Canoas contra acorazados
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Las posibilidades de victoria parecían sumamente lejanas. La operación dependía del coraje paraguayo, que nunca estuvo en duda, y de la sorpresa, que era posible causar, pero los Comandantes paraguayos eran escépticos. Habían tenido suficiente experiencia con los acorazados como para dudar de la eficacia del plan, y así se lo dijeron al Mariscal.
Pero también habían tenido suficiente experiencia con el Mariscal como para dejar de insistir en su opinión una vez que López hubo declarado su fe en el proyecto(1). Como corolario, López impartió sus órdenes y el círculo de oficiales a su alrededor simplemente asintió.
(1) El capitán Pedro V. Gill, que presenció estas discusiones (y que diseñó el principal plan de ataque), dijo que varios oficiales navales corrieron el riesgo de recibir cuatro balas por “cobardía” o necia insolencia o, por lo menos, de ser degradados, por la obstinación con que expresaron su oposición al plan, y relata la respuesta insultante que les dio el Mariscal. Ver: “Testimonio de Pedro V. Gill (Asunción, 24 de Abril de 1888)”, en: Museo Histórico Militar, Asunción, Colección Zeballos, carpeta 137, n. 10. En esta ocasión, los oficiales navales paraguayos no sufrieron represalias por haber causado la ira de López. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
El Mariscal daba por hecho que los brasileños eran ineficientes y débiles de carácter y, aunque este supuesto le había costado caro en el pasado, nunca escarmentaba. En esta ocasión, sentía que la suerte estaba de su lado.
Seleccionó a 500 de sus más determinados hombres y con ellos formó un Cuerpo de remeros y “bogavantes”, que recibieron entrenamiento en natación, lucha y gimnasia general. No podían usar mosquetes y tenían que entrenarse en montar complicados ataques, exclusivamente con sables y granadas(2). López encomendó la operación al capitán Ignacio Genes, un pilarense conocido por su modestia, su delgadez y sus maneras retraídas, y uno de los oficiales jóvenes más capaces del Mariscal(3).
(2) Los detalles específicos del plan fueron revelados tardíamente a los comandantes Aliados por un Sargento paraguayo que desertó -a través de las líneas- el 3 de Marzo. Ver: “Importantes noticias de la Escuadra”, en: “La Nación Argentina”, (Buenos Aires),edición del 10 de Marzo de 1868.
(3) Juansilvano Godoi, “El comandante José Dolores Molas” (1919), p. 6. Asunción. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Como ya se ha señalado, el río Paraguay a menudo se desborda a mediados del verano y con las fuertes corrientes se forman grandes camalotales, unas “islas” flotantes de arbustos, enredaderas, jacintos de agua y otros vegetales, que se combinan en entidades únicas con la tierra que se desprende de las orillas del río.
Los camalotes albergan fantasmas en la mitología guaraní y, de hecho, son a veces lo suficientemente grandes para servir de refugio a carpinchos y otros animales silvestres. Pueden impedir la navegación si flotan unos detrás de otros en la corriente, y pueden servir como excelente camuflaje para una Fuerza de canoas de ataque, especialmente de noche.
Los acorazados “Cabral” y “Lima Barros” formaban la vanguardia del Escuadrón Aliado amarrado debajo de Humaitá, en un punto que, durante el día, ofrecía una magnífica vista de la Fortaleza y sus baterías. Hasta ese momento, su posición lo había mantenido a salvo de los cañones enemigos, pero como siempre era recomendable tomar las mayores precauciones para anticiparse a los paraguayos, el almirante Ignácio había ordenado que se situaran botes centinelas cien metros río arriba, para dar la alarma en caso necesario.
El primer intento de capturar un acorazado resultó un miserable fracaso. Al anochecer del 1 de Marzo de 1868, un grupo de canoas paraguayas salió con el fin de escalar los barcos enemigos, pero durante la noche varias de ellas chocaron entre sí, causando un caos general. Los paraguayos creyeron que se habían topado con los botes centinelas brasileños y se lanzaron al río para alejarse nadando.
Mientras tanto, otras canoas erraron el blanco por completo y fueron arrastradas por la corriente hacia la Isla del Cerrito. Al menos una de éstas se vio atrapada accidentalmente en un remolino, lo que forzó a su pequeña tripulación a lanzarse al río y nadar a la costa. Algunos hombres se ahogaron en el intento.
La segunda tentativa terminó en un sangriento enfrentamiento. El 2 de Marzo, a las dos de la mañana, un Guardiamarina brasileño, a bordo de uno de los botes centinela, se desperezó del sueño y se frotó los ojos al notar un camalote insólitamente grande avanzando hacia los buques anclados. La oscuridad hacía imposible distinguir cualquier detalle, pero pronto se dio cuenta de que no era uno sino muchos camalotales amontonados en un racimo, un fenómeno lo suficientemente inusual como para ameritar una inspección más cercana.
En ese momento, quedó boquiabierto al ver movimientos de remos entre la vegetación. Aunque todavía no podía discernir ningún sonido por el rumor del río, reconoció el peligro de inmediato. Junto con la tripulación de su bote, remó por su vida y, cuando se aproximó al “Lima Barros”, gritó la señal convenida justo cuando el río cobraba vida con cientos de atacantes paraguayos.
Los bogavantes eran casi 300, doce hombres en cada una de las veinticuatro canoas y un buen número de oficiales, todos listos para pelear. El capitán José Tomás Céspedes, un jinete de Pilar y quizás el mejor nadador del Ejército paraguayo, había sido asignado a ocupar el puesto inmediatamente detrás del capitán Genés, quien estaba a la vanguardia de la Fuerza de ataque.
De acuerdo con el plan, Genés había amarrado las canoas de dos en dos con sogas de 15 metros de largo. Al flotar río abajo, desde la Fortaleza, manejó los pares de botes tan hábilmente que el centro de las sogas conectadas dio con las proas del “Lima Barros”, primero, y del “Cabral” después(4).
(4) En su breve relato del enfrentamiento, el coronel Thompson confunde el “Lima Barros” con el “Herval”, que estaba más abajo esa noche. Ver: George Thompson, “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), pp. 235-254. Longmans, Green, and Co.: Londres; otras fuentes paraguayas cometen el mismo error, pero la narración oficial hecha por los brasileños claramente identifica el barco como el “Lima Barros” y señala que el “Herval” asistió al “Silvado” en la barrida de los bogavantes que quedaban en las cubiertas de ambos acorazados. Ver: “Parte Oficial del asalto de los paraguayos a los encorazados brasileños (Tuyucué, 14 de Marzo de 1868)”, en: “La Nación Argentina”, (Buenos Aires), edición del 22 de Marzo de 1868. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Hasta ese momento, los paraguayos habían conseguido una sorpresa total. El Guardiamarina brasileño había dado la voz de alarma, pero los marineros del “Lima Barros” sólo comprendieron lo que estaba ocurriendo cuando los enemigos copaban la cubierta. Estaba todavía totalmente oscuro y tanto los oficiales como los soldados se habían acostado al aire libre para escapar del calor de los compartimentos internos.
Los atontados marineros vieron el peligro a último momento y no tuvieron tiempo de reaccionar. Los hombres del Mariscal mataron a los guardias y se abrieron paso hasta la torre entre los disparos de los oficiales que tenían pistolas.
El comandante del Escuadrón imperial, comodoro Joaquím Rodrígues da Costa, se levantó semivestido de su cama en medio del tumulto, desenfundó una espada y corrió a unirse a los marineros al otro lado del barco. “Peleó furiosamente por su vida, pero fue reducido y cayó bajo los golpes de sable de los furibundos paraguayos”(5).
(5) Albert Amerlan, “Nights on the Río Paraguay (Scenes of War and Charactersketches)” (1902), p. 111. H. Tjarks: Buenos Aires; como hemos visto, en las anotaciones en su diario sobre el paso frente a las baterías de Humaitá, el almirante Ignácio afirmó que los hombres a bordo de las canoas enemigas que asaltaron el “Alagoas”, eran indios payaguá; en este caso, supuestamente comprobó la presencia -entre los bogavantes- de “¡¡¡brasileños!!!, ingleses, italianos y franceses”. En ninguno de los dos casos es muy creíble. Ver: Guilherme de Andréa Frota, , ed. “Diário Pessoal do Almirante Visconde de Inhaúma durante a Guerra da Tríplice Aliança (Dezembro 1866 a Janeiro de 1869)” (2008), pp. 173-174 (entrada del 1-2 de Marzo de 1868). Río de Janeiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
El capitán Aurelio Garcindo Fernando da Sá, comandante del “Lima Barros” y veterano de la batalla del Riachuelo, tuvo mejor suerte. Era un hombre pequeño y entró por un ojo de buey a la torre del barco, no sin antes recibir un fuerte golpe de sable en su hombro izquierdo(6).
(6) Carlos Balthazar da Silveira, “Campanha do Paraguai. A Marinha Brasileira” (1900), pp. 56-59. Tipografia do Jornal do Commercio: Río de Janeiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Garcindo debió haber sido el último hombre en ingresar al interior del barco antes de que se cerraran las ventanillas y escotillas. En cuanto a los oficiales y la tripulación del “Cabral”, se las arreglaron para protegerse antes de que los bogavantes pudieran comenzar su trabajo asesino.
La página se dio vuelta abruptamente. En ambos barcos, los paraguayos corrieron de un lado a otro de las cubiertas, golpeando vanamente con sus sables las pesadas puertas de hierro. Provocaron muchas chispas, pero no pudieron penetrar al interior de ninguno de los buques. Insultaron a sus enemigos y lanzaron granadas que, o no explotaron, o causaron daños mínimos. Consiguieron herir a unos pocos tripulantes, pero no lograron ningún otro progreso para tomar los barcos.
En ese momento, los brasileños salieron de su estupor. Mecánicamente, cargaron pistolas y mosquetes y dispararon al bulto contra los frustrados paraguayos desde las troneras de hierro. El fuego cruzado fue letal. El miedo y la confusión de los bogavantes apenas pueden imaginarse, ya que no estaban preparados para esa eventualidad.
Una vez que los Capitanes de los otros barcos del Escuadrón Imperial comprendieron la situación, actuaron con celeridad. El capitán teniente Gerónimo Gonçalves, comandante del “Silvado”, fue el primero en intervenir. A pesar de la oscuridad y del peligro de colisionar con uno de sus propios barcos, maniobró su acorazado entre el “Cabral” y el “Lima Barros” y lanzó fulminantes rondas de granada en ambas direcciones.
Los efectos fueron horribles e inmediatos, con montones de paraguayos cayendo hacia atrás con los cuerpos lacerados. Una luna brillante comenzaba a levantarse por encima del horizonte oriental y su suave luz iluminó el sangriento panorama, mientras los cañoneros de Gerónimo recargaban sus piezas y disparaban de nuevo(7).
(7) Antônio de Sena Madureira, “Guerra do Paraguai. Resposta ao Sr. Jorge Thompson, autor da ‘Guerra del Paraguay’ e aos Anotadores Argentinos D. Lewis e A. Estrada” (1982), p. 56. Ed. UNB: Brasilia. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Pronto se acercaron más buques brasileños. Cuerpos mutilados yacían retorcidos en las cubiertas de los dos acorazados abordados. Céspedes fue capturado junto con otros quince paraguayos, todos gravemente heridos(8). Muchos de los que intentaron salvarse alcanzando la costa fueron aniquilados por los brasileños en el agua mientras nadaban(9).
(8) Efraím Cardozo, “Hace Cien Años (Crónicas de la Guerra de 1864-1870)” (1968-1982), publicadas en: “La Tribuna”, 8: 175, (13 volúmenes). Ediciones EMASA: Asunción; Luis Vittone, “Calendario Histórico de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay” (1970), pp. 27-28. Asunción.
(9) Varias fuentes brasileñas afirman que Céspedes fue tomado prisionero junto con otros dos oficiales y doce bogavantes. Ver: Ricardo Bonalume Neto, “River Passage Sought” (1993), en: “Military History”, p. 96, (Diciembre). Leesburg. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Aunque se les dio la oportunidad de rendirse, sólo un puñado de bogavantes aceptó. La mayoría murió jadeando por aire y escupiendo improperios al enemigo. Genés, quien perdió un ojo en el enfrentamiento, fue sacado del río por un fornido Sargento de su propio regimiento. Se despertó en el hospital, donde los asombrados paramédicos contaron sesenta y un heridas en su cuerpo(10).
(10) Thomas Joseph Hutchinson, “A Short Account of Some Incidents of the Paraguayan War” (1871), pp. 27-28. Ensayo leído ante la “Liverpool Literary and Philosophical Society”; Juansilvano Godoi, en un relato con alto contenido romántico de 1919, señaló que el herido Genés se encontró con el Mariscal poco después de ser rescatado, se disculpó por su mala suerte y entregó a su Comandante lo que quedaba de su sable roto. Ver: Juansilvano Godoi, “El comandante José Dolores Molas” (1919), p. 11. Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Treinta y dos cadáveres paraguayos quedaron en la cubierta del “Cabral” y setenta y ocho en la del “Lima Barros”. Otros cincuenta hombres del Mariscal se ahogaron en el río esa noche y alrededor de 70 marineros imperiales perecieron en el enfrentamiento(11).
(11) “Campanha do Paraguai. Diário do Exército em Operações sob o Commando em Chefe do Exmo. Sr. Marchal de Exército Marquez de Caxias”, en: “Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro” (1922), n. 91: 145, pp. 298-302 (entrada del 2 de Marzo de 1868). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (danza de muerte y destrucción)” (Diciembre de 2012), volumen III. Ed. Taurus (Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana). Asunción.
Río abajo, en Buenos Aires, Mitre se permitió reflexionar acerca de la forma en que la acción paraguaya había sido recibida en la Capital argentina. Resumió el sentimiento general de asombro ante la ciega devoción de los paraguayos y le añadió algo de desdén por su propio pueblo:
“Si nosotros, los argentinos, hubiéramos hecho algo tan absurdo, la gente diría que [el Gobierno] desperdició la vida de nuestros soldados o que fuimos estúpidos y enviamos a nuestros propios hombres como bueyes al matadero, pero [... la gente] no tiene palabras para expresar su admiración por el heroísmo de los paraguayos y la energía de López... mire hasta dónde nuestro gran pueblo ha caído a un estado de cobardía moral”(12).