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San Antonio de Padua

Nació en Lisboa, hijo de nobles y virtuosos padres.

A la edad de 15 años tomó el hábito cn el monasterio de canónigos regulares de San Agustín, donde hizo su profesión.

Once años después, pasó a la religión seráfica, llevado por el deseo de convertir a los moros. En Africa enfermó y, regresando a España, desvió su ruta, yendo a Italia.

Más tarde, San Francisco lo mandó estudiar Teología en Montpellier (Francia) y en Bolonia y Padua (Italia), destinándolo, más tarde, a predicador.

Diez años después de sus apostólicos ministerios, falleció en la ciudad de Padua.

Su glorificación precedió a su muerte, ya que los pueblos que él había evangelizado veneraban como a un nuevo profeta al hijo de San Francisco; así sabemos que lo llamaban “el Santo taumaturgo”, “el martillo de los herejes”, “el arca del Testamento”, alabanzas que hoy, a más de siete siglos de su existencia de apenas 36 años, se oyen aún de sus labios de sus fieles y numerosísimos devotos.

Muerto el 13 de Junio de 1231, su canonización fue ejecutada con la mayor solemnidad por la Iglesia dirigida por el pontífice Pío IX, el 30 de Mayo de 1232.

Este día fue de inmenso regocijo y de indescriptible júbilo para el mundo cristiano y, en especial, para los pobladores de Padua y para los habitantes de Lisboa, conciudadanos del venerado Santo, cuyo nombre simboliza la humildad.

La Iglesia, como expresión de la sabiduría de San Antonio, tiene un canto escrito por él, que lleva por título “O Gloriosa dómine”.

Con la caridad por virtud, conquistó el mundo, y San Antonio de Padua es hoy el Santo de todos los hombres y su gloria aumenta como la luz del sol en pleno mediodía.

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