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Particularismo español

¿Todos aparte o partes de un todo?”. La feliz expresión de Ortega y Gasset en "España Invertebrada" sugiere dicha tendencia al particularismo que agota en la historia española muchos grandes programas de vida colectiva y se traduce en actitudes y comportamientos(1).

(1) Citado por Carlos Floria y César A. García Belsunce. “Historia de los Argentinos” (1971), segunda edición (1975), tomo I, capítulo 1. Ed. Kapelusz S. A., Buenos Aires.

Las partes del todo comienzan a vivir como todos aparte. A este fenómeno de la vida histórica llamo yo particularismo (...) cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte y en consecuencia deja de sentir los sentimientos de los demás”.

En la nobleza, el honor, la gloria, el ejercicio guerrero, conviven con la tentación a la holganza. La fe religiosa favorecía una visión optimista de la vida, estimulaba el instinto guerrero y el desprecio del riesgo.

El guerrero “se traga la existencia sin pestañear, con todo su dolor y su riesgo dentro”, diría Ortega. Pero si la nobleza tuvo los mismos ideales que la de los demás países de la Europa Occidental, no tuvo el mismo reclutamiento.

La baja nobleza se creó en Europa por el vínculo típicamente feudal del vasallaje y luego por los “menestrales”. En España se formó por el servicio de la guerra. De allí también el movimiento entre las clases, desconocido en otros países medievales.

No fue, pues, un sector cerrado, dado que el ascenso social podía conquistarse con el servicio guerrero distinguido, por la familiaridad con la muerte. Los ideales y concepciones de la nobleza tenían así un canal de comunicación popular, pues cada uno era, potencialmente, un futuro hidalgo.

En cambio, la burguesía habría de tener, por mucho tiempo, desarrollo anémico. Sólo se hizo fuerte donde la nobleza era casi inaccesible -Cataluña, por ejemplo-, y creció a diferente compás que en el resto de Europa.

La infancia de la burguesía castellana coincide con la madurez y el triunfo de la italiana, de la flamenca, de la francesa. Originalmente halló tres centros de desarrollo: Burgos en el norte, Sevilla en el sur, Medina en el centro(2).

(2) "Barcelona, en Cataluña, representa una excepción en el proceso, pues pertenecía a la única región española que tuvo un sistema feudal paralelo al del resto de Europa". // Citado por Carlos Floria y César A. García Belsunce. “Historia de los Argentinos” (1971), segunda edición (1975), tomo I. Ed. Kapelusz S. A., Buenos Aires.

Entretanto, el desarrollo del hidalguismo fue notable y con consecuencias. Celoso de sus prerrogativas, sus pautas culturales, ideales y ritos fueron semejantes a los de la nobleza, así como su desprecio por el trabajo manual, la industria y las finanzas.

Su poder social derivaba de las gracias reales por vía de privilegios y en las guerras de la Reconquista aquéllas fueron acompañadas por cesiones de tierras, con lo que el relativo poder económico de los hidalgos también procedía del poder regio.

Los únicos ricos situados entre el pueblo por un lado y la nobleza y la burguesía por el otro, eran los judíos. Hábiles para multiplicar su riqueza, se dice que su aporte al desarrollo del país fue relativamente escaso.

Su poder económico estimuló la envidia, la xenofobia y al cabo el asedio de los demás sectores españoles. Fueron quizás esos motivos, más bien que la diferencia religiosa los que inspiraron su expulsión, que Claudio Sánchez-Albornoz califica de demagógica y tardía(3).

(3) Claudio Sánchez Albornoz. "España, un enigma histórico" (1956), tomo II, pp. 258-60 y Págs. 163-298, Buenos Aires. Ed. Sudamericana ("si se quiere ampliar el tema, de difícil acceso y ponderación”). // Citado por Carlos Floria y César A. García Belsunce. “Historia de los Argentinos” (1971), segunda edición (1975). tomo I. Ed. Kapelusz S. A., Buenos Aires.

Pero España tenía además otra categoría social: la de los hombres “libres”.

Eran libres los caballeros, los burgueses y los campesinos sin caballo de las tierras nuevas, o que habían recibido privilegios; los hombres de behetría o pequeños propietarios que rendían homenaje al señor que quisieran y que podían cambiar de señor a su arbitrio; y los colonos, que no estaban afectados a tierra alguna y en consecuencia podían, por el abandono de aquélla, cambiar de señor.

Si España fue siempre una y diversa, el hombre español expone en todo tiempo una imagen polifacética. Ella explica que llevara a España a una de sus posiciones más brillantes y fuera asimismo protagonista de sus más notables empresas nacionales e internacionales. Y que fuera juzgado, elogiado o condenado, con argumentos extraídos de su acción y su pasión polivalentes.

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