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Alburquerque y Corumbá. La captura del “Anhambaí”. La invasión terrestre

- Alburquerque y Corumbá

Luego de la dura lucha en Nova Coimbra, los paraguayos esperaban más resistencia a medida que presionaran hacia el norte por el río. Los acontecimientos de allí en adelante, sin embargo, tomaron un curso anticlimático para Barrios y sus tropas. No solamente los brasileños se rehusaban a enfrentarlos en combate, sino que las fuerzas del emperador simplemente abandonaron amplias extensiones de Mato Grosso y huyeron hacia Cuiabá.

El pequeño puesto de Alburquerque, localizado en un recodo protegido del río a unos 80 kilómetros al norte de Nova Coimbra, se enteró de la incursión paraguaya cuando Portocarreiro arribó a bordo del “Anhambaí” el 29 de Diciembre.

La “guarnición” allí consistía solamente en seis hombres (pese al hecho de que la construcción de fortificaciones en el lugar estaba por comenzar pronto), por lo cual nunca se planteó una resistencia. En cambio, Portocarreiro desembarcó a algunos de sus propios soldados del sobrecargado vapor y les ordenó ir por tierra a la capital provincial con los civiles varones del distrito.

Portocarreiro mismo evacuó a las mujeres residentes de Alburquerque por el río. Cuando el barco partía, dos buques brasileños más pequeños venían con refuerzos desde Corumbá y al enterarse del desastre río abajo dieron vuelta y regresaron todos juntos al norte.

El día de Año Nuevo, los paraguayos alcanzaron Alburquerque. La encontraron abandonada pero, significativamente, no quemada hasta los cimientos. Tal vez los brasileños pensaban que podrían volver pronto, o quizás entraron en pánico o simplemente no tuvieron tiempo de incendiar el lugar.

A lo largo de la campaña, los brasileños en retirada cometieron este error repetidamente, dejando mucho material útil en manos paraguayas. Corumbá resultó no ser más defendible que Alburquerque.

Localizada en un barranco arcilloso bien arriba en la orilla occidental del Paraguay, la comunidad gozaba del mejor clima en la provincia, pero ninguna fortificación importante defendía el pueblo.

En cambio, Corumbá era conocida como el emporio principal del sur de Mato Grosso -un valioso premio para Solano López- dado que constituía la terminal del naciente comercio de caravanas a Santo Corazón, en Bolivia(1).

(1) Las semanas posteriores a la caída de Corumbá, funcionarios de la capital de Mato Grosso se convencieron de que los bolivianos ya se habían unido a Solano López (y pronto le enviarían ayuda material a través de esta ruta desde Mojos). Ver Alexandre Manoel Albino de Carvalho al presidente de la provincia de Goiás, Cuiabá, 16 de Febrero de 1865, en el Arquivo Público do Estado do Mato Grosso do Sul, Campo Grande, Brasil, Livro 209, n. 11. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Dado que existía un litigio territorial entre ésta y el Brasil, la posesión de Corumbá podía también proporcionar al Paraguay un activo clave para forjar una alianza con el Gobierno en La Paz(2).

(2) No parece haber evidencia directa que sugiera que Solano López quería forjar una alianza antibrasileña con Bolivia. Aun así, tal acuerdo tenía sentido geopolíticamente y dado que los paraguayos usualmente se veían forzados por su propia circunstancia geopolítica a pensar en tales términos, es probable que el presidente le hubiera prestado cierta atención a una conexión boliviana en ese tiempo. Ver C. E. Akers. “A History of South America. 1854-1904” (1912), p. 136, Londres. Ed. Murray. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

El 2 de Enero, un comité de emergencia conformada por dos coroneles, varios oficiales jóvenes e importantes notables locales se reunió en Corumbá. Después de algunas encendidas discusiones, estos hombres decidieron que no podían conservar el pueblo y recomendaron que una ordenada evacuación de sus dos mil habitantes comenzara de inmediato.

Los mismos miembros del comité, antes que organizar una ordenada retirada, se fugaron raudamente con sus familias a bordo del “Anhambaí”. Cuando el barco se orientó hacia Cuiabá, la población de Corumbá corrió a refugiarse al Pantanal y a los montes. Huyeron con inusitado terror, como si Barrios y sus hombres no fueran criaturas de carne y hueso, sino demonios enviados por Satanás.

Si bien su estimación pareció injustificada inicialmente, más tarde resultó en general apropiada. El 4 de Enero, Barrios desembarcó cuatro compañías justo al sur de Corumbá. Avanzaron y comprobaron que la comunidad estaba vacía, salvo por algunos comerciantes extranjeros y sus familias.

Confiscó el pequeño buque “Jacobina”, anclado en el puerto. Luego, permaneciendo en la ribera con Meza, ordenó a sus patrullas entrar al pueblo. Las tropas paraguayas rápidamente se abalanzaron sobre las pocas calles de la localidad. No hicieron esfuerzos por respetar la neutralidad de los extranjeros, sino que los trataron con brutalidad, al igual que a los pocos brasileños que encontraron.

Los oficiales enviaron pelotones a las estancias de las inmediaciones para confiscar suministros, cueros y ganado y arrestar a cualquier civil. Nadie estaba exento. Como relató el coronel Thompson:

“Los habitantes se habían ocultado en los bosques de los alrededores y Barrios los hizo traer de vuelta. Sus casas habían sido ya completamente saqueadas y algunos artículos elegidos fueron enviados como presentes a López, quien no tuvo pudor al aceptarlos.
“Las mujeres fueron maltratadas y Barrios en persona tomó la delantera en ello. Un caballero brasileño y su hija fueron llevados junto a él en su vapor y como el anciano se rehusaba a dejar a su hija con Barrios, fue echado del lugar bajo amenaza de ser ejecutado, y la hija permaneció a bordo.
“Barrios hacía interrogatorios y aquéllos que no daban o no poseían la información que él requería eran apaleados por órdenes suyas, y algunos fueron lanceados como espías”(3).

(3) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 36, Londres. Otro contemporáneo británico afirmó que Barrios estaba tan interesado en el dinero como lo estaba en el sexo y en información militar: “Algunos ricos estancieros que no proporcionaban tanto dinero como Barrios esperaba eran atados desnudos a los cañones de bronce y dejados en el sol por horas; otros eran ejecutados o azotados por la misma razón”. George Frederick Masterman. “Seven Eventful Years in Paraguay” (1869), pp. 93-94, Londres. Ed. S. Low, son and Marston. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

El saqueo al que Thompson aludía siguió por algún tiempo. Incluyó no solamente la toma de variados suvenires -bolas de billar, ornamentos de iglesia y cosas por el estilo- sino el robo hasta de las bisagras de las puertas y de los empapelados importados de las casas ricas(4).

(4) Para un relato de un testigo ocular de estos eventos, ver Laroza, “comerciante estrangero establecido en Corumbá, escribe sus acontecimientos ocurridole durante la guerra” (¿1866?), en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 341, n. 13. Para similares testimonios e informes, ver “Imprensa de Cuyabá” (Cuiabá), 5 de Marzo y 6 de Abril de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Los hombres, una vez satisfechos de gallina y carne seca, se llevaban todo lo que tenían enfrente. En pocas palabras, los paraguayos devastaron Corumbá, dejándola a lo mejor sólo servible para albergar una ruda fuerza militar, pero en cualquier otro sentido esquilmándola de todo lo que le daba vida.

Uno sólo podría especular sobre las causas de semejante conducta: ¿cómo fue que conceptos sobre disputas de límites y equilibrio de poder, todos ellos tenuemente comprendidos por el paraguayo medio, pudieron traducirse en un tratamiento brutal de civiles brasileños y la codiciosa confiscación de sus bienes? ¿Era una política deliberada?

Solano López ciertamente veía a los brasileños con gran desprecio y el periódico oficial reflejaba este prejuicio, pero no exageradamente al principio de la guerra. Fue sólo posteriormente -a finales de 1865 y en 1866- cuando los paraguayos por primera vez públicamente fueron conminados a matar a los “viles traidores y comerciantes de esclavos”.

El salvajismo visto en Mato Grosso debió haber sido el resultado, por lo tanto, de otra cosa. Hasta cierto punto, la falta de liderazgo disciplinado fue un factor. Barrios daba un pobre ejemplo; ayudó él mismo a tomar el dinero de los comerciantes y pobladores e incluso envió los trofeos más seleccionados y las joyas más bellas a Solano López y madame Lynch en Asunción.

También violó al menos una mujer en Corumbá. Sus acciones como líder enviaron el mensaje a los paraguayos de que la guerra justificaba cualquier grado de conducta bárbara y que, de hecho, su comandante perdonaría cualquier acto de indisciplina y hasta aprobaría cualquier hecho de venganza.

Había, sin embargo, otro elemento en cuestión. La sociedad paraguaya se había siempre centrada en una visión del mundo patrimonialista que contemplaba un control social con mano de hierro como parte de la vida diaria. El espía policial, el capanga y a veces el cura local eran todos parte de una estructura represiva que exitosamente canalizaba la ira y el descontento hacia direcciones que no pudieran amenazar el orden social.

En tal ambiente, los malos sentimientos sólo podían expresarse en formas no proscriptas -confesión religiosa, borrachera, violencia familiar-. Sólo ocasionalmente, como cuando las milicias destrozaban las tolderías indias, se les permitía verdaderamente a los paraguayos liberalizarse totalmente y, cuando lo hacían, la desinhibición se podía ir fácilmente al otro extremo.

Quizás para los soldados paraguayos en Corumbá la guerra con Brasil era simplemente otra gran batalla contra los indios. Pelear contra los que consideraban salvajes significaba no ofrecer flancos ni debilidades.

Lo cierto es que la actitud paraguaya al permitir en esa ocasión que sus peores impulsos gobernaran sus actos les vino muy bien a los propagandistas brasileños, que querían enmascarar sus propias acciones cuestionables con una fachada no sólo de respetabilidad, sino también de “misión civilizadora”.

- La captura del “Anhambaí”

Barrios estaba perfectamente al tanto del escape de la pequeña flotilla brasileña hacia el norte rumbo a Cuiabá y sin pérdida de tiempo envió dos buques de guerra a perseguirla. El “Ypora”, al mando de Herreros, tomó la delantera.

El joven teniente no tenía dudas de que encontraría a su presa, ya que conocía bien esa sección del río por sus tareas de espionaje el año anterior. Su propio buque, además, era un barco mercante liviano construido en Paraguay y equipado con una poderosa máquina de ochenta caballos.

El “Anhambaí”, aunque llevaba ventaja, tenía solamente la mitad de caballos de fuerza. Además iba sobrecargado con civiles y soldados de Corumbá. El buque compañero de Herreros, el “Río Apa”, navegaba más lentamente que el “Ypora” (aunque no que el barco brasileño) y estaba bien dotado para servir como auxiliar.

El 6 de Enero los buques paraguayos alcanzaron el “Anhambaí” cerca de la confluencia de los ríos Alto Paraguay y São Lourenço. El barco ya había dejado a sus tropas a alguna distancia de Cuiabá y estaba retornando río abajo con esperanzas de llegar a Corumbá a completar la evacuación.

Ahora, luego de avistar los vapores paraguayos, abruptamente cambió su curso y entró en el São Lourenço. Herreros inmediatamente se lanzó en su persecución. El marinero más sazonado en el barco brasileño era un inglés, Josiah Baker, que tenía considerable experiencia con buques fluviales(5).

(5) George Thompson (“The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 36, Londres) erróneamente señala que Baker actuó como comandante del “Anhambaí”. José Israel Alves Guimarães era el capitán, pero dado que éste fue muerto al principio del enfrentamiento, es probable que Baker asumiera ese rol. Fue Baker, en todo caso, quien montó la única resistencia significativa del “Anhambaí”. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Sabía que no podía escapar del “Ypora” y por tanto apuntó su cañón de popa de 32 libras a los paraguayos que se acercaban y abrió fuego. Baker quería lograr un tiro de suerte mientras continuaba desplazándose hacia aguas menos profundas.

Una ronda golpeó el puente del “Ypora” y mató a un teniente del ejército, pero Herreros continuó acercándose rápidamente en un obvio intento de sobrepasar y abordar el buque. Baker era un buen tirador pero, luego de disparar la decimotercera vuelta, la tripulación entró en pánico y llevó el barco directamente a la costa(6). Encalló en un banco de arena y los hombres huyeron por sus vidas.

(6) De acuerdo con fuentes brasileñas, el cañón de popa se desprendió durante el enfrentamiento y quedó inoperable; esto dejó a la tripulación sin opciones más que abandonar la lucha. Ver: Augusto Tasso Fragoso. “História da Guerra entre a Tríplice Aliança e o Paraguay” (1957), tomo 1, p. 269, Rio de Janeiro. Biblioteca do Exército. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

El coronel Thompson posteriormente relató que “los brasileños estaban aterrorizados y muchos de ellos saltaron al agua, donde fueron fusilados; el resto fue pasado por la espada. El capitán Baker, quien se vio obligado a cargar y disparar el cañón él mismo, al ver que sus hombres no pelearían, saltó también al agua y escapó a través del bosque. Se enviaron canoas a seguir a los fugitivos y a aquéllos que fueron atrapados se les dio muerte”(7).

(7) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 36, Londres. Pedro V. Gill, quien comandó uno de los vapores paraguayos que habían peleado en Coimbra, confirmó el relato de Thompson unos treinta y tres años más tarde, señalando que cuando Herreros capturó el “Anhambaí” sus hombres arrojaron a los restantes miembros de la tripulación por la borda para que se ahogaran. Luego siguieron y apuñalaron a aquéllos que de alguna forma se las arreglaron para llegar a la costa. Ver: “Testimonio de Pedro V. Gill”, Asunción, 24 de Abril de 1888, en el Museo Histórico Militar, Asunción, Colección Zeballos, carpeta 137, n. 10. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Thompson realizó su descripción poniendo especial énfasis en la atrocidad, afirmando que los soldados paraguayos cortaron las orejas de los brasileños muertos y las colgaron alegremente de una cuerda para adornar el “Ypora”. Cuando el buque retornó a Asunción, las orejas fueron removidas, aseguró, por orden presidencial(8).

(8) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 36, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Thompson, que normalmente solía adoptar una visión escéptica frente a cuentos de brutalidades, en esta ocasión parece haber aceptado sin críticas un rumor que por entonces circulaba en la prensa argentina.

El rumor evidentemente se originaba en el dudoso testimonio de un auxiliar brasileño que había ido a Mato Grosso a bordo del barco británico “Ranger” y que más tarde escribió cartas a varios diarios porteños. Con seguridad este individuo había visitado la provincia tal como afirmaba, pero no había presenciado combate alguno y ni siquiera había puesto nunca un pie en el territorio ocupado(9).

(9) Thomas Joseph Hutchinson, el cónsul británico en Callao a finales de los 1860, explicó el origen de estas historias de atrocidades:
“El mes de Enero de 1865, un pequeño vapor, llamado ‘Ranger’, fue enviado por las autoridades brasileñas en Buenos Aires para comunicarse con, y a la vez traer suministros y correspondencia de sus Fuertes en Cuyaba, Coramba (sic) y otros puertos del Brasil, en las aguas altas del río Paraguay.
“Este vapor estaba comandado por un caballero norteamericano a quien conozco, capitán Harrison. A bordo, además del maestro y la tripulación, estaban como únicos pasajeros el capital Parish, R.N., hermano de mi colega en Buenos Aires (...) y un auxiliar brasileño, enviado con alguna comisión por su Gobierno.
“Tan pronto como entraron a los límites del territorio paraguayo en Tres Bocas (...) el auxiliar entró en una condición de pánico; de vez en cuando mirando con tímidos vistazos por el costado del barco hacia la costa paraguaya y encerrándose en su cabina toda vez que se soltara el ancla en un puerto paraguayo.
“El vapor se detuvo cinco días en Coramba -el puerto más alto alcanzado- durante los cuales el auxiliar no pisó tierra (...). Sin embargo, aunque no se bajó del vapor mientras este estuvo arriba en el río Paraguay, apenas retornó a Buenos Ayres escribió una carta a los diarios (aquí Hutchinson se refiere a ‘La Tribuna’ (Buenos Aires), 22 de Enero de 1865) afirmando que había visto en las calles de Coramba (en las que, repito, no había puesto un pie) a soldados paraguayos merodeando por el pueblo y llevando collares hechos con orejas de brasileños (...).
“Esta atroz calumnia fue inmediatamente contradicha por el capitán Parish y el capitán Harrison, en virtud del hecho de que el auxiliar no bajó a la costa y, consecuentemente, no pudo tener oportunidad de ver tal cosa, si la misma existió.
“Entretanto, los señores Parish y Harrison, aunque estuvieron en el pueblo todos los días, no notaron nada que se le pareciera.
“A Short Account of Some Incidents of the Paraguayan War, a Paper Read before the Liverpool Literary and Philosophical Society” (1871), pp. 21-22. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Cualquiera que sea la verdad acerca de esta historia de atrocidades, ella fue ampliamente creída en Sudamérica y colaboró con la reputación general de ferocidad que tenían los paraguayos.

El teniente Herreros -por su parte- actuó de manera disciplinada. Rápidamente organizó cuadrillas para estirar el “Anhambaí” con cabos y liberarlo del banco de arena. Trabajar en el agua fría refrescó y calmó a sus hombres después del calor del combate y del día. No hubo más problemas con ejecuciones de brasileños capturados (pese a las afirmaciones de Thompson, los paraguayos tomaron algunos prisioneros y estos, por el momento, fueron tratados apropiadamente).

Notando la presencia de más bancos de arena, Herreros dio vuelta su embarcación y salió del São Lourenço con su trofeo. Había mostrado gran valentía durante la batalla y se había ganado buena fama entre sus soldados. Sin embargo, no le quedaría mucho tiempo.

El 9 de Enero sus barcos llegaron al indefenso puerto de Dourados cerca de la confluencia de los ríos Alto Paraguay y Cuiabá. Decidieron no avanzar más allá de la boca del Cuiabá debido a que las aguas más adelante eran muy superficiales para sus vapores.

La capital de Mato Grosso, en consecuencia, permaneció segura bajo el control imperial. Sus habitantes, sin embargo, sentían gran temor de que los paraguayos en poco tiempo arrasaran toda la provincia, probablemente en conjunción con un levantamiento general de esclavos negros. Si bien esta revuelta no se materializó, los cuiabanos nunca cesaron en su preocupación de que los paraguayos forjarían una alianza asesina con los indios y los esclavos(10).

(10) Jefe de Policía José de Matos al Pres. Alexandre Manoel Albino de Carvalho, Cuiabá, 11 de Marzo de 1865, en el Arquivo Público do Estado do Mato Grosso do Sul, Campo Grande, Brasil, Caixa 1865 G. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

En Dourados, Herreros se preocupó de cuestiones más prácticas. Tan pronto como soltó anclas, otros dos buques aparecieron a la vista río abajo. Resultó ser que el capitán Meza había despachado los dos barcos para apurar el transporte de municiones y pólvora confiscadas.

Solano López urgentemente necesitaba estos suministros para abastecer a sus tropas en el sur. Dándose cuenta de que la prontitud era lo esencial, Herreros ordenó a sus tropas unirse a las tareas de carga. Los hombres trabajaron toda la noche y parte del día siguiente.

El sol se volvió insoportable para la media mañana, pero Herreros no quiso disminuir el ritmo de la carga. Cuando un oficial le hizo objeciones, advirtiéndole del peligro de un accidente por el intenso calor, desechó sus consejos y caminó hasta los depósitos de la costa para supervisar en persona los trabajos.

Estos almacenes, que los brasileños usaban como polvorines, no habían sido construidos para tal propósito: el agua de lluvia entraba por los costados de las paredes, el piso era fangoso y desnivelado y la pólvora suelta llenaba cada rendija. Herreros acababa de entrar a una de estas construcciones cuando un estruendoso estallido la hizo volar.

Lo que pasó realmente nunca fue esclarecido con certeza pero, dada la alta temperatura, una chispa de estática pudo haber encendido la pólvora (o pudo haber sido algún individuo descuidado al chocar las espuelas contra el piso).

En cualquier caso, el joven teniente y veinticinco otros paraguayos murieron instantáneamente. Al conocer su deceso, Solano López ordenó un elaborado servicio funerario para Herreros y la erección de un monumento público para conmemorar sus actos(11).

(11) Decreto de López, Asunción, 20 de Enero de 1865, en el periódico “El Semanario” (Asunción), 21 de Enero de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

El duelo que se siguió en la capital paraguaya -y especialmente en las Fuerzas Armadas- fue hondamente sentido, ya que Herreros gozaba de estima casi universal. Su muerte trajo a casa la realidad de que la guerra inevitablemente conllevaba un alto precio, no solamente para el soldado común, sino también para otros como el atractivo oficial y héroe amado por todos.

- La invasión terrestre

Las columnas de Resquín y Urbieta consiguieron progresar bastante después de cruzar el río Apa (y esto a pesar del hecho de que buena parte del terreno que atravesaron estaba inundado)(12).

(12) El coronel Thompson señaló que “el campo estaba muy inundado por el río en el tiempo de la invasión y los paraguayos tuvieron que cabalgar y marchar a través del agua, a veces por días enteros. Por esta razón, no presionaron más al norte y se detuvieron aproximadamente a la misma latitud que Barrios”. George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 38, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Con 3.000 a 5.000 hombres bajo su mando, los dos oficiales paraguayos gozaban de una ventaja numérica decisiva sobre sus oponentes. Donde fuera que su caballería se acercara, el solo ruido de los cascos de los caballos era suficiente para causar que tropas brasileñas, pobladores e indios aliados corrieran a esconderse en los bosques. Lo cierto es que los paraguayos encontraron poca resistencia, especialmente al comienzo.

Al principal contingente bajo Francisco Resquín le tomó cinco días alcanzar la colonia militar de Miranda, a la que arribó el 29 de Diciembre. El comandante brasileño había recibido noticias de la presencia paraguaya el día anterior y había ordenado a sus hombres huir. Apresuradamente enterraron algunas municiones y valores antes de partir. Una columna de avanzada de 150 paraguayos llegó a Miranda horas después de su salida y halló fogatas de cocina todavía tibias, pero no brasileños.

Fue diferente en el extremo oriente. El mayor Martín Urbieta, que tenía doscientos hombres a su disposición, arribó a la colonia Dourados el mismo día que los hombres de Resquín tomaron Miranda. A diferencia de su inmediato superior, encontró alguna resistencia de la guarnición de dieciséis hombres, una pelea tan corajuda como inútil. Dourados (no confundir con la actual ciudad del mismo nombre ni con el puerto ribereño localizado mucho más al noroeste) estaba al mando de un joven teniente brasileño llamado Antonio João Ribeiro.

Antonio João, como los biógrafos militares siempre lo llaman, se negó tanto a capitular como a huir ante el acercamiento de los paraguayos. Sí ordenó el retiro a los bosques de unos treinta civiles del distrito, que hizo acompañar por un soldado con un mensaje a las unidades brasileñas de caballería más al norte.

El oficial y catorce de sus hombres avanzaron al campo de batalla para enfrentar al enemigo a la 01:00. Contestando a sus retadores con mosquetes, su pequeña fuerza fue inmediatamente sobrepasada. Antonio João y otros dos soldados brasileños cayeron muertos, con una docena de tiros en sus cuerpos; otros dos hombres resultaron heridos. Los restantes se escabulleron en la foresta, lejos de las tropas de Urbieta, que posteriormente capturaron a la mayoría de todos modos. Dourados cayó tras un enfrentamiento de sólo dos minutos de duración(13).

(13) Martín Urbieta al ministro de Guerra, Colonia de Dourados, 30 de Diciembre de 1864, citado en el periódico “El Semanario”, 7 de Enero de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Una nueva guarnición paraguaya reemplazó a la de los derrotados brasileños. Urbieta procedió entonces a saquear y quemar la vecina Colonia Brilhante y la minúscula estación ganadera Vila Vacaria durante los siguientes cinco días. Luego se movilizó al norte para reunirse con la fuerza principal bajo Resquín.

El sacrificio de Antonio João no hizo diferencia en el resultado de la campaña de Mato Grosso, pero el mensaje que envió a sus oficiales superiores contenía una elevada Nota desafiante que se volvió famosa como grito de batalla del Imperio en el conflicto general que siguió. Sus palabras desde entonces han inspirado a muchos escueleros brasileños:

“Se que moriré, pero mi sangre y la sangre de mis camaradas servirá como protesta solemne contra la invasión de mi patria”(14).

(14) Aunque la valentía de Antonio João merece mención, también debe admitirse que su imagen subsiguientemente ha crecido fuera de proporción en relación con su rol en tiempos de la guerra. Un historiador militar brasileño lo describió como “la máxima expresión de la nacionalidad (...) el ejemplo vivo de la grandeza del Brasil (expresada) en su generosidad, sus ideales de justicia, de belleza y de heroísmo”. Genserico de Vasconcellos. “A Guerra do Paraguay no Theatro de Mato-Grosso” (¿1921?), p. 33, Rio de Janeiro. Los aspectos hagiográficos de este retrato ha superado a veces el sentido común. Ver, por ejemplo, Raúl Silveira de Mello. “A Epopeia de Antonio João” (1969), Biblioteca do Exército, Rio de Janeiro, el cual -con 554 páginas- debe ser el relato más largo jamás escrito de una batalla de dos minutos. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Sólo un objetivo importante de la fuerza de invasión terrestre restaba: la toma del pequeño puesto de Nioaque. El 30 de Diciembre, cuando intentaba atravesar el río Feio, la guardia de avanzada de Resquín tomó contacto con una caballería de 200 a 300 brasileños.

Era la fuerza que Antonio João había tratado de advertir. Ahora, lista para pelear (aunque claramente superada en número), descargó sus armas contra los paraguayos, haciendo su paso por las aguas bajas casi imposible. Resquín luego reportó que “después de fuego pesado de rifle y algunas rondas de artillería, los brasileños retrocedieron hasta las orillas del río Desbarrancado” para establecer una cabecera(15).

(15) Ver Francisco Isidoro Resquín. “Datos históricos de la Guerra del Paraguay con la Triple Alianza” (1971), Asunción, pp. 14-15 (copia manuscrita, 1875, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 356, n. 21). Imprenta Militar. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Sin embargo, mantuvieron esa posición sólo durante el tiempo suficiente para destruir un pequeño puente y luego rápidamente se retiraron, dejando quince piezas militares a merced de los paraguayos. Los brasileños, que perdieron cincuenta y siete hombres y no podían darse el lujo de más bajas, abandonaron Nioaque, tomada por Resquín el 2 de Enero.

El comandante paraguayo no intentó una gran persecución a partir de allí, sino que dejó que la caballería enemiga se refugiara en Miranda (no la colonia militar, que ya había caído, sino la pequeña aldea con el mismo nombre sobre el río Mbotety). Inseguros de qué hacer, los brasileños se dirigieron luego al oeste, hacia Corumbá, para unirse a las tropas de allí.

Cuando se enteraron de que sus camaradas habían también abandonado ese sitio, la columna desvió al este y salió de Mato Grosso hasta hallar territorio amigo en la provincia de São Paulo.

Resquín había para entonces alcanzado el Mbotety. La aldea de Miranda estaba abandonada, a excepción de dos mercaderes italianos y un liberto negro; todos los otros habitantes habían huido -dijeron- cuando corrió el rumor de que los paraguayos estaban decapitando a cada brasileño que encontraban. Los mbayás habían aparecido a última hora también, entrando a las casas abandonadas y saqueando lo que pudieran justo antes de la llegada de los paraguayos(16).

(16) Los indios robaron más de la mitad de los ochenta y cuatro caballos del pueblo. Ver Francisco Resquín al ministro de Guerra, Villa de Miranda, 14 de Enero de 1865, citado en Boletín (del Ejército) Nro. 5 (28 de Enero de 1865), en el Museo Histórico Militar, Asunción Colección Gil Aguinaga, carpeta 21, Nro. 12. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Tras asegurar el área, Resquín envió una columna de 300 hombres de caballería para atacar la remota colonia militar de Coxim, localizada encima de Corumbá, a cierta distancia al nordeste del río Tacuarí. Alcanzaron el sitio sólo a finales de abril y lo tomaron sin resistencia(17).

(17) “Imprensa de Cuyabá” (Cuiabá), 18 de Mayo de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Lo mantuvieron sólo lo suficiente como para agregarlo a la lista y luego los atacantes regresaron a posiciones paraguayas mucho más al sur(18).

(18) Un mes después, el gobernador provincial de Goiás despachó una fuerza de caballería para liberar Coxim de las fuerzas de “ese nuevo Atila”. El gobernador no se percató de que los paraguayos ya se habían ido. Ver “Carta Particular”, Goyaz, 26 de Mayo de 1865, publicada en el “Jornal do Commercio”, 1 de Julio de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

No hubo intentos ni entonces ni después de atacar Cuiabá por tierra. Respondiendo al frenético llamado del gobernador imperial, habían llegado tropas desde las áreas norteñas de la provincia (y tal vez desde Goiás), con las que efectivamente se reforzó el pueblo. Los brasileños, no obstante, carecían de fuerza suficiente como para forzar a los paraguayos a abandonar sus conquistas.

El Ejército de Solano López controló el sur de Mato Grosso esencialmente sin oposición hasta 1866.

- Las consecuencias

La conquista de Mato Grosso fue una bendición a medias para los paraguayos. En términos de los objetivos políticos generales, más particularmente el rescate del régimen blanco en Montevideo, la victoria era obviamente de poca utilidad. La lucha tenía lugar muy lejos de la Banda Oriental y tampoco provocó un desvío de tropas brasileñas de aquel teatro de operaciones.

La invasión, además, consumió un tiempo valioso que López podría haber usado para despachar tropas al Uruguay. Evidentemente concluyó que asegurar su flanco norte era de mayor importancia. Algunos historiadores han argumentado que Solano López exageró el peligro que implicaban las fuerzas brasileñas en el norte y que dilapidó su tiempo en Mato Grosso cuando debió haber lanzado un ataque decisivo a través de las misiones a Rio Grande do Sul para, desde allí, socavar la invasión brasileña al Uruguay y salvar al régimen blanco.

Pero esta posición conlleva la pregunta de cuáles eran las verdaderas intenciones brasileñas en Mato Grosso. La cantidad de armas y municiones que los paraguayos descubrieron en los distintos puestos militares -si bien no necesariamente la calidad- sugiere más que una postura simplemente defensiva.

Después de todo, desde el punto de vista brasileño, el Paraguay era una extensión natural del Mato Grosso y cualquier geógrafo podía ver que la República se clavaba como una daga en las entrañas del Imperio.

Si los paraguayos alguna vez decidían ir contra el Brasil en colusión con otros países del Plata, entonces estos tendrían efectivamente capacidad de desactivar el expansionismo al Oeste que había comenzado con los portugueses y continuaba en los 1800.

Esto era, desde luego, una consideración política de largo plazo; los funcionarios en Rio creían que, en el corto plazo, tendrían tiempo para prepararse ante cualquier contingencia. Almacenaron armas en Mato Grosso sin un sentido claro de cuánto esto irritaría al Gobierno de Asunción.

Si los brasileños hubieran posicionado suficientes hombres para cargar estas armas que habían acumulado a lo largo de la frontera, entonces esto tal vez habría justificado los temores paraguayos. La verdad era que los brasileños no tenían los hombres necesarios para defender la región y Solano López lo sabía.

Cualquier explicación de las acciones paraguayas en Mato Grosso que se sostenga primariamente sobre la necesidad percibida de realizar un golpe preventivo pierde, por lo tanto, el punto de la cuestión.

Una pequeña fuerza paraguaya en el Apa podría haber mantenido a los brasileños a raya (y, dada las circunstancias geográficas de la provincia, habría sido imposible para el Ejército imperial reforzar Mato Grosso suficientemente como para convertirlo en una amenaza palpable para Solano López).

El deseo de adquirir material, antes que consideraciones estratégicas, ofrece una mejor explicación de la invasión de 1864-1865. De hecho, la captura de armas y municiones, en última instancia, le dio a la expedición su razón de ser. Thompson insistía en que el Paraguay “trajo de Mato Grosso casi todo el suministro bélico que consumió durante la guerra”(19).

(19) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 39, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Las cantidades en cuestión eran impresionantes, ya que los brasileños por años habían estado juntando armas en el lugar. Aunque no aparece en los registros paraguayos un inventario completo del material confiscado, la documentación fragmentaria es llamativa. En Nova Coimbra, el vapor “Salto Guairá” cargó diez cañones de bronce de distintos calibres y varios cientos de proyectiles(20).

(20) “Razón numérica de los cañones de bronce y municiones traídos del Fuerte de Coimbra por el vapor ‘Salto Guayrá’, Cuartel del Primer Batallón”, 5 de Enero de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 343, n. 18. Para documentación similar, ver: “Lista de armas tomadas en Fuerte Coimbra para ser llevadas a bordo de los vapores ‘Salto Guayrá’ e ‘Independencia’”, Coimbra, 31 de Diciembre de 1864, 1ro. de Enero de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 21, 81-5. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Todos los otros barcos paraguayos llevaron números similares de armamentos río abajo. En cuanto a los trofeos tomados por la expedición terrestre, en la aldea de Miranda la caballería de Resquín encontró “cuatro cañones, 502 mosquetes, 67 carabinas, 131 pistolas, 468 espadas, 1.090 lanzas y 9.847 balas de cañón de diferentes calibres”(21). Se dijo que el mismo Resquín observó que parecía como si “el Gobierno brasileño hubiera pretendido defender su frontera simplemente con cajas de armas”(22).

(21) Referenciado en George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 39, Londres. Sena Madureira de nuevo acusa a Thompson de exagerar los números, afirmando que incluso en una provincia ecuestre como Rio Grande do Sul nadie habría encontrado 1.090 lanzas en depósito en 1865. Antonio de Sena Madureira (1982). “Guerra do Paraguai: Resposta ao Sr. Jorge Thompson, autor da ‘Guerra del Paraguay’ e aos anotadores argentinos D. Lewis e A. Estrada”, p. 12, Brasilia. Ed. Universidad Nacional de Brasilia. Perdura el hecho, sin embargo, de que Thompson obtuvo sus estadísticas de una fuente oficial, el paraguayo Boletín (del Ejército), Nro. 5 (28 de Enero de 1865), que presumiblemente reportaba la misma información que era recibida en Asunción.
(22) Alfredo d’Escragnolle Taunay. “Memórias do Visconde de Taunay” (1960), p. 188, São Paulo. No hay dudas de la importancia que los paraguayos atribuían a la captura de estas armas. Ver José Bergés a Juan José Brizuela, Asunción, 14 de Enero de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-22, 12, 2, n. 26. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Era fácil sobreestimar el verdadero valor de estas adquisiciones. El hecho era que no todos los cañones capturados eran servibles. Muchos eran piezas arcaicas, el resto de la vieja milicia colonial que los gobernadores generales habían llevado a Mato Grosso para dar una falsa impresión de fortaleza ante los indios.

El riguroso clima había dejado algunos cañones atorados de mugre; los brasileños no hicieron intentos de proporcionarles un mantenimiento regular, sino simplemente los dejaron bajo la lluvia.

Los técnicos extranjeros en Asunción, sin embargo, montaron equipos de mantenimiento capaces de ofrecer buenas reparaciones a las armas, incluso ranuras a las piezas de hierro (aunque esto era raro en los cañones de bronce). Los paraguayos estaban por lo tanto listos para incorporar hasta las más deterioradas armas brasileñas a su arsenal.

Normalmente desechaban los carruajes de madera carcomida por las termitas, restauraban los tubos y los montaban en nuevos carromatos hechos en Humaitá o en cualquier otro sitio. Una buena partida de estas piezas de artillería entró luego en servicio contra sus propios ex dueños. Armas y municiones no fueron los únicos trofeos tomados por los paraguayos. Confiscaron equipos, dinero, espuelas, implementos agrícolas, alfombras, adornos y manadas de ganado(23).

(23) Por ejemplo, ver: “Lista de bienes (confiscados) a ser transportados a Paraguay, Puesto de Guardia de Nioaque”, 27 de Enero de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación 775. Con respecto al ganado tomado, un número sorprendente se quedó en estancias bajo control paraguayo en el sur de la provincia y no fue, de hecho, arreado más al sur dentro de Paraguay. Ver: Robert Wilton Wilcox. “Cattle Ranching on the Brazilian Frontier: Tradition and Innovation in Mato Grosso. 1870-1940” (1992), pp. 105-109, disertación doctoral, New York University, Nueva York. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

El coronel Thompson resumió la situación general refiriéndose a un caso específico:

“Las casas fueron todas saqueadas por los paraguayos, que encontraron una buena cantidad de cosas de valor en ellas. Destrozaron la propiedad del barón de Villa María, quien apenas pudo escapar él mismo.
“Se las arregló para poner una bolsa de diamantes en el bolsillo (antes de escapar). Era el hombre más rico de la provincia y tenía una hermosa casa con finos muebles, pinturas, etc. También poseía 80.000 cabezas de ganado.
“Todo esto fue tomado por los paraguayos, junto con su patente nobiliaria, con el sello del emperador, que había traído recientemente. Tenía un marco bañado en oro y pasó luego a adornar la antesala de la señora Lynch”(24).

(24) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 38, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

La distancia entre Corumbá y Rio de Janeiro es mayor que la que hay entre París y Belgrado y, aún así el barón llegó en el tiempo récord de cuarenta y siete días, llevando a la capital imperial las primeras noticias de la invasión. Tuvo suerte.

Muchos otros terratenientes y colonos brasileños en Mato Grosso, sorprendidos por las tropas enemigas, pasaron a un incómodo e incierto cautiverio, del mismo modo que los pasajeros del “Marqués de Olinda”. Normalmente, el Ejército enviaba a esta gente a Asunción, donde funcionarios estatales los distribuían entre familias acomodadas (aunque algunos terminaron en las calles)(25).

(25) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 38, Londres. Ver también “Lista de los individuos ex-brasileros que han pasado a la Villa de Concepción”, Puesto de Guardia de la ex Colonia de Miranda, 15 de Marzo de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 345, n. 4 (en lista a 137 individuos, incluyendo criados); y “Lista nominal de los individuos brasileros traídos de la ex-colonia de Dorados”, Casalcué, 24 de Marzo de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación 3.063. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

Los paraguayos mandaron a los prisioneros varones a trabajar en labores pesadas en los distintos proyectos del Gobierno, particularmente a la fundición de hierro de Ybycuí, donde los supervisores los azotaban a la mínima infracción.

Incluso los comerciantes extranjeros de Corumbá, quienes se habían creído a salvo de los abusos en virtud de su nacionalidad, vieron cambiar sus vidas radicalmente. Como observó George Frederick Masterman

“Todos los extranjeros que (las fuerzas paraguayas) podían encontrar eran tomados como prisioneros, después de haberlos esquilmado de todo lo que poseían: eran principalmente alemanes, italianos y franceses.
“Vi trabajando como obreros o mendigando en las calles a muchos pobres congéneres que unas pocas semanas antes eran ricos mercaderes o terratenientes”(26).

(26) George Frederick Masterman. “Seven Eventful Years in Paraguay” (1869), p. 94, Londres. Ed. S. Low, son and Marston. No todos los prisioneros expresaban terror al arribo de los paraguayos. Esclavos fugados les daban la bienvenida, algunos incluso les ofrecían sus servicios como guías. Ver: Martín Urbieta a Francisco Solano López, Santa Gertrudis, 5 de Enero de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 11, 74. La mayoría de los prisioneros brasileños en Mato Grosso, sin embargo, temblaba con sólo pensar en un cautiverio paraguayo y hacía todo lo que podía para escapar. Cuatro se las arreglaron para huir a Cuiabá en Febrero de 1865, para luego ser recapturados y enviados a obras públicas. “Corte Marcial de Benedicto Martines ... ‘y otros’”, Corumbá, 20 de Febrero de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Jurídica Criminal 1.860, Nro. 7. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.

El maltrato a los prisioneros en el Paraguay de López halló más tarde reciprocidad por parte de los brasileños, quienes tuvieron a sus propios prisioneros paraguayos como poco menos que esclavos.

Para bien o para mal, los confines sureños de Mato Grosso cayeron bajo control paraguayo. Pequeñas guarniciones fueron dejadas en pie en distintos puntos de la zona ocupada, mientras que el grueso de los hombres de Barrios y Resquín se retiró hacia Asunción, llevándose consigo el resto de los prisioneros y todos los enseres confiscados.

También se llevaron suficientes armas y municiones para armar un ejército. Tales suministros eran sumamente necesarios, ya que ahora que la guerra había comenzado con ganancias, le aguardaban más grandes -y mucho más sangrientos- desafíos al Ejército de Solano López. Sus enemigos ya no serían tan fácilmente sorprendidos.

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