan Esteban Martínez y, especialmente, de Juan Ramón Vidal, se preocuparon por el establecimiento de colonias de inmigrantes de distintos orígenes, pero no es menos cierto que en ninguna de ellas tuvo como base la presencia judía.

Es decir que la inmigración judía a Corrientes no aparece en forma institucionalizada, sino que hombres, mujeres y niños de ese origen llegan aislada e individualmente a la provincia.

De acuerdo con los informes recogidos, los primeros inmigrantes que arriban a playas correntinas pertenecen, como se ha dicho, a la comunidad “sefardí”, y llegaron en lo que se podría calificar como “inmigración autónoma” o “no institucional”, radicándose -a fines del siglo XIX y comienzos del XX-, en localidades ubicadas preferentemente sobre el río Uruguay, al Este de la provincia, proviniendo la mayoría de ellos de los distintos países de la cuenca del Mar Mediterráneo.

Algunos de los nombres pertenecientes a dicha comunidad y sus respectivas actividades que se ha podido localizar son los que aparecen en la Ciudad de Alvear, en el negocio de tienda y almacén, los señores Isaac J. Benzaquen y Naón I. Farache. Un poco más adelante se establecieron en dicha localidad José y Salomón Abitbol, antecesores del conocido folklorista “Isaco” Abitbol.

En la Ciudad de La Cruz también tenían negocio los hermanos Abitbol y, junto a ellos, el señor Salomón Almoznino. Con tienda y almacén también se halla registrado Jacobo Flores.

En la Ciudad de Paso de los Libres, otro grupo más numeroso formado por los señores Asayag Hermanos, con almacén, ferretería y ropería, llamado “La Fortuna”, con una sucursal del mismo rubro, “La Mascota”, atendida por el gerente, José Botbol.

Además de Elías Numai, con cochería de alquiler, hallamos a los hermanos Isidro y Juan Nin, con frutos del país y librería, respectivamente. Más adelante aparece en esta ciudad la firma Benchimol, Asayag y Cia., tienda “La Verbena”, atendida por Emilio Naón. En el Club Social de esa ciudad integra la Comisión Directiva como vocal, Alberto Asayag.

En la Ciudad de Santo Tomé encontramos la firma Benoniel Hermanos y Cia., con tienda y mercería y, en igual rubro, a Isaac Benchimol. Con fábrica de ladrillos está registrado Isaac Franchi.

En la Ciudad de Mercedes se halla a la firma Saia y Cerimele, en el rubro tienda y almacén, al igual que Abelardo Benzaquen, con tienda y acopio de frutos del país, en la Ciudad de Mariano I. Loza. Mas adelante se establecerán en Mercedes, los Funes, Eskenazi y Cia., tienda “La Buenos Aires”, Alberto García y Cia., con tienda y varios. También se encuentra un médico, el doctor Moisés Newkirk, que actúa como Comisionado Escolar.

En la Ciudad de Ituzaingó vamos a encontrar con Elías Husulac y, en San Roque, a Abraham Cheiself, ambos con negocio de tienda. En la Ciudad de Curuzú Cuatiá encontramos a Alberto Roffé, con almacén por menor.

En la Ciudad de Bella Vista hallamos a Elías Benazulin, con negocio de tienda y almacén. En la ciudad capital, hasta 1904, se registraban los siguientes comerciantes de origen judío: Francisco Salom, con negocio de zapatería; José Abecasis; Antonio Cohen y hermano, tienda y bazar; Alberto García y Cia.; León García; la de Dayan Sasson, mercería; y, más adelante, Isaac S. Bensaquen, que atendía el negocio de la firma Musafir Grabois y Cia.

Otros nombres llegados tiempo después son los de Juan Levy, contador y educador (profesor de idiomas); Julio Méndez, tipógrafo; y las familias Jakim, Almoznino, García, Mehaudy, Levy, Beraja, Salem, Abulafia, Méndez, Mazza, Colodro y muchos otros.

Como se advierte en la lectura precedente, la gran mayoría de los mencionados pertenecen al grupo “sefardí”, los que llegaron a asentarse en la Provincia con capitales propios, estableciéndose por lo general en los rubros de tienda, almacén, zapatería, ferretería, frutería, etc.

Más adelante, al filo de la primera década del siglo XX, se encuentran las primeras firmas comerciales, como la de B. Gutnisky y hermano, con tienda, ropería, mercería y zapatería; y la de Socolsky Hermanos, que son como una avanzada de los inmigrantes judíos de origen “askenazí”, llegados antes de la Primera Guerra Mundial, y a quienes -tradicionalmente- se los denominaba como “rusos”, por provenir precisamente de aquella nación.

A medida que transcurren esas primeras décadas del siglo XX se incorporarán muchas otras familias de ese grupo judío, como ser los Blugerman, Lifschitz, Cohen, Kesner, Erochesky, Korimblun, Zimerman, Schvetz, Schwartz, Pinsker, Open, Rabinovich, Gutnisky, Waisblatt, Frid, Zaskin, etc.

Algunos proceden de los grupos pertenecientes a las antiguas colonias radicadas en Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires o La Pampa, hijos de los primitivos colonos, buscando mejores horizontes que los que podía ofrecerle el cultivo de la tierra, y tratando de “ser alguien” como se lo inculcaban sus padres y lo señala acertadamente una escritora de origen judío.

Y otros, tal vez al azar, como recordará un descendiente, cuando su antepasado resolvió alejarse de Buenos Aires, preguntaba cuál era la última estación de la línea ferroviaria -en este caso era Corrientes-, sacando pasaje con ese destino.

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