Origen del Chamamé, según Olga Fernández Latour de Botas
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“Cuando en el polvoriento patio de la bailanta, damas y damos se buscan y se encuentran para enlazarse por parejas, mecidos por la cadencia de un chamamé; cuando la cordeona rasga el aire con sus melodías volvedoras, envolventes, enajenantes, no existen para hombres y mujeres del campo correntino el ayer ni el mañana(1).
(1) Enrique Antonio Piñeyro. "El Chamamé: música tradicional de Corrientes (génesis, desarrollo y evolución)" (1997), Corrientes. Ed. Gabriel Enrique del Valle. La autora del escrito -transcripto por Piñeyro- es Olga Fernández Latour de Botas, escritora, docente, investigadora especializada en los campos concurrentes del folklore, la historia y la filología.
"Sólo un mundo mágico surgido de esa música, a cuyo conjuro no hay polvo ni fatiga, sino una plenitud que se florea en el taconeo o el parará y se expande en el grito exultante del inigualable sapukai.
“Es indudable que hay algún hechizo en esta música y en esta danza, puesto que desde Corrientes, núcleo de su área de dispersión actual, se ha extendido, con notable poder de transculturación, a otros ámbitos de nuestro país, como que se lo registra ya en bailes populares de Chaco, Formosa, el Sudeste de Salta, Santiago del Estero, Misiones y todo el Litoral fluvial, incluyendo zonas de las provincias de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe.
“Mucho se ha dicho acerca de su origen y acerca de su nombre, y es bueno recordar que, como lo ha señalado lúcidamente Carlos Vega(2), en el caso de las canciones y los bailes del pueblo, muchas veces es necesario rastrear separadamente ambas etiologías.
(2) Carlos Vega. “Las canciones folklóricas argentinas” (1964), p. 198.
“En cuanto a la música y la danza que hoy conocemos como chamamé, resulta indiscutible que el origen de su práctica en nuestro suelo no se registra muy atrás en el tiempo. La mayoría de los especialistas coinciden en que la palabra chamamé es de origen guaraní, y de uso antiguo, pero con significados ajenos a la música o la danza, como que para algunos quiere decir enramada, y para otros ‘cosa hecha al descuido, a la ligera’.
“No faltan sin embargo quienes sostienen que la música del chamamé es la antigua y primitiva música guaraní, a la que se quiso ocultar tras el nombre de polka. Así la “polka kyre’ÿ”, también llamada “ramada vy”, no sería más que el chamamé en el cual se conservan las tradiciones aborígenes de origen guaraní, o quizá kainguá(3).
(3) Porfirio Zappa. “Ñurpi (por el campo correntino)” (1959), p. 22.
“De todos modos, sea cual fuere el origen de la antigua palabra, resulta inaceptable asignarle el mismo que a la música actualmente conocida como chamamé, puesto que ésta es formalmente una derivación de la polka de Bohemia, que llegó al Plata hacia 1845, ascendió por los ríos y se aquerenció en Corrientes, esto tal vez después de tomar carta de ciudadanía en el Paraguay, donde se la adoptó y convirtió en danza nacional. Esto último, según se afirma, ocurrió después de 1855, fecha en que madama Elisa Lynch, la compañera de Francisco Solano López, llevó un conjunto de músicos cíngaros y polacos que ejecutaban polkas, mazurcas y czardas centroeuropeas, en las tertulias asunceñas del Supremo.
“Lo dicho vale en cuanto a la música, y también en cuanto a la danza, ya que, como baile de pareja enlazada, corresponde, según lo ha probado el eminente Vega(4), a la promoción llegada al Río de la Plata hacia 1845, y difundida tardíamente entre el pueblo rural, que se mantenía fiel, hasta entonces, a los bailecitos de la tierra, de pareja suelta e independiente, y a las contradanzas llegadas en una segunda corriente coreográfica europea.
(4) Carlos Vega. “El origen de las danzas folklóricas” (1965), tercera edición, pp. 81 y sigts.
“De todo lo dicho surge, pues, un confuso panorama histórico acerca del chamamé, que el estudioso Raúl Oscar Cerruti(5) opta por dejar atrás, cuando señala, en forma contundente, el nacimiento de la danza-canción que hoy conocemos como chamamé.
(5) Raúl O. Cerruti. “El Chamamé (danza del folklore guaranítico argentino. Elementos para su estudio integral)” (1965).
“Corre el año 1930 -dice-. Samuel Aguayo lanza un disco, en una de cuyas caras figura ‘Corrientes Poty, chamamé correntino’, y aquí parece empezar todo, o casi todo lo comprobable sobre esta especie del patrimonio popular argentino.
"Sin embargo, hay un dato histórico, a cuyo conocimiento nos ha llevado el azar de lecturas sobre papeles viejos, que obliga a replantear las incógnitas acerca de esta especie coreográfica y musical de tan incierto origen.
“En el Número 4 de un periódico publicado por Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, titulado ‘Las cuatro cosas o el antifanático; el amigo de la ilustración cuya hija primogénita es la tolerancia; el glosador de los papeles públicos internos y externos y el defensor del crédito de Buenos Aires y demás provincias hermanas’, aparece un artículo escrito en prosa ‘gauchesca’ (rareza destacable), y titulado: ‘Continúa la chacota de Cuatro Cosas que quedó suspendida en el Nro. 2, hasta mejor ocasión’.
“El artículo está destinado a combatir satíricamente a fray Francisco de Paula Castañeda (que por entonces batallaba, a su vez, denodadamente, en periódicos y suplementos de estrafalarios títulos, teatro abierto para las urticantes apariciones de sus innumerables criaturas de ficción).
“Se trata de una verdadera joyita filológica en materia de vocablos y expresiones campestres, como su propio autor lo destaca, cuando dice al comienzo:
‘Eche arrayán, mi P. Fr. Francisco y siga la taba...’, anota al pie: ‘Creo que ni el mismo señor Chano ha de saber esta frase. Cuando los paisanos están en el campo, en la cocina, de jarana, y la conversación es interesante al gusto de ellos, dicen esas expresiones, que significan, el que se atice el fuego echándole un poco de sebo, y que siga la broma’.
“Se refiere así, a que ni Bartolomé Hidalgo (cuyo seudónimo de ‘Chano’ ya había suplantado en el sentimiento popular el propio nombre del autor), podía conocer tan típicas expresiones del campo como las que él acababa de utilizar.
"Pues bien, en la página 59, de esta original publicación (la paginación es corrida con la de los números precedentes), en que arrecia la dura sátira contra el padrecito de la ‘Santa Furia’, se lee lo siguiente:
‘Y por qué diablos, siendo tan hombre mi pa’i Francisco, ¿no tiró S. P. por la carrera de las armas? ¡Qué arrogante soldado de brigada hubiera V. P. hecho en la Real Marina española! ¡Qué se viniesen entonces a V. R. con agachadas los contramaestres, guardianes, maestres de víveres, calafates, y demás guapetones del rancho de proa.
'Ya me parece que lo veo destripando a unos, cruzándoles a otros la cara, bailando un chamamé encima de la cabeza de alguno, y echando sobre aquellas cubiertas de Dios por esa boquita que debía estar engarzada (más que sea en plomo derretido, digo, si no le incomoda a V. P.), más serpientes, culebras, y sapos que los que hay por esos chircales del mundo) (esto ha sido entre paréntesis, mi P. y perdone el rampujen)’.
“Esto se publicó en Buenos Aires, el sábado 17 de Febrero de 1821. No había llegado la polka como música ni como baile; no se trata de referencias etnográficas, ni de un cuadro correntino, sino de una imitación del habla rural de los alrededores de Buenos Aires. Y allí aparece el chamamé, y ya es un baile.
"No hay dudas de que todavía habrá que investigar más a fondo el origen de esta palabra y de esta danza.
“Mientras tanto, por suerte, los hombres y mujeres del campo correntino y los de su amplísima área de expansión, seguirán entregados al placer de este baile querendón, que sienten como propio desde el fondo del alma, sin preocuparse por su ignoto pasado ni por su hipotético porvenir”.