Santo Tomé bajo la Administración paraguaya
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La actitud del Gobierno paraguayo de no adherir al movimiento revolucionario de Mayo había traído como principal consecuencia el bloqueo del Paraná como vía comercial de aquel país hacia el exterior. De cualquier modo, esa prohibición no fue ejecutada de inmediato(1).
(1) Citado por Ernesto J. A. Maeder y Alfredo J. E. Poenitz. “Corrientes Jesuítica (Historia de las Misiones de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé y San Carlos en la Etapa Jesuítica y en el Período Posterior, hasta su Disolución)” (2006).
Buenos Aires esperaba señales de cambio de postura por parte del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, las que nunca llegaron. Por lo tanto, recién hacia la mitad de la década, las estadísticas muestran una marcada merma en las rentas del comercio exterior paraguayo.
Hasta 1816, el movimiento comercial paraguayo por el Paraná oscilaba en una recaudación promedio de 400.000 pesos. Cuatro años después, coincidente con las luchas de José Gervasio Artigas en la Mesopotamia y la crisis política que vivía Buenos Aires, ese movimiento se retrotrajo a apenas $ 57.000. Buenos Aires castigaba la deslealtad paraguaya, destruyendo el mayor recurso económico de aquel país.
Esta situación llevó al dictador Rodríguez de Francia a la alternativa del río Uruguay como vía de exportación de sus productos hacia el Brasil, país con el que no quiso entrar en conflictos durante la década 1810-1820 de las guerras con Artigas. Y pensar en la alternativa del Uruguay era utilizar Misiones como única vía terrestre posible.
De allí la explicación de las invasiones a los pueblos septentrionales de 1817 y 1821. Con la primera, se desolaron aquellas partes. La segunda, ya fue una ocupación militar efectiva, con un concreto plan de organización comercial de una ruta que revivía antiguos nudos de comunicación comercial de la época jesuítica.
Desde Asunción, los productos eran trasladados hasta el antiguo pueblo jesuítico de Itapúa (Encarnación). Allí, en botes y pequeñas embarcaciones, se acarreaban los mismos hacia un pequeño destacamento militar, convertido en puerto comercial, fundado en la década de 1820, Trinchera de San José o de los Paraguayos, actual Ciudad de Posadas, antigua rinconada de animales, durante la época jesuítica, se refuncionalizó, hasta convertirla en importante puesto de embarque y desembarco de los productos que enlazaban el comercio paraguayo-brasileño.
Desde Trinchera de San José, las mercaderías se cargaban en carretas que unían esa localidad con el puerto del Hormiguero, en Santo Tomé. Entre ambos puntos fueron fundadas varias postas, aprovechando viejas estructuras ganaderas aún existentes, de la época jesuítica, tales como San Borjita, Santa María, San Alonso, Caá Zapá, Vuelta del Ombú, o la misma San Carlos, destruida en 1818.
La alianza comercial entre el sur del Brasil y Paraguay se concretó a partir de 1823, comprometiéndose el Paraguay a exportar azúcar, sal, yerba, miel y tabaco “para cambiarlos por otros géneros”.
Desde San Borja, el comercio tomaba distintos puntos: Montevideo, Porto Alegre, Río de Janeiro. Pero el entusiasmo inicial fue abortado por la guerra cisplatina, que se inició en 1825 entre Brasil y la Argentina. No obstante, el Paraguay, que a partir de una serie de invasiones entre 1821 y 1823 había alejado toda presencia humana desde el río Aguapey al Norte, mantuvo todo ese territorio hasta la Guerra de la Triple Alianza.
Por ello, los dos pueblos hoy correntinos de San Carlos y Santo Tomé quedaron bajo la influencia del dictador paraguayo.
Un Informe de la década de 1850, de Francisco Rave, da cuenta de la población de Santo Tomé, que llegaba a los mil habitantes, todos paraguayos, en la época de la construcción del puerto del Hormiguero, que se hizo con “los materiales como tejas, puertas y postes de urunday que han servido para la construcción de sus chozas a los habitantes del Hormiguero...”.
Los otros pueblos, La Cruz y Yapeyú, ya habían sido absolutamente abandonados y las escasas familias que aún permanecían, también se habían retirado ante el inicio de la guerra con el Brasil, según informe del comisionado, por el Poder Ejecutivo Nacional, José Francisco Acosta, en Agosto de 1825.
El remanente del pueblo guaraní, sobreviviente a las guerras, mayoritariamente niños, ancianos y mujeres, aún permanecían en San Roquito, sobre el río Miriñay. Fueron las últimas familias que lucharon por la sobrevivencia de su territorio.
Dos años después, Corrientes, atento a los sucesos misioneros, concreta su viejo plan de anexión a su territorio de aquel otrora pujante espacio guaranítico.