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PRESIDENCIA DE VICTORINO DE LA PLAZA

He tenido el gusto de recibir la apreciable carta de Ud. del 4 de Enero último, solicitándome una beca para su hijo Victorino de la Plaza en el Colegio Nacional del Uruguay. Satisfaciendo los deseos que Ud. me expresa, he pasado ya la orden respectiva al Director de aquel establecimiento y, por consiguiente, Ud. puede, cuando quiera, enviar a su hijo. Con este motivo me ofrezco de Ud. atento y seguro servidor”.

Firmaba la carta, Justo José de Urquiza... La destinataria se llamaba María Manuela de La Silva.

El muchacho, que en 1859 ingresaba al Colegio de Concepción del Uruguay venía de una infancia dura... El padre, don José Mariano Roque de la Plaza, un modesto agricultor del pueblo de Cachi, en el Valle de Lerma, falleció tempranamente. Las necesidades del hogar lo empujaron a Victorino a la calle como vendedor de dulces o a cumplir la práctica -entonces novedosa- de ofrecer, voceando, los periódicos, para suscitar así la atención del vecindario salteño...(1).

(1) Victorino de la Plaza nació en Salta el 2 de Noviembre de 1840. Ejerció la presidencia de la República desde el 9 de Agosto de 1914 hasta el 12 de Octubre de 1916. Falleció en Buenos Aires, el 2 de Octubre de 1919. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires. Es el 14to. Presidente Constitucional de la Nación Argentina en el hecho y en el título.

Las primeras letras las asimiló Victorino en un convento franciscano, donde cautivó a los sacerdotes por su despejo y voluntad.

Del Colegio de Concepción del Uruguay trajo De la Plaza dos futuras “palancas”: su vinculación en las aulas de ese establecimiento con Roca, a quien tuteaba, y un excepcional dominio del latín...

Aunque parezca mentira, más importante le sería ésta última...

Que el latín no era lengua muerta, lo probaría la vida de Victorino de la Plaza... En Buenos Aires, mientras cursaba en la Universidad estudios de Derecho, Dalmacio Vélez Sársfield le entregó -para que se la controlara- su traducción de “La Eneida”; De la Plaza alternó con esa tarea las que también cumplía al lado de Vélez Sársfield mientras éste elaboraba el Código Civil...

Por otra parte, llegado a Buenos Aires, se aloja en la casa del doctor Eduardo Lahitte a cuyo estudio profesional se incorpora. Aprovechando su latín, el doctor Lahitte le confió enseñara ese idioma a un nieto que se llamaba Roque...

Cuando Roque Saenz Peña es -cuatro décadas más tarde- candidato a la presidencia de la República, las circunstancias le permiten decidir sobre quién debe integrar la fórmula como vicepresidente... Y amén de otros indudables merecimientos, sin duda el recuerdo de las “declinaciones” del latín ayuda a explicar la inclinación de Saenz Peña por la candidatura a vicepresidente de Victorino de la Plaza. Perduraba la amistad nacida entre el muchacho que aprendía y el joven profesor que le enseñara...

La guerra del Paraguay (1865) lo llevó -entre los primeros voluntarios- a las trincheras que desató ese conflicto; con el grado de Capitán estuvo en Tuyutí.

Devuelto a las jornadas de paz, prosiguió De la Plaza colaborando en los trabajos de codificación que realizaba Vélez Sársfield. Su admiración por el sapientísimo cordobés explica que De la Plaza encabezara su tesis universitaria, para optar el grado de Doctor en Jurisprudencia, con una cita de un discurso pronunciado por Vélez Sársfield en la Cámara de Diputados de la provincia, en 1859.

Esa tesis de Victorino de la Plaza constaba de 40 páginas, es de fecha 1868 y tenía por tema a desarrollar: “El crédito produce el efecto de aumentar los capitales”.

Iniciaba su exposición, dirigida al “Señor Rector y Señores Catedráticos’’, con expresiones que responden al formulismo de la época:

Vengo a presentaros, en este día solemne para mí, la última prueba que exigen los estatutos universitarios para premiar con el grado de Doctor en Jurisprudencia al que ha consagrado una parte de su vida al estudio de las ciencias que nos enseñan a apreciar las relaciones sociales y las acciones de los hombres, bajo el punto de vista de su utilidad, del derecho y de la justicia.
Y aunque implantadas vuestras sabias lecciones en un terreno bastante estéril para que esperéis ver en esta ocasión una prueba de haberse logrado el fruto de vuestra benéfica solicitud, sírvame al menos para tributaros el agradecimiento que mi corazón siente hacia vosotros...”.

Y más adelante, antes de entrar en materia, la dedicatoria donde quedan documentados los desvelos que el hijo no olvidaba:

A mi querida madre.
El corazón me dice que si me fuera dado en esta vez unir a vuestro nombre el de mi padre querido, sería para mí el momento más supremo de felicidad.
Pero el cielo, en sus misteriosos destinos, arrebató su existencia cuando yo era un niño; debo pues, a ti sola, los cuidados, los desvelos y la tierna solicitud con que guiaste mis pasos.
¡Deuda sagrada! Que no con todo mi amor podría jamás pagar, mucho menos con este humilde trabajo que, os ruego aceptéis como una prueba al menos de mi gratitud y cariño”.

El presidente Sarmiento lo comisionó para, con el doctor Aurelio Prado Rojas, subsanar los errores de la primera edición del Código Civil Argentino que acababa de imprimirse en los Estados Unidos. El informe de los dos comisionados, elevado en Agosto de 1871, sirvió de “Fe de Erratas del Código” sancionado ley del Congreso en 1872.

Este año Sarmiento designó a De la Plaza, Procurador del Tesoro, cargo que desempeñó hasta los comienzos de la presidencia de Avellaneda (1874).

La vinculación con Vélez Sársfield explica que De la Plaza heredara buena parte de la actividad profesional del mismo e iniciara así su personal prosperidad financiera.

No parecía interesarle la política hasta que un buen día entró en ella por la más ingrata de las funciones gubernativas... Por la única que parece destinada a cargar con la odiosidad de no sonreír a los amigos, de no ver las penosas realidades de ese mundo interminable que es el de los necesitados...

Sí; Victorino de la Plaza fue nombrado, por Avellaneda, ministro de Hacienda... Tal vez se pensó que su impasible rostro de oriental, que le hizo merecer el apodo de “el Chino”, ayudaría a abreviar los inútiles reclamos de los solicitantes...

Asumió el cargo en Septiembre de 1876. Eran momentos angustiosos para las finanzas de la nación: las deudas acorralaban a los recursos, el déficit testimoniaba, fiscal implacable, que lo normal era que los gastos excedieran en más de un 60 % las rentas del país(2).

(2) La gestión del ministro De la Plaza se tradujo en una sustancial reducción del déficit del Presupuesto. Ella permitió -en efecto- disminuir dicho déficit a un 35 % el año 1877; a un 17 % el año 1878; a un 14 % el año 1879. Los datos aluden a los tres únicos años que correspondieron totalmente a su desempeño ministerial. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.

Cuando De la Plaza iniciaba su gestión, el crédito exterior tenía exigencias perentorias: era decisivo salvar -ante los empréstitos extranjeros- la imagen de una Argentina no morosa que afrontaba sus compromisos.

Aludiendo a esa situación, el presidente orador había dicho: “Economizaremos sobre el hambre y la sed de los argentinos”. Pero si la frase fue de Avellaneda, la tarea de “apretarle el cinturón” a los dos millones de habitantes fue obra de De la Plaza...

De entrada mostró su espíritu de organizador:

Recién a partir del Ministerio del doctor De la Plaza se inicia la confección de estadísticas, resúmenes, planillas y cuadros comparativos, sin cuyos elementos de consulta no se podían resolver los arduos problemas que se tenían entre manos, cuya resolución el país esperaba y exigía de su versación”.

Encaró De la Plaza reformas fundamentales sugeridas por un panorama que -entre otras características- mostraba una increíble anarquía monetaria: que cada provincia emitiera billetes y numerario parecía un alardoso gesto de federalismo... En verdad, rastros de un feudalismo que sobrevivía a la unificación del país; a esa situación aludió el ministro en la “memoria” de 1878:

Hace tiempo que el país reclama solución al asunto de acuñar moneda nacional para ponernos al nivel de los pueblos civilizados”.

Además de un orden administrativo, debe haber montado una guardia de cancerbero respecto de la caja de caudales... La documentación histórica prueba que De la Plaza no llegó sin embargo a deshumanizarse del todo y, alguna vez, recordando su vieja camaradería en las aulas del Colegio de Concepción del Uruguay, fue sensible a un pedido que Roca le solicitaba desde Río Cuarto:

Buenos Aires, 15 de Febrero de 1877.
Señor General, don Julio A. Roca - Río IV
Mi querido General:
Recibí tu carta del 5 recomendándome a tus ayudantes Fotheringham y Paz. Sus órdenes de pago no están todavía en mi Ministerio, pero así que vengan serán despachadas.
Abriremos un poquito la bolsa...
¿Y la frontera cómo va, mi General? Esa es necesario defenderla como la bolsa, con la diferencia de que ésta no tiene casi nada, mientras que tu frontera tiene muchos indios.
Cuenta siempre con tu amigo”.

V. de la Plaza(3)

(3) “Publicaciones del Museo Roca” (1966). Documentos. V. Documentos anteriores a 1880. Buenos Aires. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.

En Mayo de 1880 renunció al Ministerio para aceptar una diputación por la provincia natal.

Los relámpagos de la guerra civil prestaban al panorama de la vida institucional su dimensión más patente. Frente a la candidatura presidencial de Roca, triunfante gracias al apoyo de las provincias del Interior, la de Carlos Tejedor, el gobernador de Buenos Aires, aparecía apelando a las armas.

En Junio, desconociendo la autoridad presidencial de Avellaneda, Tejedor movilizaba -con elementos bélicos traídos del exterior- la Guardia Nacional de la propia Ciudad de Buenos Aires. El inocultable desafío que ello implicaba fue contestado por Avellaneda con el abandono de la ciudad porteña, hasta entonces sede del gobierno, y su decisión de fijar, en el vecino pueblo de Belgrano, la residencia de su autoridad...

El Congreso Nacional dividió simpatías entre los dos bandos; Victorino de la Plaza figuró entre los diputados que se trasladaron a Belgrano para respaldar, con su presencia como Poder Legislativo, la decisión de Avellaneda y, consiguientemente, la elección de Roca como nuevo presidente.

Ya desde el año anterior, la violencia desbordaba en las calles, multiplicando episodios agresivos. “El Porteño”, en una edición extraordinaria(4), denunciaba que se había intentado asesinar a Roca. “Atropellaron un carruaje creyendo que iba en él; cortaron las riendas, apuñalaron un caballo, hicieron fuego con trabucos sobre la volanta y el cochero; pero, Roca no iba en el carruaje, sino el ministro, doctor Victorino de la Plaza, y el señor Antonino Cambaceres

(4) Fecha 27 de Agosto de 1879. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.

Seguía ocupando De la Plaza su banca de Diputado cuando, ya iniciada la presidencia de Roca, éste le encargó -en 1881- redactara, en colaboración con el doctor José María Rosa, el Proyecto de Ley de Organización de Tribunales y Administración de Justicia.

En Febrero de 1882, Roca lo incorpora a su gabinete; renunciando a su banca de diputado, De la Plaza pasa a ocupar la cartera de Relaciones Exteriores.

En la Cancillería le tocó participar en la firma de convenciones telegráficas con Bolivia y Uruguay; en el tratado de extradición con España; y en negociaciones con el Brasil, atinentes a la federalización del territorio argentino de Misiones.

En 1883 deja la Cancillería y se hace cargo del Ministerio de Hacienda.

En 1885 ciertos círculos pensaron en él como un candidato para suceder a Roca en la Primera Magistratura. Es posible que De la Plaza hubiera ya advertido que Juárez Celman, concuñado de “el Zorro” era -sin esperar las elecciones- el destinado a ganar...

Por otra parte, disentía con Roca respecto de la orientación del Ministerio de Hacienda; siempre cauteloso en los gastos. De la Plaza vio, con preocupación, el amanecer de esa política de optimismo oficial que encaraba -desaprensivamente- el crecer desmesurado del déficit fiscal...

Renunció al Ministerio ... y al país ... Se marchío a Europa sin fijarse fecha de regreso... Viudo ya de doña Ercilda Belvis y sin hijos, la falta de afectos hogareños contribuye a explicar que el año mencionado iniciara su exilio voluntario.

Por más de quince años, como olvidado de sus raíces salteñas, se perdió, transplantado entre las nieblas de Londres... Estas lo vieron -durante esa larga etapa- concurrir con regularidad al club inglés para jugar su partida de tresillo... Era la única oportunidad en que este hombre metódico aceptaba compartir con el azar algunas de sus horas... En el club, los diarios argentinos le informaban de la patria distante...

Dos fugaces reapariciones en la Argentina fueron los únicos contactos personales que Victorino de la Plaza mantuvo por ese entonces con el país; luego de la insurrección del 90, participó de las gestiones tendientes a anular la entrega de las obras sanitarias de Buenos Aires -propiedad del Estado- que habían sido transferidas a una empresa británica... Se le consultaba también en materia de empréstitos, etc.

Sin embargo, cuando a partir de comienzos del siglo se reintegró a su nación, el primer cargo que lo recuperó a De la Plaza para la función pública fue el de ministro de Relaciones Exteriores, ofrecido en Junio de 1908...

Ya en Julio de 1903, invitado a una “Convención de Notables” destinada a elegir la fórmula presidencial que debía suceder a Roca, cuando éste terminara en Octubre de 1904 su período legal, De la Plaza había declarado su disconformidad con ese procedimiento y renunciado a integrar la mencionada Convención.

Volvía a la Cancillería veinticinco años después de haberla desempeñado cuando la primera presidencia de Roca... Y volvía hecho el ofrecimiento por José Figueroa Alcorta, el presidente que sistemáticamente cumplía, desde la Primera Magistratura, la política de “desmantelar” a Roca y al “roquismo”...

Mientras en lo económico la Argentina mostraba -en 1908- una prosperidad tan excepcional que ese año y el de 1893 eran los únicos en los cuales el Presupuesto Nacional se cerraba hasta entonces sin déficit(5), en materia de relaciones exteriores sobraban los conflictos; y lo que resultaba más ingrato, con los países vecinos... No era pues una Cancillería apacible la que recibía De la Plaza.

(5) Véase en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación (21 y 22 de Enero de 1938) el cuadro numérico de las rentas recaudadas y los gastos totales del país, por año, desde 1864 a 1935. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.

Se inspiró en una prudencia que gustó incorporar a su técnica de ministro algunas fórmulas de la cautelosa práctica gubernativa de los ingleses... Así, cuando a los pocos días de iniciar su gestión debió enfrentar interpelaciones parlamentarias, no vaciló en usar la clásica respuesta británica a emplear en circunstancias semejantes: “El Gobierno no está preparado para contestar a esa pregunta...”.

Pero, claro está, se preparó ... y una semana después, en respuesta a una interpelación de Joaquín V. González, De la Plaza ocupa dos sesiones del Senado para informar sobre el asunto a entera satisfacción de la Alta Cámara.

Su desempeño en el Ministerio de Relaciones Exteriores le aumentó su estatura política y ya próximo a cumplir los setenta años, rejuvenecidos los servicios prestados mucho antes, pareció lógico juzgarle con méritos para integrar la fórmula presidencial que -encabezada por Roque Saenz Peña- debía disputar las elecciones de renovación del Poder Ejecutivo. Ya se dijo que fue precisamente la decisiva opinión de Saenz Peña la que permitió su candidatura y en los comicios de 1910 su consagración como vicepresidente.

Nada parecía prever que antes de dos años de su mandato, la enfermedad de Roque Saenz Peña obligará a éste a frecuentes licencias en el cargo, lo cual hizo de De la Plaza, Primer Magistrado provisorio...

En Agosto de 1913, el Congreso acordaba a Roque Saenz Peña licencia por tiempo indefinido y De la Plaza asumió interinamente la presidencia.

Este interinato tendría su importancia... La reforma electoral propiciada por Roque Saenz Peña había iniciado -a partir de 1912- la declinación del conservadorismo tradicional y mostrado, en los escrutinios, la posibilidad de triunfo de los partidos radical y socialista...

De ahí que el conservadorismo no disimulara mucho su esperanza de que Victorino de la Plaza sirviera para -con los recursos del poder- anular o al menos frenar las nuevas corrientes que exteriorizaban las simpatías ciudadanas: se aceptaba que De la Plaza no compartía, en toda su amplitud, los ideales democráticos de Saenz Peña...

Pero De la Plaza calló esa posible disidencia con el titular enfermo y ante los comicios de Marzo de 1914, en los cuales se renovaron algunas gobernaciones y buena parte de las Cámaras, observó una equidistante neutralidad que acentuó las crecientes posibilidades de éxito del radicalismo dirigido por Hipólito Yrigoyen...

Cuando, en Agosto de 1914, el destino le trajo el completar como titular el período trunco por el fallecimiento de Roque Saenz Peña, De la Plaza no modificó su actitud y se consideró un obligado albacea leal de las convicciones del presidente fallecido...

Por otra parte, al producirse el deceso de Saenz Peña, a los pocos días de iniciada en Europa lo que dio en denominarse luego “la Primera Guerra Mundial”, esta beligerancia vino a golpear la vida del país y a inquietar a la Argentina por las repercusiones de la misma en todos los sectores.

La experiencia de Victorino de la Plaza en cuestiones económicas, tanto como la serenidad con que encaró y adoptó las decisiones, facilitaron -después de un “feriado bancario de cinco días” y otras numerosas providencias- que el país pudiera superar los inconvenientes y afianzar la neutralidad que declaró ante los bandos beligerantes.

La situación económica repercutió en los festejos a celebrarse para conmemorar, en Julio de 1916, el primer centenario de la Declaración de la Independencia argentina proclamada en Tucumán: De la Plaza solicitó del Congreso se redujeran en un 60 % los recursos a invertir en esa finalidad. No puede sorprender que en tren de austeridad los actos de mayor envergadura fueran el desfile militar y el de la ciudadanía.

Mientras se verificaba este último, un joven desenfundó un revólver y mientras gritaba “¡Viva la anarquía!” disparaba un tiro contra De la Plaza que presenciaba, desde un balcón, el paso de la muchedumbre... El proyectil dio un metro más abajo del lugar que ocupaba el presidente, quien permaneció impasible mientras la policía detenía al agresor y lo defendía del público que, sin más trámite, intentaba lincharlo...

En 1916, ya próximas las elecciones para una nueva presidencia, Victorino de la Plaza, requerido por las fuerzas conservadoras para darles “el calor oficial”, reiteró su decisión de no comprometer en luchas partidistas su alta investidura.

Se llegó así a los comicios de Abril de 1916 y como los resultados de la misma parecían de posible distorsión en el Colegio Electoral, De la Plaza expresó, sin ambages, su condenación:

Se anuncia en los círculos políticos una combinación tendiente a que la elección de electores se haga sin mandato imperativo acerca de los candidatos para presidente y vicepresidente...
Pienso que jamás se propuso un procedimiento más incorrecto y poco leal para con la opinión pública. Me resisto a creer que él sea fruto de una combinación maliciosa; pero por ingenuo que fuera su móvil, las consecuencias no serían menos equívocas, atentatorias y funestas”.

Esta actitud del presidente debe computarse como un importante factor en el proceso democrático que significaron las elecciones de 1916 y el consiguiente triunfo de Hipólito Yrigoyen en ellas.

Después de las ceremonias de transmisión del cargo presidencial, De la Plaza, alejado de toda función pública y de toda tarea política, se refugió en la vida privada: en la lectura y en la meditación invertía las horas de una ancianidad vigorosa.

Pero entendió cumplir un deber de gratitud ciudadana y personal al aceptar la invitación para participar de los homenajes que la Universidad de Córdoba decidió tributar a Vélez Sársfield con motivo de celebrarse -en 1919- el cincuentenario del Código Civil.

Y en la vieja ciudad mediterránea reiteró, en meritoria disertación, su devoto recuerdo por el legislador a cuyo lado tanto había aprendido acerca de las leyes y los hombres...

Una neumonía gripal, adquirida en el viaie de regreso a Buenos Aires, le ocasionó la muerte...

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