Alvear, representante diplomático
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Habiendo renunciado el presidente Bernardino Rivadavia a su elevado cargo, fue reemplazado interinamente por Vicente López y Planes y, casi enseguida, por el coronel Manuel Dorrego.
Este cambio de Gobierno decidió al general Carlos María de Alvear a abandonar el Comando en Jefe del Ejército el cual -desde que empezó la estación frígida- se retiró a cuarteles de invierno en el Cerro Largo.
Alvear delegó interinamente el mando en el jefe del E. M. G., general José María Paz, a mediados de Julio de 1827, recibiendo al efecto orden del Gobierno hasta tanto el general Juan Antonio Lavalleja, que Vicente López designó para Comandante en Jefe, se recibiese del mismo.
El 24 de Julio de 1827 el general Alvear se alejó definitivamente de las fuerzas cuyo comando había ejercido por espacio de un año, conduciéndolas a la victoria.
Designado el coronel Manuel Dorrego, gobernador y Capitán General de la provincia de Buenos Aires el 13 de Agosto de 1827, al constituirse la Legislatura el 14 de Septiembre, presentó un Mensaje (que se dice redactado por su ministro del Interior, doctor Manuel Moreno) el cual contenía numerosos cargos contra el desarrollo de las operaciones contra el Brasil.
El general Alvear contestó a aquel Mensaje, con su famosa “Exposición”, en la que refutaba muchísimas de las afirmaciones contenidas en el célebre documento. Tal “Exposición” es un libro de cerca de 200 páginas y el ex general en ella atacó a algunos de sus subordinados, los cuales no dejaron de contestar en algunos casos a las imputaciones que no siempre fueron justas.
Otros conflictos periodísticos se le presentaron al general Alvear, en premio a sus preocupaciones y responsabilidades en el comando del Ejército Republicano: Alvear acusó al editor del “Correo Político” -Miguel Rabele- ante los Tribunales pero, como no pudo probar sus acusaciones, fue condenado a destierro y a ser privado de escribir por espacio de dos años.
Sus partidarios militares eran perseguidos en todos los puntos de reunión en la ciudad y sus defensores en la prensa eran atropellados y heridos en las calles. El propio general Alvear, al comienzo del año 1828 fue víctima de una tentativa de asesinato, tal era la saña que se tenía contra el vencedor en los campos de Ituzaingó.
No tuvo ninguna intervención en la sedición del 1 de Diciembre de 1828 y elevado el general Juan Lavalle a la Suprema Magistratura de la provincia de Buenos Aires, el general Alvear fue designado ministro de Guerra y Marina, el 4 de Mayo de 1829, cargo que retuvo hasta el 4 de Julio siguiente, en que renunció.
El 10 de Noviembre de 1832 fue designado Enviado Extraordinario ante el Gobierno de los Estados Unidos, pero no llegó a hacerse cargo de aquel puesto, para el que fue nombrado más adelante Manuel Moreno. Por Decreto del 17 de Septiembre de 1835 fue dejado sin efecto el nombramiento de Alvear.
- Primer embajador argentino en Estados Unidos
Tras la caída del presidente Rivadavia se retiró temporariamente de la vida pública hasta la insurrección de Diciembre de 1828, en que volvió a la actividad política. Durante la guerra civil entre Juan Manuel de Rosas y el general Juan Lavalle, éste lo nombró ministro de Guerra y Marina. En este cargo organizó la defensa de la Ciudad de Buenos Aires contra una posible invasión federal pero, ante el acercamiento entre Lavalle y Rosas, Alvear renunció al Ministerio.
El partido antirrosista se aglutinó alrededor suyo y ganó las elecciones legislativas de Julio de 1829, que debía nombrar un nuevo gobernador, ayudado por la violencia y el fraude organizados por Salvador María del Carril.
Ante este resultado, Lavalle declaró las elecciones inválidas, lo que habilitó -a mediano plazo- la llegada de Rosas al poder.
En 1832, el gobernador Rosas lo nombró embajador en Estados Unidos para resolver un conflicto originado en las Islas Malvinas, pero su mala salud y un cambio de gobierno dejaron este nombramiento en suspenso. Durante este tiempo, Alvear participó activamente en la política.
En 1834 se alió con Facundo Quiroga para establecer una Constitución en las Provincias Unidas; el asesinato del caudillo riojano en Barranca Yaco desbarató estos planes.
Meses después, Juan Manuel de Rosas reasumió el Gobierno con la suma del poder público y las facultades extraordinarias iniciando una política de persecución a sus opositores, tanto federales como unitarios. Alvear entonces estableció contacto con el mariscal Andrés de Santa Cruz, presidente de la Confederación Perú-Boliviana, para solicitar su ayuda para derrocarlo.
Esta conspiración fue descubierta por Rosas que optó por deshacerse de Alvear nombrándolo embajador en Estados Unidos. La aceptación de este nombramiento por parte de Alvear fue considerada como una traición por los unitarios emigrados en Montevideo, como Lavalle, Paz, Iriarte, Mitre y Varela.
En Mayo de 1838, designado por Rosas ya Ministro Plenipotenciario en los Estados Unidos de Norteamérica. Alvear partió para su destino en un buque en lastre, lo que se interpretó como un propósito adverso a lo que se proponía el Gobierno.
Afortunadamente llegó a Norteamérica con toda felicidad, país donde permaneció todo el tiempo del régimen rosista, desempeñando a satisfacción su misión diplomática llegando a ser en Washington el decano del Cuerpo diplomático acreditado ante aquel Gobierno.
Alvear partió hacia Estados Unidos cuando comenzaba el bloqueo francés al Río de la Plata. Defendió la postura adoptada por Rosas frente a las disputas con Francia e Inglaterra y advirtió a su Gobierno sobre el peligro que presentaban el neocolonialismo de aquellas potencias.
Será un hábil diplomático y geopolítico previniendo con acierto sobre el expansionismo norteamericano(1).
(1) A mediados de 1843 el embajador Alvear informó al Gobierno de Rosas: “No puede dudarse que la Francia, la Inglaterra y este país tienden sus miras a adquirir territorios en los límites de las nuevas Repúblicas, lo que debe llamar muy seriamente la atención de sus respectivos Gobiernos”. Alvear sostenía que era necesaria una vigilancia activa sobre la Patagonia. “Las rápidas adquisiciones que están haciendo la Francia y la Inglaterra todas con tendencia al gran sistema que se desenvuelve sobre el comercio del Pacífico y la China debe a mi ver fijar la atención particular de nuestro Gobierno y el de Chile sobre un punto muy importante de nuestro país y que está destinado a jugar un gran rol, cual es el Cabo de Hornos y la Tierra del Fuego que forman el Estrecho de Magallanes”. Y en 1845, cuando Estados Unidos comenzó a amenazar la integridad territorial de México, advirtió que “ya no es este país aquella antigua patria de Washington compuesta de ciudadanos sensibles y modestos”. Según Alvear, Estados Unidos se había convertido en “el enemigo más temible, supuesto que todos sus planes de engrandecimiento se fundan en todo el resto de la América como presa más fácil de devorar”.
Permaneció como embajador de la Confederación Argentina en Estados Unidos hasta después de la caída de Rosas. Su vencedor, Justo José de Urquiza, lo confirmó en su cargo.
En Agosto de 1852 se hallaba en Nueva York sin haber sido relevado de sus funciones, cuando el Director Provisorio de la Confederación Argentina, general Justo José de Urquiza, lo designó para representar la República ante el Gobierno francés; pero el general Alvear no pudo hacerse cargo de su nuevo puesto a causa de sus años y de sus dolencias y, en efecto, el 3 de Noviembre de 1852 fallecía en la ciudad anteriormente nombrada, víctima de una pulmonía aguda.
Pocos meses después el almirante Guillermo Brown, no obstante sus 77 años, se embarcó para los Estados Unidos para ir en busca de los restos del ex ministro de Guerra y Marina de la presidencia rivadaviana, que tanto calor y empuje puso al servicio del país en el ejercicio de aquel cargo para completar la creación de la escuadra que el veterano almirante manejara con sin par habilidad en la guerra contra el Brasil.
Brown pagaba así también, el descubrimiento de su persona hecho por el entonces coronel Carlos de Alvear cuando a comienzos de 1814, su tío, el Director Posadas le encargó trasladarse al puerto de esta ciudad para hallar un marino entre los buques mercantes allí fondeados a quien se le pudiera confiar el mando de la escuadrilla con la cual pensaba disputarse el dominio de las aguas del Río de la Plata a las fuerzas navales españolas que se hallaban en Montevideo.
El coronel Alvear tuvo ojo certero al elegir al entonces capitán mercante Guillermo Brown como el personaje necesario y, por este hallazgo, las generaciones argentinas deberán recordar con patriótico afecto la memoria del ilustre vencedor de Ituzaingó.
Los restos de Alvear llegaron a Buenos Aires en Julio de 1854. El insigne general José María Paz figuró en la Comisión que los recibió en el muelle; y el día 26 de aquel mes fueron depositados en el Cementerio de la Recoleta.
El doctor Alsina saludó en el general Alvear al primer ciudadano que concibió el atrevido proyecto de derribar el régimen rosista, aunque por una fatalidad no pudo tomar parte en la cruzada contra el mismo.
Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires, en un mausoleo familiar diseñado por el arquitecto Alejandro Christophersen en 1905(2).
(2) El gran panteón en que descansan sus restos preside la entrada del Cementerio de la Recoleta y es la primera tumba que ven quienes entran en él.
- Un personaje histórico polémico
Carlos María de Alvear fue uno de los personajes más controvertidos de la historia de la independencia argentina. A pesar de la abundantísima bibliografía existente sobre su carrera, no existe ninguna biografía completa de Alvear.
Muchos historiadores han documentado, con innumerables pruebas historiográficas, que Alvear era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las primeras tres décadas del siglo XIX(3), por medio de sus aliados portugueses.
(3) Existen unos pocos testimonios en contrario, entre ellos el de Joel Robert Poinsett, primer cónsul norteamericano en Buenos Aires, a principios de 1815. Curiosamente, su testimonio coincide con el momento en que Alvear ofrecía secretamente las Provincias Unidas como colonia a Gran Bretaña.
La historiografía registra cuáles eran sus enemigos, en la figura de los grandes próceres rioplatenses José de San Martín y José Artigas.
Es considerado un héroe nacional por la historiografía argentina a pesar de la opinión negativa de Bartolomé Mitre, fundador de la misma. La influencia de su hijo, el intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, y su nieto, el presidente Marcelo Torcuato de Alvear, le permitieron sobrevivir en la estimación pública a lo largo de los años.
Mitre lo atacó por sus cartas a Strangford y Castlereagh pero, a pesar de esto, sigue siendo considerado un prócer nacional. La aparición del revisionismo histórico(4) lo convirtió en uno de los principales centros de sus ataques. Pese a la condena de Mitre y de los revisionistas, siempre tiene defensores.
(4) No fue atacado por el fundador del revisionismo, Adolfo Saldías, pero sí por la mayor parte de sus continuadores, como José María Rosa.
En general es un personaje identificado, en primera etapa, con el partido unitario, cuyas opiniones fueron compartidas por la minoría poderosa de la élite porteña dedicada al librecambio; en una segunda etapa es identificado con los federales, por haberse desempeñado como embajador de Juan Manuel de Rosas durante largos años, hasta el año mismo de su fallecimiento.
Aunque sus ideas económicas no son muy conocidas, su hijo Emilio de Alvear, también político, fue uno de los escasos promotores del proteccionismo en la época conservadora, de ideas librecambistas hasta el exceso.
Si bien es cierto que el general Alvear cometió el error de no perseguir a los imperiales después de su espléndida victoria táctica en los campos de Ituzaingó, razón por la cual no obtuvo de la misma todos los frutos que debía producir, actitud que seguramente fue influenciada por algunos Partes algo apresurados de varios de sus jefes subordinados señalando el cansancio extremo de las caballadas que de ellos dependían, un estudio profundo de aquella campaña permite afirmar que gracias a la extraordinaria energía que desplegó el general Alvear cuando recibió de manos del general Martín Rodríguez el Comando supremo del Ejército de Operaciones, fue posible restablecer la disciplina y cortar de raíz la profunda anarquía que existía en un grupo de jefes, especialmente los orientales, la que amenazaba en forma grave el resultado de la campaña que iban a abrir las fuerzas republicanas.
Alvear reorganizó el ejército en forma altamente eficiente y dio enérgico impulso a las operaciones desde que estuvo en condiciones de iniciarlas, logrando batir a su adversario en todas partes y haciéndole evacuar, totalmente desmoralizado, la zona que ocupaba. El resultado favorable de aquella guerra se debe, sin discusión, a la habilidad de su eficiente comando.
El general Alvear fue hombre de un valor personal que rayaba en la intrepidez: en el Primer Tomo de la “Revista Nacional” (páginas 210 a 213), se lee un artículo titulado “Los palos de Alvear”, en el cual el autor del mismo relata el resultado de una pesada broma que le dieron tres personajes ingleses el Domingo 5 de Abril de 1812, recién llegado a Buenos Aires.
Alvear se hallaba paseando sin armas por la calle de “Las Monjas”, hoy San Martín, cuando tres morrudos británicos doblaron como torbellino la esquina próxima, lo atropellaron y lo voltearon, echando luego a reír y a celebrar el choque, cuando lo vieron en tierra.
Alvear con toda valentía les enrostró la grosería brutal, exigiéndoles una reparación inmediata. Los tres hercúleos ingleses siguiendo sus pifias iniciaron la retirada sin hacer caso a los desafíos de aquél que los seguía insistiendo en su demanda. Finalmente, los ingleses penetraron en la casa de María Luisa Ramos y Valle, donde tenían alquiladas dos piezas y, detrás de ellos, Alvear, que renovó sus desafíos con igual resultado.
Entonces llegaron dos ingleses más y poco después otros dos. En vista del fracaso de su actitud, el joven militar fue a su casa, tomó su espada y regresó al domicilio de los británicos, propinándoles a los siete una tremenda paliza, no obstante que le arrojaban con todo lo que hallaban a su alcance.
“Los siete bravos -dice el autor- se rascaban y frotaban en el patio de la casa, hartos y repletos de golpes. ¡Nunca se dieron mejores ni más merecidos palos!”.