Lobisón (Luisõ)
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La idea más común que se tiene de él en la costa del Iberá (Yvera), es la de su transformación canina. El perro negro, jagua hũ, de gran tamaño, es el animal marcado por la superstición(1).
(1) “Leyendas y supersticiones del Iberá. Seres metamorfoseados”, por Perkins Hidalgo, Guillermo - Nota aparecida en el fascículo 7 “Corrientes entre la leyenda y la tradición”, de la publicación “Todo es Historia”, colección dirigida por Félix Luna, en Octubre de 1987.
No obstante, la impresionable imaginación del sujeto vidente no puede precisar su aspecto con nitidez. Concepción Barrientos, por ejemplo, la misma mujer que me habló en Paso Picada sobre la Salamanca, me dijo textualmente:
- Es una cosa que no se entiende...
El poeta Rafael Jijena Sánchez, en su libro “El Perro Negro”, reafirma la vigencia del mismo en el folklore.
La persona señalada como lobisón es el séptimo hijo varón seguido y no bautizado de cualquier familia. No come carne, es escuálido, hermético, solitario, muestra siempre las uñas largas y sucias de tierra y tiene costumbres singulares que lo hacen sospechoso al extremo.
Para la gente de la región, no pasan nunca desapercibidas las características habituales del hechizado. De esta objetivación demoníaca, a la cual “no le entra bala”, se afirma que sólo se le puede ahuyentar con la señal de la Santa Cruz, y tirándole con botellas y tizones encendidos.
Según la voz del pueblo, es “a lo único que tiene miedo”. ¿Por qué? Porque la Cruz es el paje guasu o talismán grande de Dios; porque las botellas cortan, y los tizones encendidos queman, y él sabe que si lo hieren, en cualquier forma, quedaría marcado, descubriéndose ante los demás.
Para saber si el perro completamente negro, que aparece de pronto rondando la casa y hasta dentro de ella, como en la cocina, por ejemplo, es en realidad el sujeto sospechado (siempre hay uno), se le llama por su nombre de gente.
Si es él, se volverá furioso hacia la persona que lo nombró, y echándosele encima tratará de matarla. Por eso hay que prevenirse antes, teniendo a mano lo que él teme. Si no se puede o no se quiere proceder así, no se le debe hacer caso, y por lo tanto hay que dejar que siga dando vueltas hasta que se vaya solo.
El lobisón no come carne; gusta, en cambio, de la leche. Se asegura que en los tambos por donde ronda habitualmente, los terneros enflaquecen, por falta de alimento necesario, ya que se bebe la leche, dejando vacías las ubres de las vacas.
Por eso es que, cuando muere algún sujeto sospechado de tal, se fijan si tiene leche en los labios, y si ven rastros de ella en los oídos o en la nariz, pues creen que al morir pierden por allí algo de lo que han tomado.
Otra de las cosas que más le agradan, son las distintas clases de excrementos, especialmente los de gallina. El pueblo sabe cuándo el lobisón ha rondado por su hogar. El patio de tierra amanece limpio...
Aseguran que el hechizado, para poder transformarse, cosa que hace dos veces por semana, martes y viernes, a la entrada del sol y en un lugar solitario, debe desnudarse completamente. Para tornar a su estado natural, tiene que regresar antes de que amanezca, pues en caso contrario se encontrará desnudo, donde lo tome el día.
Lo que cuentan, hecho correr por uno que dice “lo sorprendió de lejos”, es que da, todavía en forma perruna y quejándose como si sufriera, varias vueltas y saltos sobre sí mismo, hasta que de pronto se ve que el perro ha desaparecido y un hombre desnudo se levanta del suelo.
Sobre esta objetivación, corren varios cuentos y sucedidos, que pretenden corroborarla. Mucho se ha escrito hasta la fecha; Plinio, Virgilio, Cervantes, Menéndez y Pelayo, Braga, etc., sobre esta superstición tan remota y estudiada en el mundo entero.
Petronio, en El Satiricón, Cap. 62, pone en boca de Nicero, la historia de un soldado licántropo, de la que extrajo esta referencia:“Convertido en lobo, comenzó a dar aullidos y se metió corriendo en el bosque”.
La voz lobisón o lobishomen es de indudable origen europeo. Ella llegó hasta el Plata, con los españoles y portugueses de la conquista. La sombra del lobisón se dilata, como adherida a la mentalidad propicia de la comarca, tanto como las viejas prácticas mortuorias de las ofrendas y “la novena de la mesa”. Todas estas manifestaciones de la psicología popular correntina, que vibran en el paisaje frente al sin par espejo de la laguna, constituyen todavía un interesante aspecto del opulento valor folklórico nacional.