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Un año fatídico: 1954

- En el cenit de la estabilidad

Resulta difícil precisar en qué momento un régimen político se encuentra en el cenit de su estabilidad y vigencia o ha comenzado a mostrar signos de fatiga y marcha hacia su ocaso. Visto retrospectivamente, el proceso político no mostraba, hacia 1954, signos evidentes que denunciaran la debilidad del régimen peronista, o el principio de su declinación”, expresan Carlos Alberto Floria y García Belsunce(1).

(1) Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce. “Historia de los Argentinos” (1992), tomo II, pp. 422 y sgtes. Ed. Larousse, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

Un autor norteamericano analiza, precisamente, el Gobierno de Perón en este año:

En la Primavera argentina de 1954, la crisis económica daba un respiro, el control político que mantenía Perón parecía ser tan seguro como siempre, y el prestigio internacional del líder nunca había estado tan alto... Parecía ser el mejor de sus momentos, pero sólo en la superficie. La burocratización, el triunfo de la mediocridad y el fetichismo de la verticalidad, habían debilitado al movimiento peronista. Prácticamente, todo dependía ahora de Perón. Si él daba algún mal paso, la vulnerabilidad del peronismo quedaría al descubierto. El conductor pronto tendría la oportunidad de equivocar su rumbo(2).

(2) Joseph A. Page. “Perón” (1984), 2da. Parte: 1952 - 1974, pp. 44/45. Ed. Javier Vergara, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

El mismo autor, agudo investigador extranjero de la realidad política de la época, recoge estas expresiones:

En el Gobierno argentino no hay nadie, ni gobernadores ni diputados, ni jueces ni nadie; hay un solo Gobierno, que es Perón”, que son palabras dichas por Carlos Aloé (gobernador de Buenos Aires), en el mes de Julio de 1954, y contienen la esencia de la autocracia en que se había convertido el peronismo.

Perón estaba sentado -sigue diciendo- en espléndida soledad, sobre la cima de una estructura organizada sobre el principio fundamental de la verticalidad. La disciplina del partido había alcanzado a tal punto, que un funcionario de alta jerarquía podía decir: ‘Ningún peronista entra a analizar las situaciones. Basta que el general Perón quiera una cosa, para que todos estemos dispuestos a cumplirla de inmediato’(3).

(3) Joseph A. Page. “Perón” (1984), 2da. Parte: 1952 - 1974, p. 37. Ed. Javier Vergara, Buenos Aires. “La glorificación del presidente impregnaba todos los aspectos de la vida argentina”. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

Decimos que el Gobierno de Perón estaba, a inicios de 1954, en el cenit de su estabilidad o vigencia. Y es interesante destacar que, para entonces, más que enfrentamientos entre distintas fuerzas políticas, la oposición entre peronismo y antiperonismo se fue haciendo una cuestión de “piel”, una cuestión social, en el sentido más directo de la palabra, dicen los autores citados(4), para explicar después cómo estaban integrados ambos sectores.

(4) Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce. “Historia de los Argentinos” (1992), tomo II, p. 422. Ed. Larousse, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

La oposición, según el criterio de estos autores, estaba formada por los miembros tradicionales del poder económico, para los que el régimen significaba una agresión discrecional a sus intereses; los grandes diarios, los partidos políticos tradicionales, los sectores sociales altos o clase media alta, junto a los cuales se ubicaba una izquierda con todo el poder intelectual, los estudiantes universitarios organizados en la F. U. A., los profesionales, y aún sectores de clase media, beneficiados por la política económica del régimen que, sin embargo, compartían valores que los acercaban a la oposición antiperonista, y hasta puede decirse que era “bien visto” ser parte de esa oposición.

De lo expuesto, resulta que cada vez tiene menos importancia el accionar de los partidos políticos en el escenario provincial, a lo que debe agregarse que, prácticamente, había dejado de existir alguna forma de Gobierno autónomo en las provincias.

Resulta entonces necesario explicar cuál es la situación de cada uno de los partidos nacionales pues, por su accionar, se podrá comprender la marcha en las provincias.

El principal partido opositor era el radicalismo, que había sufrido -en 1946- con la Unión Democrática, la derrota en manos del naciente peronismo. Esa derrota abrió camino a una coalición de intransigentes renovadores y sabatinistas, que desplazó a los unionistas, provenientes del tronco alvearista.

La Declaración de Avellaneda abrió camino al Movimiento de Intransigencia y Renovación (M. I .R.), que combatió al peronismo, discutiendo en el Congreso cada uno de los proyectos gubernamentales, conformando el grupo de los 44 diputados, con liderazgo de Balbín y Frondizi, mientras que el grupo desplazado optaba por el enfrentamiento frontal, especulando con la posibilidad de un golpe militar.

Los conservadores, nucleados en el partido Demócrata, sufrieron el cimbronazo de una cantidad de dirigentes que se “pasaron” pero, finalmente, pudo reconstituirse en una línea de oposición frontal, fundada en la defensa de la legalidad republicana. A esta fuerza estaba adherido el partido Autonomista de Corrientes.

La otra fuerza conservadora de la provincia, el partido Liberal, se mantuvo en una abstención electoral, aún cuando en el Gobierno del general Juan Filomeno Velazco mostró una cierta afinidad oficialista.

Los radicales antipersonalistas, de recordada trayectoria en la etapa de la "Concordancia", prácticamente habían desaparecido, aunque se realizaban gestiones para su reorganización.

En el partido Comunista, que contaba en Corrientes con muy pocos electores, tuvo una primera etapa de acercamiento al peronismo, por la vía de las organizaciones de trabajadores, pero terminaron alejándose y pasando a una oposición conspirativa.

Finalmente, los socialistas -que eran fuertes en la Ciudad de Buenos Aires y otros distritos- no tuvieron relevancia en Corrientes, como tampoco los demócrata progresistas, más allá del entusiasmo de un pequeño grupo caracterizado de dirigentes(5).

(5) Se sigue aquí la opinión de Luis Alberto Romero. “Breve historia contemporánea de la Argentina” (2002), p. 116. Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

Por el lado gobernante, se afirma, el peronismo no habría podido existir sin el apoyo del Ejército, de la Iglesia y de las organizaciones gremiales, aunque sus apoyos principales no estuvieron sólo en esas fuerzas, sino en la vigencia ideológica del nacionalismo autoritario y antiliberal, en la adhesión de sectores importantes de las clases medias urbanas y del Interior y, aún más, de grupos pertenecientes a la sociedad tradicional, depositaria del poder real en muchas provincias.

Pero, fundamentalmente, se coincide en que el apoyo principal estaba en el poder carismático de sus líderes: Juan Domingo Perón y la ya fallecida, Eva Duarte de Perón.

- El Gobierno Nacional

El comienzo de 1954 trae como primer hecho significativo la convocatoria a elecciones de vicepresidente de la Nación. El mandatario elegido en 1952, junto a Perón, fue el mismo que lo acompañara en el primer período de su gestión: el doctor Juan Hortensio Quijano, quien falleció en Abril de 1952, antes de poder asumir como tal, manteniéndose, desde entonces, vacante el cargo.

Se convocaba también para renovar los senadores y la mitad de los diputados nacionales que, de acuerdo al sorteo practicado, cesaban en sus mandatos a fines de 1955. Los comicios debían llevarse a cabo el 25 de Abril.

La convocatoria encontró muy dividida a la oposición. Sus fuerzas representativas se hallaban prácticamente desarticuladas por las medidas que limitaban sus actividades; muchos de sus diputados habían recuperado recientemente la libertad; otros, regresaban del exilio, por la ley de amnistía; y aún otros, permanecían en las cárceles; y no se contó con el recurso de las emisiones radiales. Y a todo ello, debía agregarse la reforma de la Ley Electoral, estableciendo el sistema de circunscripciones, proyectado por el ministro de Asuntos Políticos, Román A. Subiza(6).

(6) Félix Luna. “Perón y su Tiempo”, capítulo III: “El Régimen Exhausto” (1986). Ed. Sudamericana, Buenos Aires. En pp. 117 a 129 se explica el procedimiento urdido por Subiza, para asegurarse mayorías en el Congreso. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

Se presentaron como candidatos, respondiendo al peronismo, el almirante Alberto Teisaire; al radicalismo, el doctor Crisólogo F. Larralde; y por los conservadores (Demócratas), Benito De Miguel, aunque un grupo importante de su partido le negaba esa calidad, por no haber surgido de una convención nacional, aconsejando la abstención electoral.

En el orden nacional, también presentaron sus candidatos los partidos Socialistas de la Revolución Nacional, el Demócrata Progresista, Comunista, Concentración Obrera y los laboristas independientes.

Los comicios se realizaron con normalidad en toda la República y fue elevado el porcentaje de votantes, arrojando el escrutinio gran mayoría para el peronismo.

Puede afirmarse con Potash(7), que Teisaire triunfó sobre su oponente por un margen de casi dos a uno, logrando poco menos que el porcentaje obtenido por Perón, en 1951. Los peronistas obtuvieron 4.660.000 votos, o sea, el 62,95 %, y el radicalismo 2.410.000, o sea, el 31,64 %. El resto se distribuyó entre los demás partidos. El número de votantes inscriptos ascendía a 9.341.069 en todo el país.

(7) Robert A. Potash. “El ejército y la política en la Argentina (1945 a 1962)” (1981), p. 221. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

Así como se habían adelantado las elecciones en 1951, también ahora se habían apresurado comicios que, normalmente, debieron haberse realizado en los primeros meses de 1955. Como consecuencia de ello, durante un año redondo, hubo 75 diputados y 18 senadores esperando que venciera el mandato de sus antecesores para sustituirlos, y todos ellos gozando de inmunidades parlamentarias.

En el Invierno de 1954, el general Juan Domingo Perón vivió algunos momentos de euforia, dice Luna(8), y uno de ellos fue con motivo de su viaje a Asunción del Paraguay, para entregar al Gobierno de ese país los trofeos que se mantenían en el museo de Luján, desde la Guerra de la Triple Alianza. En las pocas horas que Perón estuvo en el Paraguay, fue aclamado con delirio, y el general Alfredo Stroessner, que había asumido la presidencia de su país por primera vez, tuvo con su colega argentino excepcionales atenciones.

(8) Félix Luna. “Perón y su Tiempo” (1986), p. 188. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.

En esa etapa, sigue diciendo Luna,

fue como si todo se remansara y adquiriera un tono puramente administrativo. La perfección alcanzada por el régimen justicialista trascendía en una sensación de feliz inmovilidad”.

Señala, también, la promulgación de la nueva Ley de Ministerios, “pero más allá de la funcionalidad del nuevo aparato gubernativo, los relevos mostraban una acentuación de lo que era una invariable tendencia de Perón: la búsqueda de elencos cada vez menos creativos, más atenidos a su persona, sin criterios independientes”.

Ese déficit no parecía preocupar a nadie. Mucho menos a los peronistas. ¡Perón bastaba para todo! La noción de la lealtad como valor supremo para evaluar a la gente que rodeaba al presidente, cubría todas las deficiencias. Además, la solidez del sistema se apoyaba en hechos concretos, como los resultados de las últimas elecciones o las inversiones extranjeras que se anunciaban a cada rato. Y al presidente se lo veía como siempre, vital, extrovertido.

Era la época en que se desarrollaba la industria automotriz, con inversiones alemanas y estadounidenses; la posibilidad de desarrollar energía nuclear, con la presencia del “infalible” técnico austro-húngaro Ronald Richter; o la apertura a la explotación de las riquezas petrolíferas argentinas, también por empresas norteamericanas.

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