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LEYENDAS Y SUPERSTICIONES DEL IBERA

“Desde 1943, año en que fui fue becado por la Comisión Nacional de Cultura para investigar el folklore de la Laguna Iberá (yvera), muchas cosas interesantes pude aprender, las que he visto y las he escuchado, para poder seguir con éxito por el camino que quiso -para mí- el insigne maestro don Juan Alfonso Carrizo, ñánde ruvicha kue, karai arandu, porã, asy vera” (nuestro ex jefe, señor sabio, bueno y muy brillante)(1).

(1) “Leyendas y supersticiones del Iberá”, por Guillermo Perkins Hidalgo - Nota divulgada en el fascículo 7, “Corrientes entre la leyenda y la tradición”, en la publicación “Todo es Historia”, colección dirigida por Félix Luna, en Octubre de 1987.

“Recoger folklore en Corrientes no es una tarea fácil. No es lo mismo que trasladarse a la provincia a comprar ganado, yerba, mandioca o fruta cítrica. ‘¡Es duro el catete!’, como dicen por allá, sobre todo en pleno campo, en los lugares bravíos, como en la Cuenca de la Laguna Iberá (yvera, en guaraní), por ejemplo, en que hay que actuar cordialmente y vestir como corresponde.

“Digo esto como un anticipo para el futuro investigador que ha de seguir mis modestos pasos. El mismo tendrá que poseer, por lo menos, algunos conocimientos elementales del avañe’ẽ y seguir estudiando el idioma autóctono.

“He aquí el nombre de los autores cuyo contacto debe buscar: Montoya, Bertoni, Muniagurria, Ortiz Mayans, Bianchetti, Peralta, Saguier y Morínigo.

“Para conquistar el corazón de un pueblo, hay que convivir con el pueblo. Hay que hacerse copartícipe de sus tristezas y alegrías, de sus costumbres, de sus prácticas supersticiosas y hasta de su fe legítima.

“Conviene recordar aquí el romance del conde Arnaldo: ‘Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va’. Menéndez Pidal cita la reflexión que hace Nigra: ‘al ver que la arisca gente del pueblo, depositaria del tesoro tradicional, sólo se atreve a comunicarlo al que va con ella siguiendo su misma vida sencilla...’.

“Sobre todo en Corrientes, donde se habla y se piensa en castellano y en guaraní, la tarea de un investigador, para ser completa, requiere el debido espacio.

Es obvia la influencia del lenguaje acostumbrado sobre el espíritu. Monseñor Gustavo J. Franceschi tiene una afirmación exacta: ‘El que habla en un idioma determinado, piensa en él...’.

“El idioma, como bien lo definía Gabriela Mistral ‘es una aguja cuya punta hiere y hace vibrar las más ocultas cuerdas del alma’.

“El tipo psicológico, el hombre folk de Corrientes, no es locuaz ni comunicativo, como afirman -desde el asfalto- algunos escritores equivocados. Es más bien un perezoso verbal. Para conseguir su colaboración, hay que merecer primero su confianza y amistad.

“‘El correntino, por hábito y por temperamento, es seco, parco de palabras’, expresa con autoridad el doctor Valerio Bonastre, en su obra “Corrientes en la Cruzada de Caseros”.

"Sólo cambiando la acepción de ‘seco’ por la de ‘serio’, ninguna otra opinión al respecto se acerca más a lo que yo he notado; la palabra ‘seco’ incluye una idea de antipatía, y el hijo de Corrientes no es antipático.

“Más cabalmente correcto, es cabalmente serio, y tal como debe ser el HOMBRE, con mayúsculas. El folklore hispano-guaraní o guaraní-español de la Laguna Iberá tiene su raíz vernácula fundamental en la parcialidad familiar de los caracaráes. Estos se llamaban así porque adornaban habitualmente sus cabezas con plumas de carancho.

“La Laguna Iberá, que abarca una superficie total de 22.000 km2, es una zona propicia para fecundas investigaciones científicas de distinto orden. Ella se extiende sobre Corrientes, la del Milagro fundamental de 1588, la del inmenso orgullo de Yapeyú, a la augural manera de una futura madre.

“Es como una enamorada eterna. Hay algo entre ella y el sol que habla de un connubio largo.

“Famosos extranjeros -Aimé Bonpland, Félix de Azara, Vicente Blasco Ibáñez y otros- nos han legado sus elogios y experiencias sobre ella.

“Se dijera que la Laguna Iberá, con el fascinante velo de encantamientos que la rodea, resucita en su profunda hoyada la remota emanación telúrica de Canaán. Nada falta en su seno. Hasta tiene embalsados o pequeñas islas flotantes, que el viento mece como naves de aroma.

“Las especies de su flora son tan buenas como las de su fauna. Cualquier estudioso contemporáneo se sorprendería al contemplar su vibración biológica. Es una lástima que los cazadores furtivos, los “mariscadores”, que actúan sin el contralor de una vigilancia rígida y permanente, estén agotando poco a poco las variedades de su tesoro.

“Para evitar las picaduras venenosas, los cazadores del Iberá, que nadan y se sumergen como peces, arriesgándose descalzos por entre los carrizales turbios, se atan a las polainas de cotonía una bolsita con ysypo; o llevan colgado al cuello, como los siringueros del Amazonas y fray Pedro José de Parras, en 1749, el sencillo amuleto de un colmillo de yacaré (jakare) o de zorro (aguara).

El ysypo, el guaco del Perú, que se usa como cuerda o alambre, ahuyenta a las víboras. Ellas no se acercan a los fuertes tallos de esta enredadera en la que Ambrosetti creyó encontrar el origen del mito del ka’a póra o fantasma del bosque. Las virtudes del ysypo como antiséptico eran ya conocidas por los indios.

“Los cazadores del Iberá son devotos de San Marcos, que los protege contra la sorpresa de los tigres y de los toros bravos. Ya no hay tigres en la laguna.

"Como recuerdo de su existencia, en el Rincón del Socorro, sobre Paso Picada, Departamento Mercedes, por ejemplo, sólo quedan los restos de las trampas de postes de ñandubay que se usaban antiguamente para atraparlos con el cebo sanguinolento de un pedazo de carne fresca.

“En la doble temática anímica y material, tratada por el folklore, ningún aspecto de la capacidad del hombre tiene más importancia que la música y la poesía. ‘La poesía es más filosófica y profunda que la historia’, dice el estagirita.

“No obstante, fue por el limen brumoso de la leyenda por donde pasaron hasta la historia los hechos todos, la mística, la filosofía, la organización social, la técnica y el soplo creador del arte de los egipcios, de los hindúes, de los persas, de los griegos, de los romanos...

“‘Siempre hay leyendas y cuentos -expresa Ernesto Helio- cerca de la cuna de los pueblos y de los niños’. Como la de las Islas de San Balandrán, la leyenda de la escondida Atlántida, que anunciaron al mundo los sacerdotes faraónicos, movió irresistiblemente a tentación de los navegantes.

"La leyenda azteca de Quetzalcóatl -el misionero blanco- común en casi todas las tradiciones raciales de Amerindia, el Itzáes o Itzás de los mayas, el Votán de Guatemala, el Viracocha de los incas, la misma del pa’i Sume o avare chume marangatu de los guaraníes del Paraguay, del Sur del Brasil, de Misiones y de Corrientes, favoreció la empresa de Hernán Cortés frente al piadoso asombro de Moctezuma.

“Si la remota superstición de la astrología dio indiscutible origen a la formación de la ciencia astronómica, la leyenda -que fue la piedra fundamental de la historia- todavía la continúa nimbando en la sucesión del tiempo.

“Por eso el árbol del folklore es grande, porque sirve a la historia, minorando en su veraz pintura como unánime documento estético y etnográfico de un núcleo humano determinado.

“En el campo de la literatura popular, la leyenda y la estrofa son sus flores más bellas y elocuentes”.

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