Alvear, Director Supremo
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Al ver que no era obedecido por fuerzas del ejército, el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas renunció; en su lugar, la Asamblea nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Carlos de Alvear para que cumpliera el resto de su mandato.
Este también, ante la noticia llegada de Jujuy, no creyó prudente continuar su viaje al Norte y regresó a la capital, donde el 9 de Enero de 1815 renunció Posadas el cargo de Director Supremo, siendo reemplazado por el propio general Alvear.
Alvear, al ocupar tan alto puesto, lanzó una enérgica proclama en la cual expresaba estar decidido a sostener su autoridad o a perecer en la demanda. El nuevo Director tenía sólo 25 años y su breve Gobierno fue calificado por muchos como una verdadera dictadura. Entre los que le objetaban se hallaba el entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín(1).
(1) Lo mismo que José Artigas, José de San Martín repudiaba las actitudes de Alvear y nunca le brindó su confianza.
Alvear gobernó rodeado de su propia facción, sostenido sólo por la logia secreta a la que pertenecía y los oficiales adeptos del ejército. Organizó una red de espionaje y arrestó sin juicio a sus opositores e implantó una severa censura de prensa. Ante una posible conspiración, sin juicio, ordenó ejecutar a un capitán de ejército y colgarlo en la Plaza de Mayo(2).
(2) Si bien las reacciones violentas ante actos de indisciplina u oposición fue relativamente corriente (de la misma manera reaccionaría Juan Martín de Pueyrredón años más tarde y de igual manera había reaccionado la Primera Junta cuando ajustició a Santiago de Liniers) la población de la ciudad consideró el hecho particularmente ofensivo por haber sido fusilado y su cadáver exhibido el día de Pascua de Resurrección. // Citado por Juan Manuel Beruti. “Memorias Curiosas” (2001), Buenos Aires. Ed. Emecé.
Su Administración fue breve y, enfrentado contra muchos enemigos, dedicó sus energías a disciplinar el ejército de la capital pues en el Ejército del Norte tan pronto se tuvo conocimiento de la elevación de Alvear al poder supremo se declararon sus jefes en hostilidad contra su autoridad firmando un Manifiesto redactado en Huacalera, el 30 de Enero de 1815, el cual lleva la firma de todos los más graduados.
Intentó rodearse de un boato y ceremonial que contrastaba con la modestia de que habían hecho gala los Gobiernos anteriores(3), lo que le valió la censura de la opinión pública.
(3) John Parish Robertson. “Letters on South America” (1843), Londres. Ed. John Murray-Albemarle Street.
Mientras tanto, la oposición crecía en el interior y en la capital. San Martín renunció a su cargo aduciendo mala salud. En respuesta, Alvear envió para reemplazarlo al coronel Gregorio Perdriel pero éste fue rechazado por el Cabildo de Mendoza, capital de la provincia de Cuyo, que confirmó a San Martín.
El ofrecimiento fue altivamente rechazado. San Martín estuvo en conflicto con el poder alvearista; su Gobierno en Mendoza disgustó tanto al poder porteño que Alvear lo destituye, envía un reemplazante provocando una verdadera pueblada.
En 1815, Alvear propuso utilizar su ejército para una expedición a Chile y avanzar en la guerra contra los realistas. Su estrategia era la de atacar a los ejércitos reales indirectamente, llegando hasta la ciudad de Lima no a través del Alto Perú(4), pero el Cabildo de Buenos Aires -dirigido por Antonio José de Escalada, suegro de San Martín, quien era entonces su Regidor y Alcalde de primer voto- se negó.
(4) La misma idea fue la que concretó exitosamente San Martín en 1817 al lograr el Cruce de los Andes.
En todo el territorio estallaron manifestaciones de oposición y rebeldía. La Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y las provincias de Cuyo manifestaron su disconformidad con Alvear, al que le endilgaban representar al centralismo porteño.
Ante el creciente descontento, Alvear se propuso intimidar al espíritu público mediante un drástico bando por el cual se condena a muerte a quienes criticasen a su Gobierno(5).
(5) Felipe Pigna. “La Voz del Gran Jefe” (2014), Buenos Aires. Ed. Grupo Editorial Planeta.
El Director Alvear carecía de influencia en el Interior. Dado que el peor enemigo para la causa del centralismo porteño era Artigas -que dominaba la campaña de la Banda Oriental y estaba extendiendo su influencia a las provincias del Litoral- ordenó evacuar Montevideo.
Envió al almirante Brown a proponerle a Artigas, a cambio de la retirada de éste de las provincias del Litoral, la independencia de toda la Banda Oriental como si fuera este pequeño designio el que llevaba el Jefe de los Orientales.
Ante esta situación por demás grave, Alvear tomó la resolución de dejar impagas las tropas; desorganizó la Logia Lautaro porque le resultaba incómoda para gobernar con libertad; estuvo en sus planes malograr los esfuerzos de San Martín para organizar el Ejército de los Andes; y hasta resolvió despojarlo del mando enviando como gobernador-intendente de Cuyo al coronel Gregorio Perdriel pero, al llegar éste a Mendoza, el Cabildo de esta ciudad resolvió el 21 de Febrero de 1815 oficiar al Directorio haciéndole saber que era deseo unánime que el general San Martín prosiguiera desempeñando las funciones de Gobernador-Intendente, “porque así se ha creído qu. combenía a la seguridad del Estado (decía la solicitud) y a la tranquilidad de este País que se halla inmediatamente amenazado pr. el conquistador de Chile”.
Alvear, por Decreto del 9 de Marzo, aceptó la continuación de San Martín en su cargo y recalcando que el relevo lo había dispuesto por haberlo solicitado el interesado por razones de salud, lo que no expresaba la Resolución del 8 de Febrero ordenando su reemplazo por Perdriel. Coincidió este relevo de San Martín con la llegada de José Miguel Carrera a Buenos Aires, enemigo mortal de aquél, y con el cual Alvear habíase relacionado en la guerra peninsular.
Cartas a Strangford y Castlereagh
Los cambios en la política europea y la restauración absolutista repercutieron directamente en el proceso de emancipación de Hispanoamérica.
Frente a ellos, la respuesta de destacados políticos y militares rioplatenses fue la de reimpulsar los intentos para establecer una monarquía constitucional en el Río de la Plata. Esa fue la causa de las misiones diplomáticas de Sarratea, Rivadavia y Belgrano hacia el Brasil y Europa.
El Director Alvear, ante esta situación, a sólo quince días después de asumir como Director Supremo, envió a Río de Janeiro al secretario de la Asamblea, Manuel José García, con el objetivo de impedir que la proyectada expedición española recibiera el apoyo de la Corte portuguesa pero, entre otras cosas, García llevaba dos cartas: una para el embajador inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford, y otra para el ministro de Relaciones Exteriores Robert Stewart, vizconde de Castlereagh:
“Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía. Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los Españoles, que ha excitado su orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución.
“La sola idea de composición con los Españoles los exalta hasta el fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la Metrópoli. En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa.
“Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución.
“Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución...
“Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos...
“Yo deseo que V.E. se digne escuchar mi enviado, Dn. Manuel García, acordar con él lo que V.E. juzgue conducente y manifestarme sus sentimientos, en la inteligencia que estoy dispuesto á dar todas las pruebas de sinceridad de esta comunicación, y tomar de consuno las medidas que sean necesarias para realizar el proyecto, si en el concepto de V.E., puede encontrar acogida feliz en el ánimo del Rey y la Nación.
“Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de Alvear”.
El sentido de estas cartas muestra la intención de Alvear de solicitar un protectorado británico para las Provincias del Río de la Plata, aunque algunos historiadores han puesto en duda las verdaderas intenciones de Alvear(6).
(6) Entre sus defensores en este asunto se contaron Vicente Fidel López y Juan Bautista Alberdi. El caso de Alberdi es extremo, ya habla de lo incierto y vago de las palabras de Alvear y de su negociador. A continuación cita las cartas, salteándose en su transcripción los párrafos que incluyen los términos pertenecer, recibir sus leyes, obedecer su gobierno, se abandonan sin condición alguna y que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación. Dichos párrafos no resultan inciertos ni vagos, sino que son absolutamente explícitos. Líneas más adelante, Alberdi acusa a quienes no comparten esas conclusiones, a las que pretende llegar cercenando el texto de forma tan desleal, de “deshonestidad repugnante”.
Excepto los abundantes panegiristas de Alvear, estas cartas pueden ser consideradas como un gesto de traición a la patria, si a ella se la entiende como una Nación independiente de toda dominación extranjera y no solamente de la Corona española(7).
(7) Existe, sin embargo, la posibilidad de que se tratara de una estratagema para obligar a Londres a decidirse, con semejante declaración, a presionar a España para tratar la paz con el Río de la Plata. Si así fuera, fue un gesto terriblemente imprudente, ya que un inesperado cambio de situación en Europa hubiera podido invitar a Inglaterra a invadir el Río de la Plata.
García se reunió en secreto con Strangford a principios de 1815; no le entregó ninguna de estas dos cartas, pero le permitió leerlas(8).
(8) Tenía órdenes de hacerle saber lo que contenían para consultarlo sobre si convenía mandárselas a Castlereagh, según se desprende del relato hecho por García a Vicente López y Planes, que recoge su hijo Vicente Fidel López en su “Historia de la República Argentina”.
Strangford le aconsejó cambiar el texto de las cartas por otro más acorde con la nueva situación de alianza de Inglaterra con Fernando VII. Este nuevo Memorial, escrito por García, fue enviado a Londres por medio de Bernardino Rivadavia, pero nunca fue entregado(9).
(9) En el año 1842, García le entregó las cartas a Florencio Varela. Al año siguiente, Varela fue enviado por el Gobierno de Montevideo a Londres para conseguir la ayuda militar de Inglaterra y así derrocar a Juan Manuel de Rosas. Fue Varela quien le entregó las cartas de Alvear a Bartolomé Mitre, su amigo y correligionario, quien las utilizó en su biografía de Belgrano para acusar a Alvear “de traicionar los intereses del país”. Quizá en la opinión de Mitre influyera que, en esa época, Alvear era embajador de Rosas y defendía la postura de éste ante la agresión de Francia e Inglaterra.
Sin dudas, el más grave de los actos del Gobierno de Alvear fue el haber redactado dos Notas el 25 de Enero de 1815, firmadas por él y escritas por su ministro Nicolás Herrera, que las refrendó, dirigidas: una, al ministro de Negocios Extranjeros de la Gran Bretaña; y, la otra, a Lord Strangford, ministro inglés residente en Río de Janeiro, solicitando en su carácter de Director Supremo de las Provincias Unidas el Protectorado Británico:
“Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su Gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que la afligen”.
Antes de este párrafo, Alvear hacía una tristísima pintura de la situación interior del país, declarando a las Provincias inhábiles “para gobernarse por sí mismas” y que “necesitaban de una mano exterior que las dirigiese y contuviese en la esfera del orden, antes que se precipiten en los horrores de la anarquía”.
La Nota dirigida a Lord Strangford iba acompañada de otra, de Mr. Roberto Staepler, cónsul inglés en Buenos Aires, recomendando a aquél que atendiera con preferencia el pedido del Director Alvear.
Manuel José García fue comisionado especialmente para que se trasladara a Río de Janeiro, con el fin de entregar las comunicaciones de referencia. Estas permanecieron ignoradas hasta 1842, en poder de Bernardino Rivadavia, a quien las entregara el doctor García en la capital carioca, pues éste se hallaba allí y el comisionado de Alvear antes de cumplir la misión que le llevaba a aquella ciudad quiso oír la opinión autorizada del futuro presidente.
Rivadavia, en conocimiento del contenido de las Notas, aconsejó a García no entregarlas, limitándose éste a celebrar una conferencia con Lord Strangford en curso de la cual manifestó al representante británico que las Provincias Unidas pasaban por una situación erizada de dificultades y que esperaban que Inglaterra generosamente las ayudaría a salir del paso si las circunstancias las obligaran a acudir a ella.
Rivadavia, sospechando el contenido de la Nota que le entregó García, tuvo la dignidad de mantenerla cerrada y lacrada hasta que en el año 1842, revisando su archivo con el doctor Florencio Varela, éste la encontró, la abrió y se enteró de su contenido que comunicó al después general Bartolomé Mitre, al doctor Cané (padre) y a Francisco Madero, en el curso del año 1843.
El eminente historiador de Belgrano, comentando tales Notas, dice:
“Estos documentos, producto de un momento de debilidad o de desesperación del que se ilustró después con grandes servicios, encierran una terrible lección moral, porque ellos enseñan a los hombres públicos que deben pensar y obrar bien en todas las circunstancias de la vida, pues el tiempo todo lo revela y ni aún las intenciones escapan al ojo perspicaz de la posteridad”.
El 30 de Marzo de 1815 el Director Alvear declaró "delincuente" al general José Artigas que había desconocido su autoridad, obligando a las tropas porteñas a evacuar la Ciudad de Montevideo.
Esta resistencia a su Gobierno también la sentía Alvear en sus proximidades y creyó que remediaría esto con medidas por demás enérgicas y, al efecto, el Sábado Santo hizo colgar en la horca, en la plaza, al capitán Ubeda, acusado de haber hablado mal del Director Supremo en un café; y se escapó de sufrir la misma pena otro oficial, llamado Trejo, debido a la interposición de la esposa del general Alvear, Carmen Quintanilla.
Todo anunciaba el próximo fin de su Gobierno: José Artigas había atravesado el Paraná y se dirigía sobre Buenos Aires. El Director envió tropas a su encuentro bajo el mando de los coroneles Ignacio Alvarez Thomas y Eusebio Valdenegro los cuales, al llegar a Fontezuelas (estancia de los Belernos, jurisdicción de la provincia de Buenos Aires) se sublevaron el 3 de Abril desconociendo la autoridad de Alvear.
Alvear envió este ejército para tomar Santa Fe y, cruzando Entre Ríos, intentar atacar la Provincia Oriental, bajo el mando de Francisco Javier de Viana. Pero el coronel Ignacio Alvarez Thomas, jefe de la vanguardia del ejército, se puso en contacto con enviados de Artigas y declaró su rebelión contra Alvear, negándose a usar sus propias fuerzas en una guerra civil.
El 3 de Abril de 1815, en la Posta de Fontezuelas, cerca de la actual Ciudad de Pergamino (provincia de Buenos Aires) Alvarez Thomas se pronunció contra el Director Alvear.
La Ciudad de Buenos Aires, hasta entonces un bastión del unitarismo, se plegó al movimiento para deponerlo del Directorio, que encabezaba indirectamente San Martín. A la sublevación militar de Ignacio Álvarez Thomas se sumó el Cabildo de Buenos Aires y el general Miguel Estanislao Soler.
Tras la débil resistencia del coronel Enrique Paillardell, Alvear debió renunciar a su cargo sólo tres meses después de haberlo asumido y refugiarse en una fragata de guerra inglesa. Se dirigió a Brasil. Sus partidarios, incluido Posadas, fueron arrestados. Junto con su Directorio cayó también la Asamblea del Año XIII.
Este motín repercutió en todos los cuerpos de la capital en los que el día 15 estalló el movimiento que derribó al Director Supremo, nombrando en su reemplazo al general Rondeau e, interinamente, mientras éste permaneciera en el Norte, al coronel Alvarez Thomas.
La reacción fue terrible; no sólo salieron desterrados Alvear y todos los de su familia, sino también multitud de otros dignos patriotas. Alvear, cuando vio todo perdido, se refugió a bordo de un buque inglés que lo condujo a Río de Janeiro, donde fue bien recibido por el monarca lusitano, no obstante que allí el general Vigodet, que se hallaba de paso, insistiese para que Alvear le fuese entregado.